Capítulo I: "La súper misión de Kling y Kan"

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(Kling)

- ¡No corras en la casa!, ¡Acaso no me escuchas, Kan! –gritaba desesperada mi madre al no poder controlar a mi pequeña bestia de hermano - ¡Kling por favor, dile al monstruito que deje ya de hacer alborotos!

-Mamá, deberías relajarte ya..., yo también fui así de revoltoso y aun así me aguantabas todo, acaso ¿seré aún tu favorito? –le dije a mi madre con intenciones de hacer de su cabeza una confusión inofensiva.

- ¡Por dios hijo! No digas esas cosas, sabes que nunca lo fuiste... -lamentable que mi madre tiene mejores devueltas o come-backs que yo –Mentira corazón, sabes que bromeo.

Kan, corría por toda la casa en ropa interior y no le hacía justicia a un niño de su edad para mi parecer.

- ¡Kan ya basta! Debes comportarte como un niño grande ya... -le decía mientras lo vestía.

-Cállate y juega conmigo, tú ya no juegas conmigo... -me decía haciéndome caras tristes.

-Porque tengo que trabajar... -hice una pausa- que te parece si me acompañas hoy al trabajo, pero esta vez tenemos que ir donde... ¡la reina!

- ¿Ir al palacio?

-Exactamente, Don Oracio no pudo venir a buscar mis obras, por ende, tengo que ir personalmente y escabullirme para entrar en el palacio.

- ¿Eso sería como una misión súper secreta?

-Por supuesto, ¿me quieres acompañar en una misión súper secreta?

- ¡ME ENCANTARÍA! –dijo eufórico mi pequeño monstruito.

Mientras mi madre terminaba de abrigarlo, nos daba la bendición rutinaria, ya que ella es muy católica, y nos dirigíamos a preparar a los caballos para que nos hiciesen el favor de llevarnos en la carroza.

(Adam)

-Te digo que no, y si es no, es no. Tú me enseñaste así, y tengo que ser sincero con mis sentimientos padre.

-Pero hijo, debes de hacerlo por respeto a tu gente y al reino...

Lo interrumpí –Padre, ¡entiéndeme por favor!, no quiero ser como mi hermano mayor, Christian estaba enamorado de Yacilda, según él fue como amor a primera vista, y ni amor a la segunda, a la tercera he sentido por ninguna chica de este lugar...

Me interrumpió –Adam, yo me casé con tu madre porque tu abuelo, que en paz descanse, planeó nuestro encuentro y mírame no puedo estar mejor con tu madre a mi lado, enamorado, feliz y tú también lo harás.

- ¿Entonces puedo deducir que me estás chantajeando?, ¿es así como ahora serás conmigo?

Su silencio otorgó, pero supo decir las palabras adecuadas para darle fin al tema de conversación.

-Sabes que yo no soy así, que este siglo moderno, me está contagiando positivamente. Es sólo mi desesperación por completar nuestra familia, los medios hablan de tu soltería y me preocupa que hablen específicamente eso de ti, y no de tus logros u otras cosas que haces muy bien deportivamente. Creo que te dejaré tranquilo...

Lo interrumpí –sabes que estás haciendo, y lo sé muy bien porque te conozco, te propongo algo, de aquí a un mes, si no consigo a mi pareja ideal, dejaré que tú me planees una sin objeción alguna.

Su mirada y sonrisa estalló, haciéndole brincar con un puño en el cielo, viéndose prácticamente infantil.

- ¡Trato hecho! Quiero que sepas hijo que...

Lo interrumpí por milésima vez. –Sí, si padre, que estás orgulloso que al fin me preocupo por la familia etcétera, yo solo quiero que entiendas que este tiempo para mí será muy importante, porque me dedicaré a encontrar a esa persona especial, con o sin esfuerzo y que respetes mi decisión.

Todo concluyo con un abrazo de su parte, yéndose de mi habitación, dejándome con una preocupación controlable. Decidí ir a la cocina a beber algo de agua y tomar aire fresco.

(Kling)

-Entonces lo que haremos será lo siguiente, tu entrarás por la zona donde le dan las ofrendas de comida a los reyes...

-Donde está la comida, ¿cierto?

-Jajaja, eso lo sabes de seguro, sí justo ahí, ¡y nada de robar! Eso está mal.

-Está bieeeeen –me dijo prometiéndolo.

Llegamos al palacio y por suerte se encontraba gente en la entrada, los guardias les prestaban atención a ellos, por lo que iba a ser mucho más fácil escabullirnos entre los arbustos y entrar por la reja que estaba suelta, muy elegante sería todo, pero sus rejas no estaban muy firmes.

-Ve, corre monstruito, que no te agarren. –le dije a mi hermano, mientras yo iba en dirección a la parte trasera del jardín del palacio.

Dejé el canasto en el lugar indicado y emprendí rumbo a buscar a mi hermanito. Kan se escondió en la bodega de abastecimiento y lo vi, pero con dos guardias mirándole, él comiendo queso amarillo y yo nervioso por no tener idea que inventar, hasta que decidí ser creíble.

- ¡Kan! Al fin te encuentro –los dos guardias voltearon rápidamente a observarme de pies a cabeza –discúlpenme señores, estoy demasiado abrumado por el actuar de mi hijo, ustedes no saben lo difícil que es ser padre soltero y tener que cuidar y trabajar para mi pequeño Kan, le juro que no se volverá a repetir.

Le quité el queso de las manos mientras los guardias gentilmente me daban la autorización de llevarme a mi hermano menor, pero no todo tenía que ser así de sencillo...

(Adam)

- ¡Alto ahí! –dije como en las películas, por dentro quería reír –quiénes son ustedes y por qué nunca los he visto alrededor como para que estén en la bodega de abastecimiento.

Uno de los guardias me comienza a explicar la situación, pero lo freno de lleno.

-No, no, usted no me diga nada, quiero escucharlo a él. –señalé al joven que tenía extrañamente un queso en su mano derecha mientras sostenía con la otra a un jovencillo que me sonreía como si fuera su ídolo. –¿Y bien, me dirá algo?

El chico estaba muy colorado, nervioso y algo asustado por lo que podía apreciar en su expresión facial, estaba preparado para saber qué me respondería.

El príncipe de mi puebloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora