Capítulo veintisiete.

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Las facciones de la directora se contraen en una mueca de enojo. Aprieta las manos formando puños a los costados, pero parece estar conteniéndose de hacer algo.

La abogada la toma del hombro y la palmea. La encargada del instituto inspira lentamente y se aclara la garganta.

Finge una sonrisa.

-¿Qué estaban haciendo ahí?

Oliver y yo nos ponemos de pie y caminamos hasta llegar a Francis. Los tres derechos, callados y con las manos agarradas detrás de la espalda.

Parecemos pequeños militares. ¿Tanto miedo le tenemos?

Por mi parte, sí. Estoy consciente de que sólo es la directora de un colegio y no hay mucho que pueda hacer pero no puedo evitar sentirme muy nerviosa.

-Regando la planta. -Cuando digo eso, Oliver gira su cabeza hacia mí con más velocidad que la niña del exorcista, portando una expresión de: ¿Qué mierda?

La directora se acerca y levanta una ceja con incredulidad.

-¿Regando la planta?

-Sí.

Por el rabillo del ojo veo cómo Francis reprime una risa.

-¿Y por qué estaban agachados?

Me encojo de hombros. -Para verla mejor.

-¿Y dónde está la regadera entonces?

-Ya habíamos terminado, por lo que se la devolví a quien me la prestó.

Se cruza de brazos.

-¿Y quién te la prestó?

-Francis. Por eso vino.

Él me fulmina con la mirada.

-No veo que tenga una regadera.

-Es que la enterré en el jardín. -Se apresuró a contestar. -Y después volví.

Escucho cómo Oliver se golpea el rostro con la palma abierta.

-¿En el jardín? -la directora se muestra cada vez más incrédula.

-Exacto.

-¿Y en qué parte la tienes enterrada?

-Me olvidé.

La abogada estalla en carcajadas. Yo me clavo la uña en la pierna para no reír.

-¿Entonces olvidaste dónde enterraste tu regadera?

-Soy muy descuidado.

La directora se rasca la barbilla.

-Yo creí haberte escuchado decir "Los ayudaré a patear traseros"

Francis se quedó en blanco por lo que pienso que es mi turno de decir algo.

-Francis es últimamente muy fanático de los cómics de súper héroes, por lo que siempre está gritando cosas como esas cuando corre, se emociona. -Siento que cada vez estamos embarrándonos aún más.

Ella camina de un lado a otro.

-Déjenme ver sí entendí. Ustedes dos -nos señala a mí y a Oliver- estaban justo al frente de mi oficina, en la que se estaba discutiendo un tema muy delicado que involucra a su amigo. Pero no estaban espiando, sino regando la planta agachados. Cuya regadera le habían pedido prestada a este chico -señala a Francis - que luego se dirigió a enterrarla en el jardín, mientras ustedes estaban aquí todavía agachados, y luego volvió gritando una frase de súper héroes como, según ustedes, hace usualmente.

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