La fuerza más poderosa del mundo no es el amor, son las armas.

Capítulo: 14

[ADVERTENCIA: Ya no voy a usar los idiomas originales, pues tardo más en escribir y me da flojera hacerlo de esa forma... Así que todos van a hablar español, awebo que si.]
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— Duérmete mi niño,
duermteme ya,
porque viene el coco,
y te comerá~

Duérmete chquito,
Duérmete mi amor,
Duérmete pedazo,
De mi corazón~

— ¿A quien le cantáis, Xochiquetzal? — Pregunto la criada mientras limpiaba el piso.

— A mi niño, se que está en algún lugar, se que algún día lo veré de nuevo... Y siento que está triste, soy su madre, lo sé, espero que los dioses lleven mi canto hasta el, siempre se calmaba cuando yo le cantaba.  — Dijo la hermosa Xochiquetzal, sosteniendo una fotografía de su pequeño y amado México.

[...]

Third Reich, Estados Unidos y Alemania discutían sobre el posible rescate de la madre de México.
El cual se encontraba solo en su habitación, sentado en el balcón de la ventana observando el exterior.

— ¿Donde esta tu pequeño bastardo URSS? — pregunto Nazi con arrogancia.

— La nación Rusa no tiene permitido inmiscuirse con México y sus asuntos. — Contestó URSS fríamente mientras leía algunos reportes.
Estados Unidos frunció el ceño extrañado, ¿Rusia sin apoyar a México? Era cierto que URSS podía disponer de los recursos de sus hijos, pero el hecho de que no lo hiciera Rusia directamente le era extraño.
Alemania y Estados Unidos intercambiaron miradas de confusión, pero prefieron no preguntar

— Creo que una guerra es innecesaria Lord URSS y führer Nazi... — Dijo Estados Unidos masajeando su nariz para mantener la poca paciencia que le quedaba.

— Concuerdo con Estados Unidos, creo que hacer eso es un tanto extremista. — Dijo tranquilamente el alemán.

— ¿Desde cuándo es "extremista" para nosotros una guerra? —Nazi miro algo molesto a su hijo.
Y ahí una nueva discusión se inició nuevamente.

Mientras tanto, el moreno observaba a la nada, ensimismado en sus pensamientos y pensando, "¿Por qué a mí?" Porque seamos sinceros, México ya había tenido demasiado sufrimiento, pero... ¿Quién somos nosotros para determinar cuánto sufrimiento es suficiente?
Recargado con melancolía sobre el barandal, eh hincado observado el ambiente, frunció el ceño observando una figura peculiar caminando por la acera.
Aquel hombre de porte elegante, fornido y alto se detuvo justo al frente, mirando hacia arriba.

Las miradas de ambos se cruzaron, y los ojos del moreno se iluminaron cuál estrellas.
Aquel hombre con gabardina sonrió ampliamente y el mexicano le devolvió la sonrisa, indicándole que subiera.
El alto era un buen escalador, sin necesidad de entrar en la casa, subió por fuera hasta le ventana, abrazando al tricolor con fuerza. Éste se dejó hundir en aquellos brazos y busco abrigo en tan cariñosa muestra de afecto.

— Hola México. —pronunció suavemente aquel sujeto.

— Hola...

China.