— Ya basta— lo calmaba— no es nada.
Caminé a paso ligero con el niño entre mis brazos hasta mi cuarto. Con mucha suerte me quedaba algo de Aloe vera y canela que traje conmigo de mi jardín.
— Tráiganme un plato con agua fría.
Le di un dulce de la mesa para que coma, y con el agua fría lavé sus rodillas y quité las piedras que se habían acumulado en sus heridas. Una de las sirvientas mezclaba las plantas curativas y me trajo la mezcla para que se la ponga al niño en sus heridas. Las até con un pequeño vendaje y lo senté a mi lado para que pueda comer algo.
El niño estaba tan atento jugando y corriendo que no se dio cuenta que al doblar la esquina estaba el Sultán. No le dio tiempo a parar y hacer la reverencia. Cayó sobre sus rodillas que se llenaron de piedras y tierra.
Alguien tocó las puertas y las sirvientas se levantaron a abrir, hicieron una reverencia y abrieron el paso a la persona que esperaba tras la puerta. El niño al ver a la mujer entrar se emocionó y se puso en pie a saludarla.
— Aymen— la mujer caminó hasta él y lo tomó entre sus brazos.
Era una mujer delgada y de un tono de piel bronceado, sus labios eran grandes y sus ojos negros y delineados con khol. Al sonreír, su sonrisa brillaba de la blancura de sus dientes, y de la sinceridad de su rostro que reflejaba su corazón, y unos hoyuelos se trazaban en sus mejillas.
— Shahrazed— pronunció— encantada de conocerla en tan buenas condiciones. Soy Semsperi Hatun
— Encantada de conocerla. Siéntese y que nos preparen algo para tomar.
Sonrió y levantó la mano parando a las sirvientas que comenzaban a moverse.
— No, prefiero, que nos preparen el balcón, me gusta sentarme frente a la puesta de sol.
Sonreí por su ingenio. Parecía una mujer simpática. Las sirvientas nos prepararon nuestros asientos en el balcón y trajeron algunos dulces y tazas de té. Charlamos las dos, por lo visto ella fue una sirvienta antes de convertirse en esposa del Sultán, me contó que él y ella jugaban juntos cuano ya no tenía trabajo que hacer, y siempre encontraba una excusa para ir a ver al sultán, cuando aún eran adolescentes. Cuando una niña pequeña entró interrumpiendo nuestra charla.
— ¡Es por tu culpa! ¡Por culpa tuya me he caído!— dijo Aymen intentando ponerse en pie.
— ¡No! ¡Es culpa tuya! — le respondió la niña defensiva.
— ¡Siempre es vuestra culpa! ¡Las mujeres siempre tenéis la culpa! ¡Hasta es culpa vuestra que estemos sobre tierra!
Su madre rió y lo sentó a su lado. Yo tomé a la niña y la sienté al mío.
— Eva no tuvo la culpa de que bajaran del paraíso— los niños me miraron con interés— Allah al crear al ser humano, los creó de una misma alma. Es decir que uno formaba la mitad del otro.
«Ellos eran la pareja más perfecta, se amaban con locura, se protegían, se aconsejaban, se respetaban, y siempre hacían todo a la par. Cuando Allah les prohibió tomar del fruto, se lo prohibió a los dos. Pero el Sheitan entró por el veneno de la serpiente al paraíso y los convenció de tomar del fruto prohibido. Los dos tomaron la decisión de hacerlo juntos, así que los dos tuvieron el castigo de bajar a tierra y vivir en ella ¿Ustedes creen que el Misericordioso haría bajar a Adán a pesar de no haber hecho nada? Sería injusto para él ¿no?»
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La tercera Sultana
Fiksi RemajaShahrazed, mujer instruida y libre, es obligada a casarse con el sultán. Conocedora de las ciencias y amante de la filosofía. Pero una mano no puede apagar el fuego que ilumina el interior de Shahrazed.