14. ¿Tu hermana sabe que saliste?

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Nota: antes que nada, acompáñennos a ver este hermoso dibujo de Kyle en drag que hizo nuestra querida Nanaart 💕💕💕 vayan a darle mucho amor que le quedó precioso 😍😍😍😍😍😍 no podemos dejar de verlo.

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Allí está, Miguel. Está de pie a la entrada del laboratorio, en frente de Hiro. Tiene la respiración agitada, el cabello revuelto y la frente perlada por el sudor. Da la impresión de que acaba de cruzar la ciudad corriendo. Hiro no duda que en verdad lo haya hecho. Miguel lo decía todo el tiempo, le resultaba un hecho de lo más divertido, que San Fransokyo era una cuidad diminuta.

—Viniste corriendo—observa Hiro con una risa divertida. Por alguna razón se le figura tierna la manera en que Miguel se apoya con la mano derecha del marco de la puerta mientras recupera el aliento.

Miguel siente el alivio llenarle el pecho cuando nota que Hiro no parece sentirse asustado de él. Tiene una mirada un tanto recelosa, pero no parece realmente asustado.

—Tenía ganas de correr—Miguel le sonríe y se encoge de hombros. Omite, por supuesto, la parte en la que, si no corría, sería un desastre sentimental aún peor en ese momento.

Hay un momento de silencio, ninguno de los dos sabe qué decir. Hiro titubea apenas un instante antes de apartarse de la puerta.

—Pasa—le pide a Miguel. Los nervios le trepan por la garganta, pero se esfuerza en ignorarlos.

Miguel se adentra en el laboratorio mirando curioso a su alrededor. Se siente un poco nostálgico. Hiro se estaba tomando un año sabático cuando ellos salían, aun así, le gustaba meterse en su laboratorio para encargarse de algunos proyectos personales. Miguel lo acompañaba en algunas ocasiones. Hacía tarea mientras que Hiro trabajaba o se dedicaba a tocar un poco de música para mantenerlo relajado. Era otro laboratorio, el laboratorio de alumno de Hiro. Este, Miguel no lo conocía, llegó a él siguiendo las indicaciones que Hiro le dejó. A pesar de todo, la energía en este y en aquel es casi la misma. Aquellos eran buenos tiempos, pero justo ahora cada detalle de esos recuerdos resulta doloroso. Hiro, la música, la paz, la felicidad.

—Toma asiento—le dice Hiro señalando un sillón al fondo. Él se acerca al escritorio para tomar su silla de trabajo.

Miguel hace lo que le pide al mismo tiempo que Hiro deja la silla frente a él y se deja caer en ella.

—Lo siento por lo de ayer—musita Miguel mientras sube una pierna al sillón y la abraza contra su pecho con gesto compungido.

Hiro lo mira en silencio, pero no le responde. En su lugar, hace la pregunta que tanto le ha estado comiendo la cabeza durante esos dos años.

— ¿Por qué terminamos?

Miguel alza la cabeza al escucharlo. Hiro lo está mirando a los ojos. Luce serio y determinado.

Viva las GaygasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora