|seis|kth

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Hye.

Sus manos arropan mi cuerpo que de repente tiene fiebre alta. Mis brazos duelen y no comprendo el por qué. No he hecho movimientos bruscos o algo que haga que mis músculos están adoloridos o inclusive tensos.

Agradezco que sea su figura lo que se postre frente a mí, lo único que me deleito en ver. Su cabello ha cambiado de color, hace unos días era menta y ahora estaba negro como cuales calles en plena luna llena, desoladas sin umbrales. ¿Pasaba algo de lo que no estuviese enterada? ¿Por qué de repente tantos cambios?

—¿Hablaste con él?— su pregunta sin vacilar hace que vuelva a la tierra, mis pensamientos obstruyen el sabor de mi presente, desgraciadamente estaba muy distraída. Le sonrió sin mucho apegue y él acomoda mi almohada para dormir bien esta noche. Y aunque me duele admitirlo, dormiré sola. Sin su compañía, sin su presencia.

Aterrador, demasiado aterrador.

—Lo hice. — hablábamos de mi buen amigo; Kim Nam Joon. ¿Era tan importante su presencia? Parecía que a Yoon Gi le preocupaba. Sé en demasía que nunca llevaron una buena amistad, solo son cruces de palabras, en realidad es: se ven, y uno tiene que salir herido. ¿Irónico? Tal vez.

Aunque, honestamente, no me importaba. No al menos.

Se aleja un poco para verme el rostro. Su ropa sucia hace que me reprenda por tenerlo al tanto de mi bienestar. Era hora de volver a casa. Él tenía que volver a casa, cielos, de tan solo pensar que me quedaría de nuevo sola me aterra.

—¿Puedo saber qué fue lo que te dijo?—su pregunta me toma por sorpresa, ¿qué? ¿Él quiere saber qué? Mi ceño se frunce ante lo que dice a gran voz, su comportamiento temperamental que dejaba atónita de vez en cuando, él lo nota y se corrige al instante—. Tienes razón, mejor iré a descansar. La noche es larga.

No me deja decirle nada más, se aleja de mí sin girar atrás, y así desgraciadamente es como sale de mi habitación para ir andando a su hogar. No puedo renegar ante nada, él me cuida y protege ahora que mi salud ha estado más rara que el clima en noticias. ¿Debo de preocuparme por todo esto?  No, debo dejarle descansar, no quiero ser un carga.

No, no debo. En su brazos no estoy bien.

Dejo que mis párpados pesados hagan de las suyas ahora que estoy sola. Lentamente y con pesadez me dejo caer en los brazos del Morfeo. Sin antes arroparme en las sábanas.

¡Roc Roc!

La puerta parece ser querer derrumbada por alguien allá afuera. Me levanto con mucho cuidado del colchón quitándome así las telas suaves de mi cuerpo. ¿Quien rayos toca así la puerta? Juro que voy a...

¡Roc Roc!

—¡Joder, ya voy!

—¡Soy yo!— aquella voz me tranquiliza. Entonces, y solo entonces me quedo estática en mi lugar, ¿por qué él no entra por si solo? ¿Por qué está a punto de tirar de mi puerta?

—¿Podrías decirme desde allá afuera, cuál es la razón del tremendo odio a mi puerta?—me quejo con las manos en la cintura aunque él no puedo verme. Una distancia próxima a la puerta principal.

Espero un poco de tiempo a que me responda. Su voz  gélida luego de unos minutos detrás de la puerta se hace presente en mis oídos, se escucha agitado.

—Quema.

Simples palabras, tremendo drama mental. Frunzo el ceño. ¿Qué?

—¿Disculpa?

—Disculpa aceptada. Ahora déjame entrar— ¡Roc Roc! Vuelve a tocar de mi puerta, si sigue así, romperá de la madera. Estoy a punto de echarle en cara que mi puerta no tiene la culpa de lo que esté pasando cuando escucho un alarido de parte de él—. ¡Ah, quema, quema! —se queja—, ¡Abré la jodida puerta, Hye!

Vaya temperamento que tiene este hombre. Me doy por vencida ante su actitud y camino directo a la puerta, sin antes girarme a la derecha para supervisar la hora en el reloj de pared del centro de la sala de estar, vaya, media noche. Parece que si tomé une buena siesta.

Mis manos tocan la manija de fierro y la giro a la derecha, la puerta se desliza y su figura rigurosa está en mi vista. Su sonrisa se estanca en mi rostro y sus ojos pasan por los míos en un segundo, pero desgraciadamente solo es un segundo, pues su vista queda a mi izquierda, en el centro de mi puerta. Y no es hasta que sigo su mirada que me doy cuenta de lo que pasa.

Mis ojos se abren de par en par y mis manos cubren mi boca para no soltar un grito. Me giro a ver a mi amigo quien tiene una cara de confusión con un ceño fruncido tan anhelante. Me quedo estática ante lo que observo y mis pies me lo demuestran.

—Dime que tú pusiste eso ahí.— Nam Joon rompe en silencio y capto sus palabras en el aire, más mis ojos siguen en aquello que se centra en mi puerta.

No le respondo, mi lengua para dormir temporalmente. Mis manos tiemblan ante lo que veo y parece ser que mis nervios no me ayudan. ¿Por qué Nam Joon aún no pasa a mi hogar?

—¿Qué es lo que quema?— luego de estar en silencio unos minutos, me atrevo a preguntar, mis palabras hechas un lío. Mis manos bajan a los costados de mi cuerpo y sin predecirlo comienzo a alejarme de la entrada.

Un crucifijo del tamaño de mi cara esta colgado en el centro de mi puerta, no está en su lugar, está al revés. Su color es rojo y lo que cuelga no parece ser un santo, y lo que gotea del centro no me deja nada tranquila.

Sangre. Sangre muy roja como una manzana en pleno florecimiento. ¿Quién había puesto eso ahí?

—Quema, la manija quema Hye. ¿Olvidas a qué me dedico? ¿Quién carajos puso eso ahí? ¡Quema como los mil demonios! ¿Quién carajos te esta cuidando?

La misma pregunta me hago. Y parece que nadie me responde. Niego con la cabeza sin saber que decir, y que él hablé me ayuda un poco. O tal vez mucho.

—¿No fuiste tú?

—No.— artículo lejos de la puerta. Mis piernas andan sin saber a qué lugar se dirigen. ¿Por qué la sangre parece estar tan fresca?

—Vaya mierda— exclama en descontento. Se lleva una de sus manos a la barbilla para pensar, parece inquieto—. ¿Has hecho algún ritual satánico o algo así?

—¿Qué?

—Lo que trato de preguntar es qué, ¿has invocado a un demonio o íncubo a caso? Ya sabes, cosas de chicas para satisfacer sus necesidades.

Mis cejas se juntan un poco y le doy una cara de negación, ¿un qué?

—¿Qué carajos dices, Nam?

—Querida Hye, este crucifijo es una señal de cuidado. De protección, la persona que lo puso aquí está dejando en claro que eres de su propiedad y que ningún demonio puede entrar a este hogar, y desgraciadamente, me incluyo. ¿Segura que no es un íncubo?

— Cierra la boca y quita eso de mí puerta.—le señalo luego de gritarle molesta por no entender una mierda. ¿No puede entrar por qué ya tengo dueño? Joder, que gran drama. Parece pensar lo que está a punto de decirme, sus labios se mueven pero no dice nada hasta después de unos minutos.

—Quisiera, pero va contra la ley.— suelta llevando sus manos a los bolsillos del pantalón. Esta tan tranquilo, no se parece al Nam Joon preocupado de hace unos días que llamaba a mi móvil.

Me armo de valor para seguir con esta pelea.

—¿Qué diablos dices? —chillo con voz preocupante—. ¿Qué ley?

—No puedo romper una de las mayores leyes, y esta es la más importante Hye. No puedo tocar lo que no es mío, y tú, no lo eres.

Se toma su tiempo para admirar mi rostro. No entiendo nada ni encuentro palabras para decir algo, algo bueno o malo. No entiendo que regla debe romper ni entiendo cómo llegó eso a mí puerta.

—Debes salir de aquí, y voy a ayudarte—me mira vacilante del otro lado—. Escucha lo que harás Hye, escucha bien lo que te diré porque a nuestro alrededor hay más de una presencia cuidando de ti.

—Nam Joon...

—Hay un demonio aquí.

Demonio; Kth |1| ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora