Capitulo XXXII

23 6 0
                                    

Demencia

Nueva York, Estados Unidos

Las calles son desoladas, la cuidad nunca duerme más sin embargo debido a las fuertes nevadas que azotan a esa región del país se suspendieron varias actividades colectivas, las calles están repletas de nieve y es difícil transitar en ellas, la máquina de hielo había despejado las calles pero minutos después las calles estaban teñidas de blanco nuevamente, entre la silenciosa carretera transita un solitario vehículo, de color rojo intenso, con cuidado al girar por que la nieve deja resbaladizo el pavimento, los ojos semi rasgados azules de la mujer miran con atención los árboles salpicados de blanco, la tierra se ha cubierto por la misma, un suspiro cansado sale de sus delgados labios al entrar a la ciudad, sus ojos cansados se dirigen al camino, después de una noche viajando había llegado a su destino, acelera; desea con apuro llegar a su destino, hacer el trabajo que le habían asignado e irse sin problemas, no le gusta la ciudad, la joven psicóloga odia la vida tan apurada de Nueva York, las personas vivían tan inmersas en sus mundos que habían olvidado lo más importante: La empatía hacia el mundo que les rodea, según la psicóloga aquello es lo que nos hace humanos. El automóvil se vislumbra por las vacías calles, el sonido del motor hace eco en el silencio, los ojos azules de la psicóloga se fijan en su GPS para no perderse en aquella gran ciudad. Al llegar a su destino baja del auto, el frio le azota violentamente, la psicóloga se abrazó al grueso abrigo que no deja que el frío penetre en su cuerpo. Camina hacia el gran edificio, al entrar el calor la abraza, se deshace de su abrigo y dirige su andar hacia la recepción, una mujer le atendió sin siquiera dirigirle una mirada, la psicóloga con la poca paciencia que poseía se quedó en silencio, espero hasta que la amargada recepcionista la buscara en el sistema, minutos después que para la psicóloga fueron horas la mujer le indica el piso y la oficina del jefe a cargo, ella camina hacia el elevador con pasos apresurados, marca el botón del último piso donde se encuentra la oficina a la cual debe ir, escucha el sonido de la melodía que se reproduce a cada momento, da gracias al cielo cuando las puertas del elevador se abren, se apresura a caminar entre los detectives que le miran desde sus escritorios, el día ha sido un borrón gris, por lo cual la llegada de la psicóloga forense Elisabeth Whinter les parecía tan interesante, la excesiva mirada de las personas presentes le incomoda a la mujer, da unos firmes toques a la puerta, al instante escucha un "Adelante". La oficina es un completo desastre, hay papeles y archivos por todas partes de la estancia, en medio de esta un hombre escribe con agilidad en la computadora, parece de unos cuarenta y tantos; de piel oscura, ojos marrones grandes, una barba espesa rodea sus gruesos labios, su cabello oscuro peinado de manera descuidada y su cuerpo musculoso se encorva en la silla de madera. El hombre no se percata de la presencia de la psicóloga hasta que esta carraspea, el hombre le sonríe más sin en embargo ella no corresponde. El hombre cambia su postura viéndose más serio, la mujer le mira sin expresión, el hombre carraspea para después hablar;

—Buenos días señorita Whinter. —dice con una voz raposa.

—Buenos días teniente Stuard. —dice la psicóloga con seriedad. El hombre dirigió la mirada a su reloj de mano.

—Veo que es usted puntual. —dice con sarcasmo y un tono de burla que no pasó desapercibido por la mujer.

—Veo que es gracioso, la fuerza no debería ser su vocación ¿Sabe? —dice con una sonrisa de suficiencia y el hombre le mira con enojo; nunca nadie en su departamento había tenido la osadía de decirle algo respecto a su poca educación, pero por supuesto; ella no pertenece allí.

—Debería cuidar sus palabras ante su superior. —dice en amenaza el hombre y ella sonríe con sorna resaltando los hoyuelos en sus mejillas.

Predilecta:. La Nueva Portadora [La Saga Facinum] Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora