火曜日/fire's day

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Han pasado cinco días desde que lo apuñalaron, ahora está saludable y tranquilo. Por lo menos saludable. Por ahora.
Esto podría ser un resumen de lo que pasó en los días en que se debatía su vida y otras cosas.

Martes

La mañana comenzó con una pelea. No una a golpes o movimientos de lucha complicados; una pelea verbal. Mucho más difícil de ganar en cierto sentido.

El centro de la discusión giraba en torno a cierto asunto legal que dividía a ésta familia de tres personas.

—¡No voy a permitir que eso suceda! ¡¡Nunca, nunca, nunca!!

A pesar de ser las nueve de la mañana y de que las reglas en los hospitales estipulaban claramente que se debía mantener la voz baja, Chika daba rienda suelta a su infantil berrinche.

—Baja la voz, Chika. Esto es un hospital.

—¡Es que no entiendo porque Onii-chan quiere hacer algo como eso!

Después de esa charla con Marina, incluso teniendo muy claro que ella ya no quería nada más con él, sabía perfectamente lo que debía hacer.

No lo hacia por un "nosotros". Ya no quedaba nada de eso.

Lo hacia por ella, cuyo ser se había empezado a perder en algún punto. Debía ser una tortura vivir con esos recuerdos.

Merecía una segunda oportunidad.

Una nueva vida lejos de él y de la pequeña rubia.

Especialmente, de la pequeña rubia.

—¡¿Por que Onii-chan no quiere que Marina vaya a la cárcel?! ¡Trató de matarlo!

—¡¡Chika baja la voz, maldición!!

Hiyore no la soportó más y trató de infundir algo de disciplina golpeando con sus nudillos la cabeza de la pequeña que estaba sentada junto a la cama.

Si la enfermera que entró por la puerta en ese momento, hubiera medido dos metros de altura y tuviera gruesos músculos bajo una bien bronceada piel, seguramente no sería una enfermera. Pero definitivamente sería quién debería golpear la cabeza de Hiyore.

Su grito se escuchó por todo el pasillo.

Sin embargo, la enfermera se limitó a dar una dulce sonrisa y decir "Por favor, bajen la voz. Hay pacientes que necesitan dormir", antes de dar la vuelta y volver por donde había llegado.

—Lo lamentamos muchísimo.

Hiyore se inclinó a la vez que bajaba la cabeza de Chika. Lo último que quería, era pasar vergüenza en un hospital por culpa de su hija, cuando se supone que ni siquiera debería estar allí. Eran las nueve de la mañana de un día hábil, el jefe de Hiyore había tenido la humanidad de permitirle llegar un poco más tarde ese día, pero esa humanidad no era la suficiente como para darle el día libre.

Después de la extraña petición que le hizo su hijo mayor, discutirlo durante un buen rato y los escandalosos berrinches de Chika, ya iba siendo hora de que partiera a su trabajo en el extremo más alejado de la ciudad.

—Hijo, ¿es esto lo que realmente quieres?

Observó los ojos de su hijo en busca de algún signo de vacilación. Dudaba que el ataque que recibió por parte de Marina hubiera alterado de alguna manera su psique, aun así, el favor que le pidió su hijo distaba mucho de su lógica.

—Totalmente. Disculpa que te lo pida, lo haría yo mismo si pudiera, pero estaré aquí hasta mañana.

—Recuerdas porqué estas aquí, ¿cierto?

Yandere ImoutoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora