Oscuridad parte 1

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Carta de Loki
Me enteré de todo lo que hice. De todos y cada uno de los crímenes que cometí. No porque el recuerdo llegará. Porque lo cierto es que no llegó. Conocí cada uno de mis crímenes cuando escuché las acusaciones en el juicio. Acusaciones que venían directamente de la boca de Odin. Claro... Él era el rey. Él era el que debía juzgarme, puede que me molestará. Aunque ahora la cerda que no recuerdo que me molesto más, si que fuera mi propio padre quien dictará mi sentencia sin dejarme hablar o que me hubieran llevado allí esposado y con un collae. Como so fuera una bestia salvaje. Cuando llegue a la sala del trono era Frigga la que me estaba esperando. De pie con expresión serena, pero yo la conocía y podía observar en sus ojos toda la preocupación que sentía en aquel momento.

-Hola madre ¿orgullosa de mi?- pregunté, con amargura. Pero necesitaba aquel sarcasmo.

- No lo empeores más-Me pidió, era una orden, una suplica, una petición y un consejo. Todo eso al mismo tiempo. Frigga se acercó a mi, sin vacilar y sin miedo y me dio la mano apretando fuerte su agarre. Con ese apretón, con ese simple apretón lo dijo todo. Todo lo que necesitaba decirme, todo lo que necesitaba desprenderme, todo lo que sentía. Lo resumió en un simple apretón de manos como sólo ella sabia hacerlo.
-Basta- grito Odin -!Quiero hablar con el prisionero a solas¡ - grito.

"Prisionero" Yo era su hijo. Yo... Yo soy el prisionero. Después de todo.
Frigga lo miro resignada. Después me miro rápido a mi, se dio media vuelta y se marchó a paso ligero. Y entonces, sólo entonces empezó todo.
Odin co.enzo a gritarle cada una de las atrocidades que cometí. Le dije que los humanos necesitaban ser controlados, que querían serlo. El me siguio gritando como un desesperado hasta que ordenó que me llevarán a las mazmorras.
Mira tu... el único sitio de todo Asgard que no conocía. Me llevaron casi a rastras. Me fijé en todos y cada uno de los guardias. Recorrí con mis ojos toda la sala, busque por todos los pasillos mientras me escoltaban.

No estabas. No habías ido a mi juicio, no eras uno de los que me arrastraba poco a poco hacia mi castigo, tampoco eras ninguno de los que me miraban con desprecio por los pasillos ni con curiosidad. Simplemente no habías asistido. Deje de intentar ir más lento cuando me percaté de ello. Me deje llevar sin más cuando caí en que no ibas a aparecer, y yo debería de sentirme aliviado por ello. Porque no vieras como me arrastraban, por qué no vieras como me habían encadenado y porque no vieras como me metían en aquella prisión de paredes transparentes. Pero no era así. No podía sentir alivio porque sabía que si no estabas allí ese día, tampoco estarías mañana, ni pasado, no vendrías a visitarme ni siquiera un día durante mi condena. Y la condena era de por vida.

En cuanto entre en la prisión las cadenas y el collar desaparecieron. Era una habitación grande, no mentire, aunque si es cierto que la mía era más grande, todas las paredes eran transparentes y todo aquel que no fuera preso podía entrar. Eso no me gustaba. Siempre he sido una persona que valora mucho su intimidad. Además para colmo a la hora del baño aparecía una ducha allí, en mitad de la sala y tu te desnudarbas y te duchabas allí. En mitad de la nada bajo la mirada de todo el que quisiera posar los ojos en ti.

Me negué a ducharme la primera noche. Nadie podía obligarme después de todo. Tampoco mire a nadie mientras se duchaba, entre otras cosas porque sabía que tarde o temprano yo tendría que hacerlo y no quería que la ducha se convirtiera en un duelo de "Haber quien estudia más el cuerpo de quien" Me acurruqué en la cama bajo las sábanas y cerré los ojos. Al día siguiente también me pase el día bajo las sábanas. No quería ducharme, ni comer, con un poco de suerte moriría de inanición en una semana y alguien encontraría mo cadáver allí, en posición fetal bajo las sábanas.
No obstante cuando se acercaba la hora de la cena escuché unos pasos, pesados, fuertes, seguros y lo más importante, En mo dirección.

Con magia habría visto quien era sin necesidad de salir de mi escondite, pero la magia en aquel lugar era reducida y algo aún más importante. Se parecían tanto a tus pasos que ni siquiera pensé que podría tratarse de otra persona.

Me incorporé tan rápido que por un momento no vi nada, y un fuerte dolor de cabeza me aturdido, llevaba demásiado tiempo en aquella posición.
Pero cuando comencé a distinguir algo me di cuenta de que no eras tú. Heimdall.
-¿Habandonando el puesto para venir a ver a un Prisionero? Si Odin sen entera...

- El rey no se entera de todo Loki... Por eso estas tu aquí... ¿No es así? - pregunto en un tono apaciguado.
Lo sabe. Sabe que en Nueva York no fui consciente de nada. Claro que lo sabe. Claro que lo sabía, Heimdall lo ve todo, en todas partes, todo el tiempo.

-Calla - susurre.
Él dio un paso más hacia mi, entrando en el recinto.

-¿Por qué no le has dicho la verdad? ¿A ninguno? Ni siquiera a tu madre o a Thor. Loki estando aquí estas rodeado de tus enemigos. Lo que te aguardan estas cuatro paredes no es bueno. Ni siquiera has comido en todo el día. Esto te destruirá.

-En eso se basa castigar, en destruir. Y no dije nada por la misma razón por la que tu no dirás nada. Soy el culpable de que Odin casi muriera en manos de Laufey porque yo lo dejé entrar. Soy el culpable de que Jotumhaim casi fuera destruido al completo y soy el culpable de que el Bifrost fuera destruido. Además no me resistí a Thanos de ninguna manera.

-Ni siquiera el guerrero más fuerte de todo Asgard habría logrado enfrentarse con Thanos. No eres culpable de lo de Nueva York y es por nueva York por lo que estás aquí.

- Pero si soy culpable de Jotumhaim. Que es tan grave como lo de Nueva York porque casi exterminio a una raza. Causando destrozos en mi propio reino.

-Odin debe saberlo.

-Odin es más sabio que tu y que yo. No me reducirá la condena porque después de todo sigo siendo un asesino que engatuso a su primogénito para que comenzará una guerra contra los gigantes de hielo. - Le observó. Le observó atentamente. No le he convencido de nada. -Callaras - le ordenó. Heimdall entre cierra los ojos.

- Me debo a mi rey - contesta. Dándose la vuelta y saliendo de la jaula, camina un poco por el pasillo. Peor yo no puedo permitir que salga. Merezco esto. Lo merezco de veras.

- No se lo diras- habló un poco más alto para que me escuché- porque tu Sabes mejor que yo que este es el único lugar en el que no me haré daño a mi mismo.

Heimdall me mira por enci.a de sus hombros. Esa razón si parece de peso. Al menos para él.

-Ya te lo estás haciendo - contesta.

Me caigo de rodillas al escucharlo. Su voz resuena en la sala. La lágrimas amenazan con salir de los ojos. Heimdall se marcha y yo me quedo ahí, observando como otros me observan curioso.

No es suficiente auto destrucción para mi. Pero duele. No es suficiente castigo. Pero ya estoy cansado. Dejó escapar un alarido de impotencia.
Aún así espero que no lo diga. Que no lo confiese. Porque entonces... No se que tendré que hacer conmigo mismo.

Desde El Otro Lado Para El Rey Donde viven las historias. Descúbrelo ahora