Capítulo 20

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Detengo el coche alejado del lugar.

—Llegamos.

—¿Dónde estamos?—pregunta Barbara.

—Donde tienen a Lily. O eso creo.

—¿Eso crees?

Bajo del coche y empiezo a caminar. La rata corre hasta alcanzarme y camina a mi lado.

—¿Ya te acobardaste?—le grité a Barbara que aún no se movía del lado del coche. Solo se quedó parada fuera. Ahora empieza a caminar.

—Esperenme.

Camino hasta llegar a la entrada del lugar.

—¿Pero qué es esto? ¿Es un supermercado abandonado?

—Sí. Aquí Solíamos venir a castigar a quienes lo merecían.

—¿Qué?

Rio—Es broma. Ellos son los que vienen a castigar a quienes lo merecen.

—Y de acuerdo a todo lo que pasó, tú mereces castigo.

—Algo así.

—¿Ya pueden callarse los dos?—dice la anciana—Los pueden escuchar. Y si lo hacen, nosotros estaremos en problemas.

Nos acercamos más a las puertas. Empiezo a empujar las dos puertas de cristal y no puedo abrirlas.

—¿Me ayudas?—le pregunto a Barbara.

—Que hombre tan débil—rueda los ojos y escuché a la rata reír.

—¿Por qué no te callas y vienes y me ayudas? Estoy en el cuerpo de una chica.

Se acerca. Toma la puerta de la derecha y yo la izquierda.

—Uno, dos, tres. Ahora—dice y empezamos a jalar.

Las puertas empiezan a abrirse lentamente y la rata corre hacia dentro.

Suspiramos y nos miramos.

—Bien hecho—dice Barbara con las manos en la cintura con la respiración agitada.

—Lo mismo digo—dije tomando aire.

Entramos al supermercado y vemos las escaleras eléctricas delante de nosotros. El techo es de cristal transparente y la luz de la luna casi eclipsada alumbra una parte del interior. Cada vez que inhalo siento el polvo entrar a mi nariz. La rata estornuda.

—Shhh—le gritamos al mismo tiempo Barbara y yo.

—Lo siento—dijo.

Nos acercamos a las escaleras.

Las puertas se cierran de golpe y nos sobresaltamos mirando hacia atrás.

—¡Cobardes!—dice La rata peluda—¿Nadie tiene una linterna?—pregunta.

Sacamos nuestros celulares y encendemos las linternas.

Al encender las luces dos ratas salen corriendo a nuestra izquierda y Barbara chilla dando un pequeño salto.

—Cobarde—le dije y me da una mirada amenazadora.

—¿Dónde estarán?—dice la anciana.

—No lo sé. Deben estar arriba—digo.

—Ayuda—gritó alguien.

—Es Brad—dijo Barbara y la miro con una mirada de: ¿Enserio? No me digas.

—Digo, Lily—se corrigió.

—La voz viene de arriba—dice la rata y empieza a subir las escaleras. Las pezuñas resuenan en los suelos de cerámica.

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