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—¿Te gustaría tomar un café?.

—Claro.

Habíamos llegado a mi departamento, el ambiente era un poco tenso pero no por incomidad, sino porque no encontrabamos un tema para hablar.

Preparé dos tazas de café y las llevé hasta la mesa, bebimos un momento. Intentaba ser lo más charlatán posible para que el ambiente fuera un poco más agradable, pero ambos estábamos nerviosos y ansiosos.

—Gee—El mencionado levantó su mirada de su taza hasta mis ojos, y murmuró un "¿qué pasa?" por el tono un poco extraño que  utilizé—¿Puedo besarte?.

Gerard sonrió de una manera tenue, estirando su mano hacia a mí, yo la tomé y me guió para que me sentara en su regazo. Inmediatamente comenzamos a besarnos, solamente éramos nosotros dos en mi cocina, no había nada que pudiera detenernos.

—¿Vamos a la cama?—Propuso el mayor, yo lo llevé hasta mi habitación.

Nos besamos hasta que nuestros labios se sintieron irritados, Gerard me recostó en la cama con suavidad, rozó todo mi cuerpo con su lengua, causandome escalofríos.

Mientras terminaba de quitarme la ropa, continuaba besandome el cuello, me encantaba que me besara con tanta intensidad, sabía que estaba dejando marcas.
Tras cada embestida, profunda y perfecta, gemía tanto como quisiera. No me importaba si alguien pudiera escucharnos.

Su rostro lleno de placer, sus manos sosteniendo las mías con fuerza y su boca deslizando maldiciones llenas de saliva que yo recibía en mi piel, era exageradamente excitante.

Fue al primero que pude mirar directamente a los ojos mientras me penetraba, el primero con el que pude sentir verdadero placer al mostrar mi cuerpo. Y que me transmita tranquilidad con sus pupilas, que pudo calmar con una caricia el dolor casi imperceptible.

Con cada uno de sus dedos hacía movimientos extremadamente placenteros sobre mi pene, la presión exacta en el lugar correcto. Su cabello me provocaba una mezcla de cosquillas y estremecimiento al  rozar mi vientre, cuando Gerard lamió todo mi miembro y luego lo metió hasta el fondo de su garganta.

Después de recibir algunos tirones bruscos de cabello, acabé en su boca, viendo como escurría un poco mi semen por la comisura de sus labios.

Gerard se arrodilló y acomodó mis piernas en su cadera para luego masturbarse, rozando mi propio pene varias veces. Acerqué mi mano y me dió lugar para que fuera yo quien lo tocara, luego de un momento su líquido blanco cayó sobre mi estómago.

Nos besamos por varios minutos, tan solo para estar conectados de alguna forma. Gerard recorrió mi cuello con su dedo, haciéndome saber que sí había dejado marcas. No me interesaba lo que fueran a pensar los compañeros de la universidad, en ese momento era lo mejor.

Luego de cubrir nuestros cuerpos con las frazadas de mi cama, me abrazó y yo apoyé mi cabeza sobre su pecho. Él peinaba suavemente los mechones de mi cabello con una de sus manos, y yo dejaba pequeños besos en la piel cercana a mis labios.

—¿Vas a tener que irte pronto?—Pregunté, de ninguna manera quería que se fuera, pero intentaba prepararme para quedarme solo en mi cama vacía.

El pelirrojo me hizo mimos en la coronilla con su nariz, mientras me abrazaba con más fuerza.

—¿Me estás echando?—Cuestionó con una expresión sorprendida, alejándose un poco para que quedaramos cara a cara, pero al verme comenzó a reírse, yo había negado efusivamente ante su pregunta.

Tenía la sonrisa más bonita que había visto en mucho tiempo, más exactamente desde que había dejado de verlo. Cada pequeño diente me daba mucha ternura.

—Me gusta tu sonrisa—Dije sin si quiera pensarlo, él levantó una ceja dudoso.

—¿En serio?.

—Obviamente, te hace ver tierno, ¿por qué no sería cierto?.

—Nunca me lo dicen, de todas formas no es como si lo esperara, mis dientes no son los mejores—Chasqué mi lengua al escucharlo, noté que él iba a sonreír nuevamente y yo me alegré porque mostrara su sonrisa nuevamente, pero el se dió cuenta e intentó quedarse serio, no le salió y terminamos riéndonos por su intento.

Me dí cuenta de que podíamos hablar de tantos temas como fuera posible. Me resultó tan inteligente su manera de hablar y los términos específicos que utilizaba, me sentí encantado al escucharlo. No importaba si se trataba de arte, política o religión, hacía cada oración interesante.

—¿Nunca has pensado en ser profesor?, explicas de una forma muy bonita.

No lo sé, me gustaría enseñarle a niños pequeños, pero no creo que sea algo para mí.

—Claro que sí, seguramente serías el profesor perfecto—Lo contradije, él comenzó a argumentar por qué no sería un buen profesor y terminamos sumergidos en una larga conversación llena de caricias y besos.

***

Gerard acaba de irse.

Me siento triste.

Frnk.

Intenté escribir un poco más, pero sólo pude ocupar unos tres renglones del cuaderno, y ni siquiera estaban completos.

Me encontraba sentado a la orilla de la cama, no quería ver el desorden de sábanas que había detrás mío, y apenas estaba anocheciendo.

Cerré mis ojos con fuerza, dejando caer el bolígrafo al suelo, sin darme cuenta había hecho garabaros y líneas alrededor de mis palabras.

Podría decir que la hoja de ese cuaderno resumía muy bien mi vida en esos momentos; las pocas palabras que podía decir junto a toda la anarquía que eran mis pensamientos. Y mi caligrafía desprolija era lo dudoso que me sentía al hablar sobre algo importante.

Dejé de torturarme un momento, llamé a Ray, estaba dispuesto a contarselo, ya no me importaba que me juzgara, hasta mi madre lo había hecho ya.

¿Frank?—Se hizo un silencio en la comunicación.—¿Hola?, ¿estás ahí?.

—Me acosté con Gerard—Esperé una respuesta, nervioso.

—Necesito el chisme desde el principio—Dejé escapar un suspiro de felicidad, Raymond siempre sería mi mejor amigo.

* * *

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I don't care. [Frerard]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora