Painted In The Worst Light - ASecretChord

Capítulo Veintidós

Seis horas más tarde, Harry se encontró en lo profundo de la biblioteca del Ministerio. Había pilas de libros apilados tan alto alrededor de él que la parte superior de su cabeza era apenas visible. A pesar del nombre del libro, "Las Gárgolas De Nigel Gold-Bikin: Destrozando La Verdad" no había sido de ninguna ayuda. Consejos y trucos para interrogar a los fantasmas se abrió al "Examen De Los Seres Y Manifestaciones Espectrales" que Harry descubrió leyendo una nota a pie de página en "Humo Y Espejos: Discernir La Verdad A Través De Las Reflexiones". Toda su investigación lo llevó a donde comenzó, y Harry estaba empezando a pensar que había encontrado la brecha que había estado buscando.

El bibliotecario, un anciano que parecía que una brisa cálida lo tumbaría, se acercó a la mesa de Harry para hacerle saber que la biblioteca del Ministerio se cerraría en veinte minutos ¿y si necesitaba el encanto para devolver todos estos libros a sus lugares apropiados? Harry negó con la cabeza. Si había algo que había aprendido de Hermione, era cómo guardar sus materiales de investigación al final de una sesión. Escribiendo rápidamente, anotó el nombre del último caso que necesitaba leer y, con un movimiento de su varita, envió tomos gruesos por el aire para que descansaran en sus estantes adecuados.

Una vez de vuelta en su pequeño dormitorio, Harry organizó sus notas y transfirió los fragmentos importantes a una sola hoja de pergamino. Poniendo la alarma a las seis en punto, se arrastró cansadamente en la cama y se cayó inmediatamente en un Sueño Sin Sueños.

Su varita comenzó a sonar demasiado temprano a la mañana siguiente y Harry estaba aún más dormido que cuando se dirigió a Hogwarts. Después de recoger las túnicas de Snape (frambuesa esta vez), sacó el Sombrero Seleccionador del estante superior y comenzó a doblarlo—Tu magia funciona fuera de Hogwarts, ¿verdad? No está ligada al castillo, ¿verdad? —.

El Sombrero Seleccionador se movió y estiró en la mano de Harry—No tienes nada que temer, Harry Potter. Godric me llevaba cada vez que salía. Muchas veces he estado en Hollow e incluso tan lejos como Caer Lundem, donde una vez acampamos junto a un poderoso río—.

—¿Te refieres a Londres? —Preguntó Harry—Ahí es donde vamos. Espera ahora y por favor, no digas ni una palabra hasta que te saque de nuevo—.

—Sobre mi honor como sombrero—Harry no tenía idea de si los sombreros tenían honor, pero este parecía un momento singularmente malo para debatir ese tema. Dobló el sombrero con cuidado y lo guardó debajo de la túnica de Snape para el día.

Sintiendo la tensión en cada línea de su cuerpo, Harry rodó los hombros antes de arrojar un puñado de polvo en el Flu. Miró el retrato de Dumbledore—Deséeme suerte, señor. Si no gano...—Su voz se quebró y pensó que se ahogaría en su desesperación—Nivel nueve, Ministerio de Magia—Dijo con voz tensa, sin querer escuchar el sabio consejo de Dumbledore sobre el estado de su corazón.

Girando vertiginosamente, Harry pasó a lo largo de cientos y cientos de chimeneas hasta que fue escupido en el área de procesamiento hacia la parte trasera del edificio. De todos los Flus en el Ministerio, a Harry le gustaba este menos. Era corto y estaba metido en una esquina, lo que significaba que inevitablemente golpeaba un codo o una rodilla contra la pared en ángulo de la chimenea. Hoy, logró quitarse la piel en ambos y casi le quitó a la cabeza cuando se paró demasiado pronto. Se sondeó el cuero cabelludo y se sorprendió al descubrir que no estaba sangrando.

La celda de contención estaba vacía cuando Harry entró, así que conjuró un estante y colgó las ropas de Snape, dejando la ropa interior y las zapatillas a un lado. Un golpecito de su varita tenía el desayuno preparado: una jarra de café fuerte, rebanadas gruesas de jamón, tomates a la parrilla, una cesta de panes, un cuenco cubierto con huevos escalfados aún a fuego lento.