Maryam Radia Allahu Anha/ Alayha Salam

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Todo muy tranquilo en casa de Padre. Los pájaros cantan, el aire corre entre los cuartos, las plantas se agitan, el olor a flores circula en los pasillos y en el jardín, puedo escuchar a lo lejos a los caballos relinchar... Todo en esta casa es tranquilidad y bienestar. 

Handan me trajo el desayuno y juntas comimos antes de bajar a los establos. Hoy quise salir a pasear a orillas del río, quisiera bañar a Nejma en el agua del río, a ese caballo siempre le gustó el agua el río. 

Tras avisar a madre, ella me dijo que no tardara mucho porque puesto que padre sigue fuera de casa no debo tardar. Tras llevarnos la comida, tomé al caballo y cabalgué hacia mi lugar de ocio preferido de mi infancia. 

Ahí jugaba con mis primos y mis amigos cuando salían las criadas a lavar la ropa con todas las mujeres del pueblo. Solíamos jugar por horas con el agua. Ahí aprendí a nadar, en invierno sus aguas eran muy frías y profundas, pero aún así yo iba a nadar y a jugar con los demás niños. 

Al llegar, y ver la zona completamente despejada, levanté un poco mi vestido y tiré de las riendas del caballo hacia dentro, junto con Handan los bañamos, reímos y nos divertimos en el agua. Luego colocamos una pequeña alfombra cerca de la orilla del río y comenzamos a comer de aquella comida que trajimos con nosotras. Una tarde excepcional. Habría pasado la noche ahí de no ser que debía volver a casa. 

Aquella noche para la cena el Sultán iba a venir para la primera vez desde que Fátima fue enviada al frente con los soldados para defender Istanbul. Debían descubrir algunos de los espías y terminar con el movimiento que comenzaba a levantar a la población, y sobretodo a los soldados que comenzaban a revelarse y ella debía ponerle fin a todo.

En fin, el sultán no quiso venir a verme si Padre no estaba en casa. Por lo visto su llegada está prevista esta misma noche. Aunque quisiera volver a verlo, es la primera vez que hubiera deseado que Padre no llegara a tiempo.

Al entrar a mi cuarto unos baúles llamaron mi atención. Al preguntar a mi sirvienta ella me dijo que eran regalos de palacio. Pregunté por el Sultán y parecía que estaba de camino.

Así que decidí salir al jardín, estaba muy nerviosa, mi corazón parecía salirse de mi pecho, en realidad hacía mucho tiempo que no lo veía. Necesitaba aire, debía actuar con normalidad delante de él. Ya no era mi esposo, pero era el Sultán y le debía cierto respeto, pero no por ello deba verme como una quinceañera frente a su primer caballo.

Las rosas ya estaban preparadas, había secado algunos pétalos de tulipán porque quería hacer velas aromáticas para tenerlas en mi cuarto, sobretodo en esta época que el olor a primavera imprenta todas las prendas y todas las partes de toda la casa. Para cuando las hojas caigan y los árboles pierdan sus colores, debería tener preparadas las velas aromáticas.

— Shahrazed— la voz de Handan me sacó de mis pensamientos— el sultán... Está entrando al jardín. Quiso que la avisara para que se tape si va descubierta.

Asiento, carraspeó eliminando el nudo de mi garganta, y agarro bien fuerte el velo sobre mi cabello. Mi pulso se hace más fuerte en mis sienes, pareciera que el mundo se estaba paralizando. Miró entre los matorrales esperando su llegada, cuando su corona sobresale por encima de las hojas de los matorrales, y poco a poco su rostro despreocupado y su cuerpo con las manos cogidas a la espalda aparecieron en mi campo de visión. Portaba como siempre su espada en su cinturón, y llevaba su blusa negra y sus botas de cuero. Su barba ya no era tan peluda como cuando lo dejé, por lo que puedo ver con mayores claridad su sonrisa.

Al llegar a unos pasos de mí hizo una seña con su mano para que sus sirvientes se queden atrás. Salí de mi embobamiento e hice mi reverencia

— Shahrazed— pronunció con lentitud y una voz ronca. Lo miré y sonreí a modo de saludo— Te extrañé.

La tercera SultanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora