Capítulo XLIII

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Tratamientos mentales

Manhattan Psychiatrist Center, Nueva York

«Desolación, es lo único que siento, no tengo nada, los seres humanos somos hechos de momentos, la vida es hecha de momentos, pequeños fragmentos de tu pasado, que de una manera ya sea mala o buena forman tu carácter, pequeños instantes en los cuales decides si te gusta el rosa o el azul, si prefieres helado de vainilla o de chocolate, si te gusta dormir de lado o boca arriba, si te gusta el rock metal o el pop, momentos que nos llenan el corazón de experiencias, momentos que nos dejan cicatrices, otros que nos dejan calidez, algunos otros tristeza, pero de eso se compone el comportamiento humano, es lo que nos hace ser únicos de los demás, estamos compuestos por miles de emociones negativas y positivas que aunque a veces parezca que son innecesarias, no lo son, ya que todo tiene un motivo, una función por más desagradable que parezca, pero ¿Qué pasa cuando no tienes nada? Cuando los momentos desaparecen, cuando no sabes lo que te gusta o disgusta, cuando no hay sentimientos negativos ni positivos en tu interior, cuando sólo hay vacío; no tienes nada, nada más que frío, ni siquiera existe el sentimiento de tristeza por qué no tienes motivos para sentirte de esa manera, no recuerdas lo que es sentir, lo que se siente sonreír de verdad, reír con desespero, llorar de dolor, estar furiosa. Pierdes todo y ni siquiera sabes lo que has perdido, no hay motivos para existir; simplemente dejas de hacerlo»

Una joven morena yace sentada en una banca, mirando a su alrededor, el verde del pasto brilla por las gotas que dejo el rociador del jardín, mira a las personas a su alrededor, todos incluida ella visten una bata blanca, algunos llevan el cabello desordenado, ella por otro lado se peina diariamente, aunque no encuentra el motivo del por qué lo hace, ya que no es necesario en aquel lugar, una mujer de unos cincuenta años se sienta a su lado, su cabello rubio es teñido con algunos cabellos blancos, sus ojos marrones le miran con cariño, es la única persona además de sus enfermeras con quienes podía conversar de manera civilizada, la señora siempre le dice que ellas dos son las más cuerdas del lugar, las únicas que llevan en hilo sus pensamientos, aunque ella no está segura de estar del todo cuerda. La mujer mayor fue dejada por sus propios hijos en aquel lugar, ella había perdido la vista en un accidente automovilístico y el estrés postraumático que quedó cuando la mujer perdió la visión fue demasiado para sus hijos, no querían cuidar de ella, inventaron que había tratado de matarse, supuestamente la mujer tenía tendencias suicidas y sufría de depresión, más sin embargo no era así, sus hijos simplemente querían quitarse el cargo de cuidar a una anciana ciega, lo cual era sucio y triste, la muchacha morena cuando escucho la historia de la mujer sintió por primera vez una emoción; Furia. La mujer coloca su mano sobre las suyas. La muchacha le mira con sorpresa, le ha sacado de sus pensamientos.

—Estas muy dispersa hoy linda ¿Pasa algo? —le pregunta la mujer mayor.

—Sólo pensaba Catherine. —le dice la muchacha con amabilidad, son pocas las personas que conocen el lado amable de la muchacha, sólo la mujer a su lado y la psicóloga que le había salvado, la cual le visita a menudo.

—¿Algo en especial? —pregunta la mujer, ella sonríe con sorna.

—No existe nada de especial aquí Catherine. —le dice la muchacha de ojos castaños.

—Puede que si haya algo. —le dice la anciana.

—¿Qué se supone que sería ese algo? —cuestiona la joven.

—Las tardes de Jazz. —le dice con simpleza.

—Sin duda eso es algo especial. —ríe la joven, seguida de la mayor.

—¿Has tenido pesadillas últimamente? —pregunta.

—Como cada noche Catherine. —le responde ella.

Predilecta:. La Nueva Portadora [La Saga Facinum] Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora