Capítulo XVIII: "El Vals"

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(Adam)

Por un momento sentí que arrodillarme fue la peor postura que pude haber hecho, me mareé por unos segundos, debido a los nervios. Su expresión facial me dijo demasiado, pero estaba seguro de que de toda esa emoción que derrochó, vendría un sí.

-Nunca había llegado a esta parte de mi imaginación. -dijo cómico Kling.

No pude evitar reír bastante, me puse de pie, tomé sus dos manos y repliqué.

-Entonces... ¿qué dices?

-Por supuesto que sí príncipe... -lo interrumpí besándolo apasionadamente, introduje mi lengua de la emoción.

-Me haces el hombre más feliz en estos momentos, todo lo que he dicho lo siento, y no te miento.

-Sólo debes prometerme que me serás leal y no meterás la pata. -me dijo alzando su dedo meñique.

Alcé el mío como método de compromiso. -lo mismo digo y así lo haré. Ahora que eres mío no eres de nadie más. -dije algo pícaro.

-Pero al menos ¿sí de mi familia? -preguntó.

-Obvio... es un decir.

Se reía él. -bromeaba sólo tuyo y de nadie más.

Después de unos de los besos más románticos que he tenido a la luz de la luna y de los faroles que reflejaban el agua de la piscina e iluminaban nuestros rostros, teníamos que incorporarnos de nuevo a la fiesta, pero pretendía hacer algo allá.

Al parecer dentro de la fiesta todo iba normal, la gente ya estaba bailando, algunos estaban comiendo, bebiendo, otros simplemente conversando. Me percaté unos segundos de mis padres bailando en el centro de la pista y presencié detenidamente las miradas de ambos al bailar, la conexión que no envejecía sin importar los años transcurridos, el contacto físico que tenían que demostraba cuánto se seguían deseando y las esporádicas conversaciones que tenían durante el baile.

-Te molesta si... -alcé mi mano como petición para que Kling aceptase ir a bailar conmigo.

-Será un verdadero placer. -dijo.

Lo llevé al centro de la pista y me posicioné justo al frente de él algo más cerca de lo normal y tomé su mano derecha y la posicioné en mi hombro izquierdo luego tomé su otra mano y no la solté hasta que la música se detuviese y con mi mano izquierda me sostuve fuertemente de su cintura. Estaba tan a gusto que no me quería soltar nunca de ahí. Comenzamos con el primer paso y lo vi algo concentrado, *pum*, primera pisada de pies.

-Oh dios, discúlpeme príncipe. -dijo sonrojado.

-No sientas que nos miran, sólo sigue mi desplante y de ahora en adelante no me diga más príncipe. -lo pisé suavemente a propósito. -ups, esta vez fui yo. -dije bromista.

Se ha reído y sonreí que entendió mi broma. -Creo que ya lo tengo. -dijo volviendo a su color de piel normal.

-Lo tienes, bebé. -dije sin pensar.

- ¿Bebé? -preguntó volviendo al color rojo - ¡qué lindo!

-No pensé, me gustas demasiado, no sé ni qué digo.

-Me gusta, amor.

Sonreí. Mientras girábamos en el vals y coqueteábamos con nuestras miradas, le daba volteretas, él me daba algunas a mí, cabía destacar que era incómodo cuando lo intentaba debido a que mido veinte centímetros más que él, por lo que me hacía encoger y no se veía muy estético al baile, pero nadie dijo que tenía que ser perfecto, haría lo que fuera por tener siempre una sonrisa en su boca.

El príncipe de mi puebloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora