La puerta

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Armin y Mikasa estaban sentados afuera del departamento de Historia, sabían que estaba adentro, pero se había negado a abrirles, así que ellos se negaron a irse. Tenían casi cuatro horas sentados esperando que su amiga los recibiera.

-Así que eso es lo que te dijo el ogro, Arlert. Bueno, sí que es soberbio. - Mikasa no podía creer lo que el bibliotecario le había advertido a su amigo, su corazón salto en su pecho por la emoción, pero que Levi fuera tan... él, siempre la sacaba de sus casillas. - ¿Y qué piensas hacer Mika? Yo digo que solo aclares todo y sean felices. Ya no te compliques, todo nos ha salido mal en proporciones astronómicas, es mejor hacerlo sencillo y ya. Además, vas a estar con él dos horas diariamente, tarde o temprano vas a ceder. – El rubio miraba a su amiga. - ¿Qué voy a hacer? Primero aclarar las cosas con Historia, llevar a cabo mi castigo, lo mejor que pueda, esperar los dos meses para que se acabe el semestre y después regresar a Shiganshina. Ya no siento nada por Eren, y él es un feliz hombre casado. –

Armin miraba boquiabierto a su amiga. - No me mires así, es solo que ya estoy cansada de querer más a los demás que a mi misma. No me malinterpretes correría a los brazos de Levi, si él me lo pidiera, pero no está bien. - Mikasa se quedó por un rato callada mirando el cielo raso del elegante edificio donde se encontraba el apartamento de su amiga. - Es más, si lo pienso no quiero regresar a Shiganshina. Un año sabático antes de terminar, y viajare solo con lo necesario. Conocer el mundo, quizás accidentarme en otros lugares... - Armin rio por el comentario de su amiga, pero aun no podía creer que esa chica que estuviera junto a él fuera la misma Mikasa que él conocía desde que tenían ocho años. - Estas loca Mika. Pero ya sabes te apoyo o para que son los amigos sino para apoyar en las locuras. O y solo como consejo deberías guardar mejor tu collar porque si el ogro lo ve, te tiene. - El collar que colgaba del cuello de Mikasa era una sencilla cadena plateada sumamente barata. Lo que hacía especial el sencillo accesorio, era el anillo de zafiro y diamantes que le había dado Levi en su falso compromiso. - ¿Y tú? Arlert debes decirle a Historia lo que sientes. ¿Sabes? Me parece increíble que en los cuatro meses que estuvieron conviviendo a diario no lo hicieras. - Armin se sonrojó, había tratado, pero al momento de tener a Historia frente a él simplemente se quedaba en blanco. - No es fácil Mika no solo estoy enamorado de ella, la amo en serio, estoy seguro. Pero Historia es tan perfecta ... y yo soy tan ...pues yo. –

La pelinegra miró al rubio. - ¿Qué dices? Armin el tiempo que conviví con ustedes fue como estar en la casa de unos recién casados. La verdad me sentía una intrusa. Así que no me vengas con que eres tan tú. Ustedes son perfectos juntos. - El chico suspiró audiblemente antes de contestar a su amiga. - Bueno ella se fue, sin decir nada. Así que quizás no somos tan unidos después de todo. – Mikasa nuevamente miró el elegante cielo raso. - Si, pero fue porque su padre vino por ella. Eso fue lo que te dijo Ruth, la secretaria. Además, tuvo la consideración de avisarte, y en cuanto llego te buscó. En cambio, mi ogro se fue mientras yo estaba inconsciente y tan drogada que era capaz de hablar con unicornios, lo peor es que me dio esperanzas para luego reventarlas como burbujas. Historia siempre te trató bien, y sabes que todo fue nuestra culpa y esa fascinación de querer salir del agujero emocional en el que estamos. Es tonto, Armin, si lo piensas deberíamos quedarnos dentro, y mejor no sé, quizás decorar, pues con una suerte tan jodida como la nuestra será mejor acostumbrarnos a estar permanentemente en el fondo. - Ambos rieron, aunque de manera apagada, pues estaban tristes por el malentendido con Historia.

Del otro lado de la puerta...

Historia Reiss había escuchado todo lo que los que consideraba ahora sus examigos habían dicho, casi desde que llegaron. No deseaba verlos, pero al escuchar que no se irían y comprobar que se habían sentado justo frente a su puerta la curiosidad pudo con ella. Historia se sentó sin hacer el menor ruido frente a su lado de la puerta y escuchó todo lo que los chicos hablaban. Aparentemente el beso fue un arranque para salvar a Mikasa del insufrible Jean Kirstein, o mejor dicho al reves, aparentemente Mikasa era temible enojada. Historia conocía de sobra a ese idiota, para su mala fortuna nadie quiso nunca entablar amistad con ella y en el momento que alguien se fijó en su existencia fue ese petulante, que intento tocar sus senos a la primera oportunidad. 

Una novela para dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora