|diez|kth

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La noche cae, y la luna se muestra por una de mis ventanas. Ahora que lo veo, esta más linda que la última vez que la observé, la última vez que la mire junto a la presencia de JiMin, aquel amor pérdido de la nada. Se fue dejando huellas que no pueden ser borradas, fue doloroso, pero justo.

El cáncer fue su mejor amigo. Y yo fui el amor de su vida. Ahora todo marcha como deber ser, ahora todo está muy mal.

—Espero y descanses, no te digo que te relajes, tienes algo macabro siguiendo tus pasos, es tenebroso, pero puedes con ello.

Él si es raro. Habla como si no hubiese problema alguno, yo solo quiero descansar.

—Gracias.

—No soy raro—reclama, sus alas ahora están escondidas en su chaqueta negra. Esto no parece un angelito—. Y soy un ángel moderno, no olvides que puedo leer tu mente.

—Dejaré de pensar—respondo, acercándome a él para reco
star mi cuerpo en la cama que me han asignado. Voy a dormir y espero no despertar.

—No puedes, el pensar es algo esencial del ser humano, Pitágoras decía que la filosofía del humano es...

—¿Si estás leyendo mi mente ahora mismo, cierto?—interrumpo, no quiero escucharlo.

—Sí, y desgraciadamente ruega que me calle. Bien, descansa. Hyung no dejará que nada malo te pase, me sorprende su interés por ti, nunca lo había tenido desde que Ali...—se calla por un momento, parece que estaba a punto de relevar algo que no quería, espero un poco, sonaba interesante lo que comenzaba a decir de mi bien amigo—. Ah no, no voy a seguir hablando. ¡Descansa Noona!

Es raro. Muy raro. Cierra la puerta y el silencio vuelve a mí, y... Oh, oh, no cerró está ventana. Mucho mejor, aire natural para mí. Recuesto mi cuerpo en las sábanas acomodando mi rostro en ellas, quiero descansar y dejar pasar todo esto. No era justo pasar momentos así en mi vida. Y tal ves el pensar en ello no me convenga en nada.

Dejaré que las cosas pasen aunque duela.

Pensamiento pasan por mi cabeza y recuerdos inundan mi alma, el aire que entra por la ventana me abraza dejando mi cuerpo en una liana, una tan suave que mi sueño pega fuertemente.

Cierro los ojos. Pero cuando estoy a punto de caer en los brazos del Morfeo, algo cae al suelo.

Me levanto precipitadamente ante el sonido y observo todo mi alrededor con el alma en la mano, mi respiración es pesada y todo está oscuro. Estoy rogando al cielo que no se enciendan las luces. Mi pecho está apretado y mi miedo hace que hable sola.

—¿Hola? ¿Hay alguien ahí?—no responden. No hay nadie, quiero creer. Quiero creer, por favor quiero creer...

¡Clap!

—¡Ah!— no tengo idea de que es lo que ha caído al suelo. Pero ha sonado horrible, mi respiración se contiene y tomo fuerzas para hablar.

—S..e...sé que estás ahí.—tiemblo en mi lugar, sentada en la cama, sosteniendo las sábanas con miedo de que sean arrebatadas de mi cuerpo. Encogiéndose mis piernas me hago una pequeña tortuga en mi lugar, estoy rogando a todos los santos que nadie me responda. Nam, necesito que vengas.

Silencio.

Joder, solo silencio. Y espero que siga así. En un maldito silencio.

Pasan unos minutos, no tengo idea de qué hora es. Solo observo oscuridad. La ventana sigue abierta, escucho el aire que golpea en las afueras ti tiemblo por mi vida.

El angelito no ha cerrado todas las ventanas.

Tomo fuerzas de nuevo, las manos me tiemblan.

—Déjame verte. —soy una tremenda loca, son las únicas palabras que pasaron por lo mente. Y como si fuese escuchada allá en el infierno.

Él aparece.

Y ahí está.

Al fondo, a mi derecha, se enciende una lámpara. Y ahí está él, aquella pesadilla que me ha estado atormentado todo esté tiempo está ahí, muy tranquila. Chillo en mi lugar, asombrada, llena de miedo tapo mi boca para no dejar salir aquel grito de ayuda cuando noto su presencia.

Es un chico. Es un maldito demonio en forma de chico. Es alto y con rulos en el cabello, cabello oscuro. Y manos delgadas, unas manos delgadas que juegan con una llave. Tiene el torso recargado en un escritorio con la cabeza gacha, sostiene si cuerpo con una de sus manos, está recargado en este, parecía observarme desde yacía tiempo.

Mierda.

Estoy temblando.

—Eres una estúpida—su voz gruesa inunda mi estancia, es él. Es él el que me ha estado molestando. Pero no es como se pinta en las películas, no. Es una persona normal que usa un traje negro. Un maldito traje negro, carajo. ¡Un demonio está frente a mí!

Su primer insulto hace que mueva los manos para soltar las sábanas para así salir huyendo, para huir por mi vida. Pero...

—No trates de huir—amenaza como si supiera mis dramas—. Lo hiciste una vez, y créeme no te salió nada bien, Hye.

Joder.

Sabe.

Mi.

Nombre.

Ya estoy muerta.

Solo me deja escucharle, su voz es una voz unida en millones. Muchas voces juntas haciendo ecos, como si se hubiese tragado almas. No puedo ver su rostro gracias a la luz y a su posición, no ayuda. Pero algo puedo afirmar, que él no deja de jugar con aquel artefacto. Una maldita llave, ¡llévame espíritu del infierno de una jodida vez! No quiero que mi sufrimiento sea tardío.

—¿Qué es lo que quieres de mí?—esas palabras sonaron muy bien, pero me trababa en cada una de ellas. Fueron difíciles de escupir.

El por fin alza el rostro, pero no puedo verle. No puedo ver nada, ¿qué carajos pasa? ¿Por qué no puedo ver nada?

De repente las sábanas son apartadas de mis manos y aunque logro moverme un poco con miedo y desesperación, él me atrapa. Soy recostada en la cama bruscamente y sujetada de las manos a mis costados sin temor. Me ha cegado, no puedo ver nada y aquello me aterra. Quiero salir corriendo de aquí, gritar y llorar. Pero mi garganta es contraída en unas manos.

Sus manos calientes me atrapan, no siento pesadez en mi cuerpo, ¿esta flotando? Mierda, mierda.

—Dejá de pensar Hye, atosigas mis pensamientos, mi mente no puede concentrarse—escupe bajito en mi oído derecho, respiro agitadamente. Estoy muerta, necesito ayuda. ¿Dónde está el estúpido angel? Escucho una risa en mi oído derecho, al parecer sigue ahí—. Los estúpidos de tus amigos están en la puerta, tratando de entrar, pero no podrán Hye. Son estúpidos.

—Déjame en paz—mis palabras rozan en sus dedos, él aún me tiene. Ya había visto este rostro, y esa voz también la había escuchado. Y justo en la maldita bañera.

Mis muñecas arden, pero no siento que alguien las tomé con fuerza. Gimo de dolor al sentir como raspan sus dedos mi piel.

Tarda en responder, sigue ahorcándome, no puedo respirar. No puedo ver, tampoco seguir soportando esto, mis pio piden aire.

—No puedo llevarte conmigo está vez, Hye, ahora eres del estúpido brujo, pero no te preocupes, Min Yoon Gi se encargará de esto. Descansa, Hye.

Descansa mientras puedas.

—¡Hye!— has llegado tarde Kim Nam Joon. Muy tarde.

Demonio; Kth |1| ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora