Capítulo VIII: (No) Obedecer [Parte I]

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Era de noche, los golpes eran sin cesar, rodillazos daba hacia al humano que parecía ser un noble. Las velas del pasillo del castillo iluminaban la escena violenta.

— Te dije que no sé mas mi Señor...— Balbuceaba entre la sangre de su boca el humano que apoyaba sus manos al piso.

— Malnacido...— susurro el gato marrón con impotencia, le seguía dando rodillazos a la cara de tez pálida.

El humano de cabello rubio, ojos verdes y un pequeño mar de pecas en sus mejillas. Las características vivas que provenían de una familia de sangre pura. El tenía un puesto en la corte, era mayor que aquel gato. Su cara de sufrimiento era máxima, estaba rojo, una pequeña línea de sangre recorría su frente. Sus mejillas estaban casi moradas por los violentos golpes que había recibido.

Cada rodillazo, el impacto se escucha por el pasillo.

— No te guardes secretos Goldsteins...— suelta su pata del cabello rubio medianamente largo, pero el gato lo tenía mucho más largo—. Para que estés dentro debes ser un completo inútil que solo piensas en ti y tu familia.

— Señor Tayasaki... Mi señor...— apenas pronunciaba— Le juro que no sé más.

El gato aprieta su mandíbula para controlar su rabia, le da una patada en toda la cara.

— Entonces cuénteme sobre eso de, quitar tierras a los más pobres para el supuesto beneficio de— con sus garras de los primeros dedos, simula las comillas— “nosotros”.

Hubo un momento de silencio, Goldsteins se recomponía del golpe. Escupe y sale dos muelas bañadas en sangre. Su saliva cae manchando el piso de baldosa de blanco antiguo.

— Los bandidos cada vez se están apoderando...— luego suplica— Entienda Señor, es por el bien de nosotros.

Cataro estuvo casi de darle otra maldita patada, pero suspira y baja la pata de su pierna, colocándola al piso. Sintiéndose aún con impotencia, tiende a dar compasión.

La corte cada vez más va dominando tierras en el imperio, dejándolo a nombres de las familias que conformaban la corte. Los reales dueños eran otros, gente que tenía aquellas tierras hace mucho tiempo. Fue orden del emperador el colocar en custodia todas las tierras posibles, por posibles y supuesto futuro que el mal nuevamente iba a apoderarse del imperio. Quería tenerlo todo bajo control.

Cataro estaba desacuerdo con esa medida, pensaba que existían otras formas de cuidar las tierras. Colocar más Anthros y humanos armados, que su formación fuese gratuita y que no pagasen una academia. Los ciudadanos no estaban en condiciones en pagar una enorme cantidad para formarse como caballero y obtener una vida más sustentable.

La última vez que fue gratuito fue para la gran guerra de los elfos. Fueron cientos de ciudadanos  que se inscribieron y lucharon, consiguieron la victoria. Fue hace años. Pero luego que el imperio obtuvo finanzas más exquisitas y se formo la Corte, decretaron que la formación de los Caballeros, Forjadores, enfermeros y todo aquello con obtener un título dentro del imperio. Se debía que pagar.

Cataro ve las diferencias entre esa guerra, el antes y el después. Existía una importante baja de caballeros. Quería arreglarlo pero no sabía cómo, aun siendo la segunda importancia de mando en el Imperio y futuro heredado  del poder del trono.

— Remédialo, antes que sepa más sobre que el Imperio están quitando tierras. — Toma del cabello y se acerca a la oreja derecha del rubio, le susurra—. Sino... estarás sin vida en un amanecer cualquiera, y será con mis propias patas ¿Entendido?

— Señor...

— Resuélvalo usted, yo ya estoy en proceso.

— ¿Entrar a la academia lleno de gente de clase media-baja? Nunca lo pensé de usted, mi señor— con repugna dice.

(You can't) See my feelings[PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora