Epilogue

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Hoy es veinte de Julio, el día de mi cumpleaños número dieciocho. Un atardecer caluroso en el que lo único que oigo es el cantar de las cigarras.

Aunque es temporada de festivales e incluso es mi cumpleaños para nada estoy celebrando algo. Al menos, no de momento.

Porque, en este momento, lo que estoy haciendo es algo que he estado haciendo desde que tengo uso de razón.

Hoy es veinte de Julio, un día de sentimientos encontrados. El día en que mi madre murió.

Cada año, durante los últimos dieciocho años, he estado asistiendo junto a mi padre a este desolador cementerio.

—Bien... —Mi padre deja su postura arrodillada y yo lo sigo. Abrazo su brazo izquierdo. Siempre me da por pensar que su bastón no es suficiente apoyo.

Está con esa mirada de nuevo, suspirándole a un pasado lejano, releyendo el nombre tallado en la gris tumba.

A veces me pregunto por qué no ha conseguido una novia durante todo este tiempo, incluso —y no lo digo sólo porque sea su hija— siendo tan bien parecido a sus cuarentas.

Pero pronto recuerdo que aún piensa en ella.

Sé que cuando me ve cada mañana ve a la mujer que alguna vez fue mi madre. Gracias a la foto que mantiene de ella yo también noto que me le parezco cada vez más. Me entristece de verdad la melancolía que veo en sus ojos cada vez que observa aquella foto. Simplemente no ha podido dejar de amarla como el primer día.

Me pregunto si alguien me amará así algún día.

—¿Te sientes bien, papá?

—Estaré algo viejo pero aún me queda mucho por vivir, si eso es lo que quieres decir.

Golpeo sus costillas.

—Sabes que no me refiero a eso. Es sólo que... tiene esa expresión tan triste. Más de lo usual.

Mi padre guarda silencio. Acaricia mi mano y evade el tema a medida que comienza a caminar fuera del cementerio con su bastón por delante. Hacen falta un par de calles para que vuelva a decir algo.

—Mi pequeña ya es una adulta...

—Papá... no pongas "pequeña" y "adulta" en la misma oración, por favor.

¿Es eso lo que lo tiene triste? Supongo que puede ser una razón para que se sienta algo mal. Después de todo, este es el primer cumpleaños que paso realmente sin él. Mis amigos de la preparatoria y yo hemos organizado algo relativamente grande estas festividades y en serio planeo divertirme. Sin embargo, el pensar que mi padre estará con sólo una botella de whiskey como compañía, me hace el querer reconsiderar celebrar mi cumpleaños. Si tan sólo...

—¡Hey, Kyu-san! ¡Kyu-san, por aquí!

De repente, desde la acera de enfrente, un desconocido llama a mi padre con un extraño apodo, levantando ambas manos en el aire.

—¿Roku? —¿Mi padre conoce a este hombre?—. ¿Roku, eres tú?

—¿Y quién más puedo ser? —El desconocido cruza la calle en dirección a nosotros, evadiendo por poco un automóvil, seguido de los que parecen ser su esposa e hijo.

El hombre saluda a mi padre, lo abraza y le palmea la espalda. La mujer, cuyo aspecto muestra una sobria elegancia, espera en silencio junto al chico. Él es lindo, cualquiera puede decir que tiene los rasgos de su madre.

—¡Pero, dónde están mis modales! —dice el hombre llamado "Roku"—. Kyu-san, aquí está Natsumi. ¿La recuerdas, no? —La mujer saludó en silencio—. Y el esplendido chico a su lado es nuestro flamante hijo: ¡Takeshi!

Yandere ImoutoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora