Noche de terror
Mansión Musimy Vancouver, Canadá
Se escucha solamente el sonido de su respiración errática y acelerada, la casa está en tinieblas, la única luz que tenuemente alumbra es la proveniente de la calle que se filtra por un enorme ventanal con cristales transparentes. La joven tapó su boca intentando calmar su pesada respiración para hacer el menor sonido posible, el escalofriante silencio es cortado por pasos asechando hacia donde ella está provocando un macabro sonido que hace latir con más fuerza su corazón, cada paso es como un cuchillo clavado en su pecho, puede ver las botas militares manchadas de algunas gotas de lodo seco, los pasos son lentos, desliza sus pies por el mármol pulido de la cocina, como los imponentes leones cuando acechan a su presa, las lágrimas empiezan a poblar su rostro, sus piernas tiemblan, se pega más a la pared, se encuentra bajo una mesa al fondo de la habitación, el hombre se detiene frente a la mesa, su corazón late desbocado; piensa que el hombre la encontró, suspira de alivio cuando ve los zapatos negros alejarse, cierra sus ojos y cuando los abre nuevamente el rostro macabro de un hombre se encuentra frente a ella. Sus ojos oscuros brillan en la oscuridad, su sonrisa retorcida y su mirada psicópata le dan a entender que aquello le divierte más de lo que podría imaginar, como si él pudiese sentir su miedo y parecía alimentarse de él. Sin darle tiempo de nada jala de su cabello para sacarla provocando un grito en la joven. Las lágrimas se acumulan en sus ojos mientras el hombre la arrastra por la oscuridad de la casa, ella no puede ver nada que pudiera ayudarla a salvarse de aquel hombre, solo deja de luchar; se rinde. El hombre camina varios pasillos y escaleras hasta estar frente a una puerta, al abrirla varias linternas alumbran la estancia, ve a una joven pelirroja y a un joven de cabello oscuro, ambos atados de manos y pies, con las bocas cubiertas. Los hombres hacen lo mismo con ella y uno de ellos sonríe.
—Solo falta el premio mayor y ustedes son el incentivo. —
Horas Antes
Mansión Musimy, Vancouver Canadá
Aquel lugar es silencioso; las paredes son de color beige con decoraciones victorianas en color corinto y dorado, la gran chimenea tiene de cada lado pilares pulidos de forma griega, de fina cerámica blanca a los lados —al igual que hay más pilares en los centros de cada lado de las paredes— y en la parte de arriba yace un cuadro de una hermosa familia. Los muebles son de madera clara, aunque algunos de madera blanca, son modernos y adecuados al elegante lugar, los sillones son rojos vino; los cojines dorados y blancos, en la estancia hay varios jarrones antiguos de porcelana adornados con flores y algunas estatuas negras abstractas de personas, las paredes están vestidas por muchas pinturas antiguas, también hay una puerta corrediza de cristal por donde se filtran los últimos rayos del sol dándole un toque más amplio a la sala. Una joven pelirroja yace sentada en un sillón de la sala de estar, tiene el teléfono en su mano, jugado nerviosamente con el artefacto, revisa la hora ansiosa, la llamada de su amiga la había dejado de aquella manera. Era impropia la seriedad con la que la joven castaña le había hablado. El sonido del timbre interrumpe el silencio de la joven, ella rápidamente se levanta a abrir la puerta. Su sorpresa es grande al ver que la joven castaña no está sola, dos jóvenes más le acompañan.
—Arle. —dice mientras abraza a la joven, algo en su interior le dice que ella necesita exactamente eso, lo confirma cuando la latina le abraza más fuerte.
—Isa, gracias por dejarnos quedar. —agradece la morena.
—No hay problema Arle, pasen por favor. —dice con amabilidad la de ojos celestes. Los guías a la sala y todos toman asiento.
—Isa ¿Podemos hablar en privado? —pide, la pelirroja asiente y se levanta del sillón seguida de la morena. Ambas se dirigen al enorme comedor de la mansión, se sientan en las sillas del juego de mesas de la más fina madera. Una frente a la otra.
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Predilecta:. La Nueva Portadora [La Saga Facinum] Libro 1
FantasiArleia es una joven desdichada, siempre lo fue, no recuerda un momento en su vida en el cual hubiese pensado diferente al respecto. Cuando tenia cinco años sus padres se separaron. Arleia siempre fue aplicada, siempre fue la chica buena, la que vela...