Epílogo

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Era un hecho,

Los años habían pasado volando.

Así como el viento durante el otoño, que se arrastraba entre las hojas de los robles y se las llevaba lejos para nunca volver.

Un montón de personas se encontraban reunidas en el jardín, riendo, charlando animadamente, bailando al ritmo de la estrepitosa música; o, en el caso de cierto moreno, compartiendo arrumacos junto a su novio, al que últimamente parecía resultarle difícil mantener sus manos apartadas de él por más de diez segundos.

La tía Lanna, quien lucía despampanante aún tras su reciente embarazo, salió por la puerta trasera de la cocina, sosteniendo un masivo pastel con la infaltable ayuda de su esposo.

Una tanda de gritos se hizo escuchar de inmediato. Sin embargo, Zayn se encontraba demasiado ocupado intentando averiguar a qué tipo de cerveza sabían los labios de Liam para percatarse de lo que ocurría a su alrededor.

No fue hasta que Louis, notablemente borracho, tiró de su camiseta, despegándolo de él de forma brusca, que cayó en cuentas de lo que ocurría.

Bajándose de su regazo, el moreno le regaló un último beso casto antes de trotar cerca de su gemelo, que se dirigía directo hacia el pastel.

En cuanto Alanna les colocó sus respectivos gorritos de cumpleaños sobre la cima de la cabeza, los invitados comenzaron a entonar esa cancioncita melosa.

Las velas esperaron por ellos para ser sopladas. El mayor se deshizo del número uno, por lo que el menor decidió ir por el brillante ocho que se encontraba justo frente a él.

Chillidos y aplausos amenazaron con llevarlos a la sordera. Zayn no vio venir a su novio, cuando se le acercó por la espalda y embarró un poco de la cobertura dulce en su nariz, saltando una sonora carcajada.

El chico le dio un empujoncito, devolviéndole una sonrisa, y accediendo a la idea del castaño, ensució sus dedos de merengue y tocó el hombro de su gemelo, solo esperando a que se diera la vuelta para mancharle todo el rostro.

Louis, como el que no se atreve a romper ni un plato, agarró un trozo del bizcocho glaseado en su mano, estrellándolo en la cara del pelinegro en el mismo instante que un brillante flash los capturó.

Y conociéndolo al igual que la palma de su mano, Liam atrajo a su novio de la cintura para invitarlo a bailar, antes de que alguno de los dos terminara siendo arrojado sobre el pastel.

Zayn se dejó llevar, besándolo suavemente.

No entendía su obsesión por tener esos labios rosados sobre los suyos todo el jodido tiempo. Se había vuelto dependiente de su contacto, sus besos y sus caricias, y aunque era algo que lo aterraba a veces, no podía negar que le encantaba.

Liam era la primera persona que lo hacía sentir como si las nubes estuvieran debajo de sus pies.

Todo lo demás se esfumaba si saboreaba sus labios, si olía su perfume y sentía esos fuertes brazos a su alrededor.

"¿Está bueno?" Zayn preguntó en un tono juguetón tras apartarse de su amado, viéndolo lamerse el dulce de la boca.

El hombre asintió con una risita, girándolo en una vuelta experimental que lo hizo caer justo sobre su pecho.

Y cuando esos ojos mieles le dedicaron una mirada tan brillante, tan pura, no necesitó nada más.

Lo amaba.

Se lo hizo saber; aún a través de la ruidosa música, bajo las luces parpadeantes del jardín y la perfecta luna que tenía toda su atención posada en ellos; se lo hizo saber, y le besó los labios, y al repetirlo una vez más presionó otro beso en su mejilla.

DICKHEADS! (and apparently, a naive kid)  [ZIAM]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora