Capítulo XXVIII: "La primera vez"

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(Kling)

Ubicamos nuestras prendas en el armario, cocinamos algo delicioso y bebimos vino tinto, no era de mi agrado, pero una copa venía bien al corazón decía mi padre.

-El atardecer de acá es mágico, puedes quedarte alumbrado de tanta belleza. -decía Adam.

- ¿Cómo es que este lugar se construyó? -pregunté curioso.

-Pues en realidad este hogar lo hizo mi abuelo, junto a sus trabajadores. -hizo una pausa y me tomó de la mano y me llevó hasta afuera a sentarnos en una cama colgante bastante cómoda. -Recuerdo que cuando era pequeño me encantaba pintar cuando él trabajaba en la oficina, era en esos momentos que le dedicaba bastante tiempo a este lugar. Lamentablemente durante sus últimos días de vida pudo hacer uso de este lugar como un verdadero lugar de descanso alrededor de cuatro a cinco veces, pero su propósito siempre fue traer a nuestras futuras familias aquí y tú ya lo eres para mí.

Se me rompió el corazón con las lindas palabras que le dedicó y como su expresión facial se entristecía cuando recordaba a su abuelo, sus ojos lagrimosos, su voz quebrándose, sólo pude evitar que llorase besándolo.

Al parecer fue la mejor decisión que hice, ya que se sintió bastante cómodo, puso bastante de su parte y lo quería con ganas, nunca me había besado con tanta intensidad, parecía que no era él, sus besos eran más delicados, pero esta vez estaba siendo salvaje y no me molestó en lo absoluto.

-Cada vez tus besos me vuelven más adicto. -me dijo.

-Así lo sentí, nunca me habías mordido los labios.

-Quiero probar cosas nuevas contigo y al parecer no te molesta.

-Todo lo contrario, sigue así.

Siguió besándome, pero esta vez se acercó aún más, puso sus rodillas debajo de mis piernas e intentó forcejear suavemente para que entrase más cómodamente, entendí la indirecta y esta vez me acerqué yo aún más, puse mis piernas alrededor de su cuerpo sentándome en su regazo, entrelazó sus brazos por mi espalda y encima de sus hombros.

Su lengua la introducía sin querer dejarla salir, sus labios se conectaban con los míos su aliento lo respiraba sin malestar, lo deseaba a cada segundo, su perfume penetraba directamente en mis pulmones, la fuerza que aplicaba cada beso que daba me excitaba, sentía sus músculos en mi espalda, su erección ya era inevitable de sentir, me convencía de no sentir vergüenza y funcionaba, lo que tenía en mente era presenciar cada emoción de deseo que realmente sentía. Y así estuvimos dos horas besándonos, con pausas precoces hasta que decidió decir lo que sabría qué diría.

-No aguanto, necesito que vayamos para arriba.

Su mirada de angustia me dio hasta un poco de risa, porque ya no era divertido lo mucho que quería hacer el amor, sentía como apretaba cada músculo desde los muslos hasta la pelvis incrementando su deseo sexual.

-Vamos, estoy preparado, ahora sí. -le dije inseguramente seguro.

Tenía miedo no lo iba a ocultar, pero tenía que hacerlo y demostrarle que yo también quería, que mis miedos no se tenían que ver frustrados hacia su persona, todo lo contrario, confiar en él y en lo que quería demostrarme.

Me levantó de la cama colgante me llevaba con mis pies entrelazados en su cadera, me sentía tan cómodo en sus brazos, su fuerza era increíble, sus brazos me volvían loco, luego recordé.

-No podemos, debo... ir al baño. -le dije acordándome de las lecciones que me habían enseñado mis padres.

-No... ¡por qué! -dijo angustiado.

El príncipe de mi puebloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora