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Un sueño.

Un sueño de color púrpura. Alguien decía un nombre, pero no era el suyo. Tampoco era el de alguien que conocía. Tal vez era de uno esos sueños premonitorios y el nombre que escuchaba era el de alguien que iba a conocer o sólo era algún nombre que había escuchado en cualquier lado.

Antes de que pudiera recordarlo, despertó.

Lo primero que vio fue el techo. A menos que hubieran puesto un candelabro de cristales mientras dormía, no era el techo de su habitación. Después, examinó el lugar en el que se encontraba. Un cuarto de muros color crema y alfombra de estilo cebra con varias piezas de ropa repartidas por todo el lugar. Sobre el televisor, en el suelo, sobre la cama, amarradas en el caño junto a ella.

Se dio la vuelta. Había un enorme espejo que reflejaba su cuerpo y la habitación entera. Y entonces lo vio.

Había alguien durmiendo a su lado. Una figura que se acurrucaba bajo mantas de terciopelo púrpura. De algún modo sabía que no era conveniente saber quién estaba allí. Aun así, de todas formas lo hizo.

Con un suave movimiento de su mano, descubrió a la persona que roncaba dándole la espalda.

Era un chico. Al verlo, una terrible escalofrío le recorrió la espina.

La noche anterior, después de todo lo que se había bebido, debió encontrarse con este chico y éste había logrado hacer que llegaran juntos a la habitación.

Y ambos estaban desnudos, si habían tenido sexo, no lo recordaba.

No era la primera vez que se decía esto pero...

—Jamás vuelvo a beber en mi vida.

Antes de esperar a que el chico despertara, reunió su ropa, se vistió lo más en silencio que pudo y se fue de la habitación. Solo quería irse, no le importaba quien tuviera que pagar la habitación del hotel.

Bajó las escaleras hasta el primer piso y salió rápidamente del edificio, sólo con la intención de alejarse de ese lugar.
Pero antes de que pudiera encontrar un taxi libre, se encontró con una conocida.

Ella reconoció rápidamente su rostro, pero la chica no le alcanzó a decir nada porque huyó tan rápido como le permitieron sus piernas y dejó plantado al recién llegado taxista que estaba esperando a que subiera.

Corrió sin rumbo alguno, escapó sin razón alguna. ¿Por qué escapó de esa chica de esa manera? Sólo quería desaparecer, dejar atrás este mundo y sus problemas. Olvidarse de la vida que en ese momento deseaba no tener. ¿Debería acabar con todo de una vez? No. Todavía sentía que su vida se aferraba a algo, y tal vez, no tan sólo la suya.

En silencio, puso las manos sobre su vientre y recordó al sujeto que había estado roncando a su lado.

●●●

—¿No recuerdas nada? Es decir, ¿nada de nada? ¿Recuerdas tu nombre? ¿tu familia? ¿Sabes quién soy yo, al menos?

—Claro que recuerdo esas cosas, deja de tratarme como idiota. Sólo tengo resaca, no amnesia.

En un restaurante no muy lujoso pero no por eso malo, más o menos pasado de las doce, dos amigos disfrutaban de lo que podría llamarse un desayuno-almuerzo. Ambos se habían encontrado en el pasillo del hotel mientras estaban a punto de irse cada uno por su lado.

Tatsuro, después de años de sacrificado entrenamiento, había desarrollado una mejor resistencia al alcohol que la que tenía su amigo, que aún caminaba desorientado cuando se lo encontró en el tercer piso. Verlo así de mal lo tentó a querer hacerlo bajar por las escaleras, pero pronto lo reconsideró y ambos habían llegado por el ascensor hasta el primer piso.

Yandere ImoutoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora