Mientras colgaba esa segunda llamada, Lucio rodeaba la colina hasta llegar a la ruta 17 lugar donde se hallaba Alfred, su fiel amigo que como era de esperar ya se encontraba allí en un mercedes benz 190 D sedan clásico de color negro azabache, tan puntual y eficiente como siempre.
Y tan rápido como lo vio, Lucio ingresó al carro.—Me alegra verlo de nuevo mi señor —expresó Alfred mientras miraba el retrovisor.
—A mi también querido amigo, como has estado? Sigues tomando lo que te dejé?—preguntó Lucio apenas lo miró. Noto que su amigo ya no estaba tan enérgico como de costumbre, este se encontraba muy flaco, tenía el rostro agotado y una voz tan cansada que lo delataban de inmediato. Sin embargo ahí estaba él, acudiendo tan rápido como el viento al grito de su señor.
—Seré honesto contigo Luci, debo admitir que dejé de hacerlo. Tome la decisión de dejar que las cosas sucedan como tienen que ser, que cumplan su ciclo, me entiendes? No lo tome a mal, he disfrutado cada minuto de mi vida a su lado pero tendré que irme algún día, no? incluso hay veces que espero que sea pronto, ya estoy cansado amigo —respondió Alfred mientras conducía atentamente.
—Déjate de tonterías anciano, aún no es tiempo y lo sabes, por fin he encontrado a esos imbeciles y te necesito —replicó Lucio mientras, con una diminuta cuchilla que guardaba en su billetera se hizo un pequeño corte en la muñeca, luego, tomó una copa del estante interior del asiento trasero, la cargó de sangre hasta la mitad y se la pasó.
—Bébelo antes de que se enfrie, sabes que se pone peor —Sonrió—.
Alfred se detuvo a un costado del camino, cogió la copa y se la tomó.
—Maldición esto sabe cada vez mas horrible —protestó—
—Deben ser las drogas —Bromeó Lucio.
Alfred padecia de un cancer de pulmón con el que venía luchando hace ya varios años, y este, poco a poco se fue esparciendo al resto de sus órganos.
La sangre de un "caído", cómo le decían las antiguas etnias, poseía propiedades altamente curativas, sin embargo no era capaz de curar una enfermedad terminal, eso si, era capaz de detener su desarrollo casi en un 90 % aunque no por mucho tiempo.
—No pensé que los encontrarías tan pronto —comentó Alfred mientras volvía a tomar rumbo hacia algún lugar al sur
—Yo tampoco, de todas maneras solo encontré a algunos de ellos aunque supongo que los demás no deben estar tan lejos, eso si, creo que su sede se encuentra aqui por lo que necesito que no nos alejemos tanto, quizás deberiamos ir al pueblo mas cercano.
Esos idiotas tienen algo mío y pienso recuperarlo.—Entiendo, hay un pueblo rural cerca de aquí, que le parece?
—Es perfecto, los de la cruz ya no son como en siglos anteriores, estan mucho mas preparados que antes, incluso manejan tecnologías de primera mano y gente muy eficaz en el poder, para que te des una idea, no les tomó mas que dos días saber de mi, debemos ser mas precavidos que nunca.
Alfred manejó durante 45 minutos hasta llegar al pueblo de Villaloza, una comunidad de no mas de 300 habitantes dedicados en general, a la ganadería y a la cosecha de algodón.
Una vez allí, se dirigieron a la única propiedad de hospedaje, apuntado en general, a camioneros y comerciantes que se encargaban de transportar los alimentos a las grandes ciudades y se detenian en el pequeño pueblo para comprar su carne, tomar un breve descanso y luego, continuar con su trayecto.
Por lo que se imaginarán, no era un lugar muy lujoso que digamos, poseía nada mas que cuatro monoambientes y un bar tradicional donde se despejaban los lugareños luego de largas horas de trabajo y todo esto, pegado a un gran matadero.
—Buenas tardes caballeros, en que podemos servirles? —preguntó un campesino, que se encontraba en la entrada del lugar en una vieja reposera.
—Andábamos buscando un lugar para pasar la noche —respondió Alfred
—Ya veo
—Tenemos justo lo que necesitan, pueden esperar adentro. Serán atendidos por el dueño yo ahora mismo lo buscaré, no se preocupen, esta en el matadero aquí al lado.
El campesino se levantó y salió tan rapido como pudo. Para que se den una idea, ver a turistas por estos pagos no era algo que se podría apreciar todos los dias, razón por la cual los lugareños se emocionaban mucho cada vez que aparecía alguno, por lo general, por haberse extraviado en la carretera.