Kahrboucha #3

493 43 4
                                    

La música sonaba hasta el harén. Handan me avisó de la partida de la Sultana con los niños. Me dijo que pago a un guardia y a una sirvienta para que no le quite los ojos de encima a los emires.

Hadda y las demás esposas de Issa estaban sentadas alrededor de la mesa, mirando a Issa y a Murad charlar airadamente. De pronto Murad hizo una seña a los músicos que dejaron de tocar y miró a la joven esposa de Issa.

— Me dijeron que tienes una voz bonita

La mujer miró a su esposo buscando la traducción, que no le llegó.

— Sí alteza, pero hoy no es buen momento para que cante.

Murad tomó una uva de la mesa y se la llevó a la boca, y mientras masticaba miraba a la mujer, que le sostuvo la mirada con una ceja alzada.

— Que nos cante un poco.

Una sensación de acidez subió por mi garganta. Le di un par de tragos a mi vaso.

La sirvienta de Hadda le explicó la situación, ella miró a su esposo y sonrió de lado.

Hizo su reverencia, tomó uno de los tamboriles de los músicos y comenzó a tocar un ritmo pausado. Alzó la mirada entristecida, llena de rabia y me miró con tenacidad.

Tengo miedo por tí, futuro,
Mi futuro, mi futuro,
Futuro de humillación y oscuridad,
Donde quedaste pequeño Issa
Donde quedó el lujo y la buena vida
Cuanta gente hiciste enfadar
Cuantos caballeros mataste
Sin misericordia y sin pensar.
Quemaste las cosechas
Y mataste los ganados
Y guiaste a las mujeres como pavos reales
Dejaste a huérfanos a montones
Como el cheikh, como el esclavo, como el señor,
Todos de ti quieren sólo paz
Donde quedaste pequeño Issa
Y donde quedó el lujo y la buen vida
Te pasaste y empeoraste las relaciones
Pensaste que el poder es eterno
El señor ya no tiene valor
Y el asqueroso lo pusiste adelante
Ese Issa ben Omar
El que come carne podrida
El asesino de hermanos
El que hace de lo haram halal.

Una voz se añadió a la suya, la voz de una de las otras mujeres,

Oye Kahrboucha, "zerwala", la del cabello rizado, la de Abed
Eres libre y de gran familia
No te metas en estos problemas

Hadda volvió a cantar

Si me mató o me dejó vivir
No voy a olvidar mi tierra
Yo soy Zaidya.

Que los presentes, avisen a los ausentes
Que digan al canoso (chayeb)
Que la traición está condenada

Unas palmadas comenzaron a resonar en los aposentos y era Issa quién aplaudía apagando la voz de su esposa, al que se le unió su sirvienta y luego sus esposas. Miré a Murad que aplaudía absorto mirando a la mujer. Issa lo entretuvo explicándole algo y pude ver a la sirvienta tomar a Hadda del brazo con violencia y quitarle el tamborilero.

Sentí que algo no estaba bien.

De pronto Issa se puso en pie y todas sus esposas lo imitaron. Hicieron una reverencia y todos salieron por la puerta como alma que lleva el diablo.

La mesa aún estaba llena, no entendí por qué se fueron. Indiqué a los sirvientes que se fueran y miré a Murad, todo contento y comiendo de la mesa.

— Issa ben Omar es un asesino ¿Escuchaste lo que cantó?

— No entiendo el árabe.

— Yo sí, y ella decía que él era un asesino.

— La invité con él por eso— su rostro cambió de expresión— escuché que era un tirano. Y por eso lo cité a palacio. Primero quiero ver qué tan real son las acusaciones. Por lo visto sí lo son.

La tercera SultanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora