20. Pecador, ¿a dónde vas a huir?

836 76 96
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

.

.

Cuando Hiro abre los ojos un sábado por la mañana, la niña está allí, al fondo de su habitación, frente al armario. Se le queda mirando con la respiración contenida mientras su corazón comienza a agitarse. Pero cuando parpadea, la niña ha desaparecido.

Hiro se queda quieto sobre su cama, no sabe por cuánto tiempo. Un nudo se le amarra en la garganta e intenta controlar su respiración. Mira fijamente al lugar en donde estaba la niña, esperando a que regrese. Parpadea varias veces, pero ella sigue sin presentarse. Luego la busca alrededor de la habitación, pero nada. La niña no vuelve.

Tadashi se despierta después de un largo rato. Para Hiro se siente como una eternidad de estar solo con sus pensamientos, esperando a esa maldita niña. Pero en realidad no sabe cuánto tiempo ha pasado. Tal vez horas, tal vez solo unos minutos.

Escucha el biombo que divide su habitación correrse y luego la voz de su hermano.

— ¿Hiro? —lo llama—, ¿todo bien?

Hiro puede sentir la mirada preocupada de Tadashi sobre él. Se esfuerza por actuar normal y se vuelve en su dirección. Está sentado en la cama con una mano apoyada sobre el biombo abierto. Mira atento en su dirección, sus ojos lucen consternados. Hiro le dedica una sonrisa que pretende tranquilizarlo. Le cuesta halar las comisuras de los labios y mantenerlo. Está seguro de que su sonrisa no le llega a los ojos.

—Solo estaba pensando—le dice. Lo cual no es en sí una mentira, aunque tampoco es toda la verdad.

Tadashi lo observa con desconfianza, pero al final asiente y se pone de pie con algo de trabajo.

—Pido el baño primero, tengo una cita—le dice con una sonrisa traviesa mientras hace un intento muy torpe de correteo.

Hiro lo ve apresurarse fuera de la habitación. Lo deja ir. Necesita un momento más para terminar de regresar a la realidad.

—Deberías quitar esta cosa ahora que ya no necesito la silla—escucha que le dice desde afuera. Se refiere al sistema que le construyó para bajar las escaleras.

—Lo dejaré por si se te antoja excederte y lastimarte de nuevo—le grita.

La risa de Tadashi le llega desde afuera y lo ayuda a sentirse un poco más seguro. Sin embargo, Hiro se encuentra a solas con el silencio y su habitación de nueva cuenta. La sensación inquietante de sentirse observado regresa.

—Tú no existes—le dice al aire—. No eres real—pero no sabe ni siquiera si él mismo lo cree así—. No puedes hacerme daño.

Nadie le responde, claro. Hiro no sabe si eso consigue tranquilizarlo o hacerlo sentir aún más inquieto.

Está a punto de levantarse para ir por un poco de vodka (la mejor cura contra la ansiedad) a la cocina, cuando recibe un mensaje en su celular.

Es Miguel. Su hermana quiere que se compre ropa nueva, ropa decente. Dice que va a matarlo si llega con lo mismo de siempre. Le ruega a Hiro por ayuda apoyándose de muchos emojis y fotos de él haciendo pucheritos demasiado lindos como para resistirse a ellos. Miguel es demasiado lindo y Hiro se odia por pensar así de semejante idiota.

Viva las GaygasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora