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Una semana ya. Siete días desde la última vez.

Le dolía el corazón por lo que le había hecho al chico que la amó durante tiempo. No obstante, lo había hecho porque había decidido que era lo mejor para ambos. ¿Lo había sido? Las heridas en su piel y espíritu respondían su pregunta.

Ese día creyó estar en lo correcto. Al siguiente, se dio cuenta de que sus palabras habían maquinado sucesos horribles para ambos. Aún sentía repulsión hacia sí misma por haber empujado el cuchillo. Cada vez que lo recordaba simplemente sentía la necesidad de llorar; la necesidad de sentir ese dolor.

Pero, no. Debía ser fuerte por ambos, ya que no había nadie que pudiese protegerlo a él.

El día estaba apagado; el clima, triste. Así como ella, quien estaba de pie frente a un edificio.

Había pasado un tiempo desde que no había venido a este lugar: una construcción de gran envergadura recibiendo gente las veinticuatro horas del día. Un hotel barato para gente como ella.

Marina miró con tristeza la entrada del edificio.

-Aquí vamos de nuevo.

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-Sólo explícamelo de forma que lo procese, ¿de acuerdo? -Le hablaba en voz baja, rodeando su boca con las manos para evitar que el sonido se dispersarse demasiado. Lo que no consideraba, era que, a la distancia que estaban el uno del otro, no necesitaba hablar con tantas reservas. Después de todo, no ibas a estar en el mismo baño con un hombre del que desconfiaras, ¿verdad?

-¿Qué es lo que no entiendes, Kyu-san? Chika vivirá con nosotros, eso es todo.

-¡¿Cómo que eso es todo?! -Le gritó lo más bajo que pudo con la garganta, agarrando las solapas de la chaqueta de Roku-. ¡¿No se supone que me trajiste a este maldito edificio para deshacerme de esa mocosa?!

-Pues, sí. Esa es la idea, Kyu-san. No sé por qué te alteras tanto.

-¡¿Qué por qué me altero?! -sacudió el cuerpo de Roku sobre la silla de ruedas. Él se dejaba agitar como un muñeco de trapo.

Esta discusión tuvo su origen la tarde del día anterior.

Justo después de que tuviera todo listo para mudarse, se había encontrado a Roku apareciendo en la puerta de su casa en el momento en que salía. Le preguntó que hacia allí y él simplemente respondió diciendo que "lo acompañaría para que no se perdiera". Le sonó convincente en ese momento, antes de que Chika apareciera súbitamente tras ellos.

Furiosa, y con los ojos hinchados por el llanto, la pequeña gritó a su hermano que no se fuera de la casa. Lo amenazó, inclusive. Él tenía la intención de irse de todas maneras hasta que Roku se acercó a su hermanita. Chika veía al supuesto inválido con rencor mientras éste le hablaba en voz baja. Pero, el odio que sentía en contra del sujeto que se llevaba a su hermano de su lado se fue desvaneciendo para dar paso a la ilusión. Porque ilusión fue lo que vio en los ojos de Chika, estaba seguro.

Después de un rato, después de que Roku y su madre tuvieran una charla a solas, quedó más que decidido que Chika se iba a vivir con ellos. Ella había llegado a mediodía. Esa era la razón del por qué discutían.

El por qué discutían en el baño había sido el resultado de un previo acuerdo entre ambos.

-Yo pensé que... -le dijo con la voz desgarrándosele por la desesperación-. Yo tenía la esperanza de que al fin podría tener un poco de paz. Creí que al menos podría disfrutar de unos días lejos de Chika. ¿Y entonces qué? De repente decides traerla a vivir con nosotros. Dime, ¿qué demonios pasa por tu cabeza?

Yandere ImoutoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora