Nusaybah bint Ka'ab

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Con dificultad consigo ponerme en pie y abrir el gran ventanal. Es muy temprano y siquiera las chicas se han despertado. Llevo dos semanas sobre mi lecho, y aún así el cansancio destila veneno en mis venas.

Salgo al balcón y me apoyo sobre la barandilla. El aire fresco mañanero de la primera me da de lleno. Agradezco a Dios el devolverme la fuerza de volver a disfrutar del mundo, de aquellas pequeñas cosas.

Con suerte alcancé a mantener mi equilibrio y mirar al horizonte. De pronto el abismo de abre bajo mis pies, y extrañamente me siento bien, al borde del precipicio. La oscuridad se hace en su punto más profundo, y rocas y pequeños arbustos intentaban escalar o adaptarse a su profundidad oscura. El viento levanta mi cabello y cierro los ojos dejándome acariciar. Levanto la cabeza y me dejo caer, al encuentro de la oscuridad. 

Sin embargo una mano me toma del brazo y me lo impide. Abro los ojos para ver a mi salvador. Padre me tomaba del brazo con firmeza viendo mi pérdida de equilibrio. 

— Shahrazed— pasa su brazo por mi espalda para sostenerme mejor— vamos adentro hija

Consigo deshacerme de su agarre

— Déjame disfrutar del aire y del silencio Padre— le señalo las sillas y él me acompaña hasta ahí. 

Una vez nos sentamos él me miraba con seriedad, como si hubiera hecho algo que le molestó. Handan aparece por la puerta asustada, y nada más verme sentada suspira y hace su reverencia. 

— Les traeré el desayuno Haseki

Y se va por donde vino. Padre vuelve su mirada a mí. 

— Creí que te eduqué, que te inculqué valores de humanidad. Pero veo que quizás no fui explícito— Coloca sus antebrazos sobre sus rodillas para cercarse un poco más a mí y hablarme más cerca— Hija, te enseñé a ser libre. Te dije que nunca debes mantenerte bajo la misericordia de nadie que no sea Allah. Te enseñé a no dejar a nadie subir sobre tu espalda y pisar tu cabeza... Y me equivoqué... Creí que si te casabas con el sultán vivirías una vida mucho más tranquila, pero sólo conseguí hacerte más daño. Pide tu libertad Shahrazed.

Asiento, y por fin dejo mis lágrimas caer. Unos sollozos se forman en mi garganta, que no puedo reprimir. Me tapo la cara y lloro. Tengo mucho miedo. Nunca he estado tan aterrada. Unos brazos cariñosos me envuelven y me dejo abrazar. 

— Eres fuerte mi hija, si has llegado hasta aquí es que eres fuerte. Ya estás casi al final.— susurra aquellas palabras tan reconfortantes mientras acaricia mi cabello. 

Una vez que me hube calmado, me limpió mis lágrimas y estuvo conmigo hasta que terminé de comer, y de pronto sentí como si un peso muy grande bajaba de mi pecho a mis pies, para afirmar mis pasos. Ahora me siento más fuerte para dar el siguiente paso.

Lo sorprendente fue que vi a la sulatana Kosem que había venido a verme. Aparentemente ya perdonó a su hijo. Las demás sultanas vinieron, y con ello pude reconocer a las hermanas de Murad que tambien vinieron con su madre. Las dos estaban casadas con alguno del Diwan.

Y finalmente el monstruo. Vino cuando todo el mundo se hubo ido, hasta Padre me dijo que debía irse a retomar su trabajo. Le di una sonrisa de boca cerrada mientras que él me miraba sonriente.

— Menos mal que ya estás mejor— siento sus garras posarse sobre mi mano y tomarla— No creí que fuera a ser algo palpable. Visto cómo estabas, había perdido las esperanzas por volver a verte.

Asiento ante su horrenda forma de consolarse. Aunque bueno, ni yo tenía esperanzas en ello.

Días más tarde el sultán no volvió a pisar el suelo de mis aposentos. Yo pude al fin recobrar mi energía, aunque en muchas ocasiones despertaba de la misma pesadilla.

La tercera SultanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora