Capítulo XIX: "Educación Sexual"

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(Adam)

Toda la noche estuve pensando en lo bien que lo hubiera pasado en la cama con Kling, pero debía controlar mis impulsos sexuales. No podía demostrar lo sediento que me encontraba de esa manera, ayer simplemente no lo pude resistir, lo ofrecí con completa sinceridad.

Christian entró en ropa interior a mi habitación y comenzó nuevamente.

-Soy Kling, bésame príncipe, te amo. -cada vez era más insoportable mientras me lanzaba osos de peluches.

-Déjame en paz, no envidies la fortuna que tenemos algunos en el amor. -dije.

-No me dañes con tus palabras por favor, sólo quiero sacarte una sonrisa, por lo mal hermano que he sido. -dijo.

-Perdóname, no lo has sido, sólo es cosa del pasado. -le dije.

Nos abrazamos repentinamente dejando sus intenciones mezquinas de lado, y le pregunté.

- ¿De dónde son todos estos peluches?

-Son los que me regalaba Yacilda.

-Deberíamos quemarlos, simple.

Su reacción facial fue única, cogimos los veinte y algo de peluches que tenía y los quemamos afuera del palacio, mientras le dejaba maldecir su nombre por lo mala mujer que había sido con él.

- ¿Qué bobería están haciendo por el amor de Dios? -gritó mi madre.

-Deshaciéndonos de objetos diabólicos má. -dijo Christian.

-Son muchos peluches que simplemente no eran más bienvenidos en esta casa. -dije.

- ¿Y no era más factible y honorable regalarlos a la gente? -preguntó la reina.

Con mi hermano otorgamos silencio debido a la razón que tenía, en vez de dañar nuestro planeta, hubiéramos hecho feliz a otros pequeños. Al menos el estrés disminuía en mi hermanito.

-Ya vayan a bañarse que dan una pinta de mal olientes, ni parecen príncipes, parecen niños pequeños. -dijo nuestra madre regañándonos.

Esta noche tenía pensado en escaparme a ver a Kling y tener un acercamiento amoroso, no lo podía sacar de mi cabeza en ningún momento, en cada pestañeo se me presentaba su imagen, más de lo encendido que me sentía por la situación de ayer, nuestros cuerpos conectados y armónicos en cada latido... lo deseaba ya.

-Necesito hacerte un par de preguntas antes de que ingreses a la ducha. -dijo seria mi madre, entrando de la nada a mi habitación muy sospechosa.

-Tengo miedo. -dije.

-No hijo, no temas. Sólo una pregunta.

-Suéltalo. -dije.

- ¿Suéltalo?, ¿qué es eso? -preguntó.

-No nada, olvídalo. Qué asco. -recordé acordándome de Cristall.

-Bueno... como decía es sólo una pregunta. ¿Has tenido relaciones sexuales?

De inmediato me sonrojé ante la pregunta, no soy de los que se vuelve Kling de repente, pero si era una persona tan imponente como mi madre era una ocasión muy especial.

-Madre dios, ¿cómo se te ocurre tanta sospecha?

-Hijo, es normal, sólo necesito saberlo para ver qué tan precavido eres ante las cosas.

-Sí, sí lo he hecho. Con una mujer. La princesa Caroline de Brickland, ¿recuerdas mi precoz relación con ella? Pues, en vez de nuestro primer beso, tuvimos todo inmediatamente, y no. No me cuidé. -le dije.

El príncipe de mi puebloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora