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El vacío. La caída liberadora que ponía fin a los problemas y a la vida de los desesperados. Por poner un número a la situación, sería un minuto y medio de caída antes de encontrar el asfalto.

Solo se necesita uno para ver toda tu vida pasar frente a tus ojos, ¿no es así?

¿Qué seria del resto del tiempo? Tal vez se arrepienta. Tal vez encuentre la solución perfecta a su problema mientras siente como su cara se acerca más al suelo. Tal vez libere su ki interior, se convierta en un saiyajin y se escape volando hacia otro país. Tal vez pasen muchas cosas si decide saltar.

Pero no lo hará. La muerte es definitiva. La vida, en cambio, está llena de posibilidades. Su trabajo es encontrar las mejores, aunque encontrarlas fuera como buscar una aguja en un pajar. Suerte que alguien le había dicho que solo necesitaba prender fuego para encontrarla.

Chika era el fuego, y el buscaba una forma de que se consumiera por sí misma. Así, la aguja aparecería por si sola.

Él, sin querer pensarlo realmente, quería que su hermana hiciera su movimiento pronto sólo para acabar con el estrés que le hacía palpitar las sienes.

—Te ves agotado —la voz de Roku le hizo sobresaltarse. Había salido de la nada—. ¿La tensión es demasiada para ti?

Roku avanzó hacia la baranda de la terraza, acercándose a él con una lata en la mano. Se la entregó y bebió de ella. Era de durazno realmente dulce.

La nublada mañana se veía amenazante. Las oscuras nubes se cernían en el cielo de la misma forma en que lo hacían sobre su futuro. Recordando la noche anterior, su porvenir sólo parecía ser más oscuro.

«¡Chika!» Recordó que apenas pudo gritar el nombre de su hermana en su cabeza debido a la parálisis del sueño.

La nívea figura de su hermana al trasluz de la luna se había erguido sobre su cadera. Podía distinguir claramente la sonrisa en sus labios. La impotencia (que desgraciadamente no estaba en su entrepierna) se apoderó de su cerebro y le nubló la razón.

"Extrañaba esto..." susurró ella, al tiempo que se recostaba sobre él. Inspiró profundamente el olor de su pecho y lo besó. Meneó sus caderas a medida que levantaba su cuerpo y se sostenía con las manos. Su garganta emitió suaves gemidos.

Sintió algo unos niveles más arriba de la desesperación. La pequeña se movió con más energía y sus gemidos aumentaron en volumen. Lo había envuelto en su lujuria mientras su cuerpo se encontraba temporalmente paralizado. Literalmente abusó de él.

La cama se sacudía rítmicamente al igual que el cuerpo de Sasha a un lado de ambos. La pequeña estaba haciendo su mejor esfuerzo en lo que a darse placer se refería, pero por desgracia para la pequeña, eventualmente alcanzó el clímax y, con un último y ahogado grito, se detuvo exhausta. Respiró con cansancio, arqueada sobre su hermano. Éste cerraba los ojos, disimulando lo mejor posible su estado de vigilia. Al finalizar la sesión, Chika se bajó de él y de la cama para irse desnuda de la habitación mientras los líquidos le resbalaban por los muslos.

En su desesperación por siquiera hacer un gemido o mover un dedo, pudo haber golpeado con un espasmo muscular alguna parte del cuerpo de Sasha. Si la hubiera despertado en ese momento y las dos rubias se encontraban una frente a la otra sobre la cama...

Mejor dejaba de pensar en eso.

—Es demasiado estrés para ti, ¿cierto?

—¿Estrés? No... Tengo miedo, Roku —le confesó, observando el vacío bajo él—. Miedo de que Chika haga una locura; de que Sasha responda con otra... —examinando la pestaña abierta de la lata en su mano, dudó en hablar—. Verás, anoche...

Yandere ImoutoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora