El futuro

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Mikasa sabia exactamente que tenia que hacer. Por una vez en su vida no se sentía opacada por la situación, incluso al mirar a Levi abriendo la puerta de la biblioteca. Confiaba en que todo saldría bien. – Chica Ackerman. - La voz del bibliotecario no reflejaba el enorme nerviosismo que sentía. - Ogro. - La voz de Mikasa temblaba a pesar de sentirse más segura que nunca.

Levi sonrió, no se había dado cuenta en que momento se había vuelto normal que su Mikasa le dijera ogro ya no como un insulto sino como un saludo familiar. - Acompáñame. Debemos ir a la bodega donde están los libros. Por cierto, te ves maravillosa, el corte de cabello te queda muy bien. - El bibliotecario comenzó a caminar sabiendo que su Mikasa lo seguía sonrojada por el comentario, pero mucho más tranquila que él, a pesar de las circunstancias.

- Mikasa yo quiero que sepas lo mucho que lamento como decidí hacer las cosas. Yo...- Mikasa miraba a Levi, que repentinamente se detuvo antes de llegar a la puerta de acceso que llevaba a la bodega de la biblioteca. – Yo me porte como un idiota y en serio lo lamento. Quisiera que me ...- La chica Ackerman miraba a su ogro. Temblaba, así que decidió solo colocar su mano en su boca para silenciarlo, y luego le sonrió. – Entiendo, tranquilo. Todo paso como debía. No hay nada que perdonar. - Levi se quedó petrificado al sentir el contacto de las manos frías de Mikasa en sus labios, y aún más cuando escuchó las palabras de su boca. ¿Será que de verdad ya no le importaba?

– Vamos ogro, debemos darnos prisa esos libros no se van a clasificar solos. - Mikasa ingresó en la bodega antes de que Levi pudiera impedírselo. Cuando estuvo dentro de la habitación, se quedó impactada con lo que sus ojos contemplaban. Todo el recinto estaba lleno de tulipanes y rosas rojas, ubicadas en diferentes lugares de la enorme bodega; y al centro de la muy ordenada habitación, junto a las cajas que seguramente contenían los libros que debían ordenar, una mesa idéntica a la que habían ocupado en el Mitras, Levi y ella justo antes de su accidente.

- Perdón yo solo quería... Pero si te sientes incómoda por todo esto puedo... ya sabes. Si deseas puedes irte, igual yo reportare que estuviste aquí Ackerman. - Levi tartamudeaba al hablar, lo cual se le hizo sumamente tierno a Mikasa. Jamás hubiera pensado que el ogro Ackerman pudiera sentirse tan nervioso. – Levi es bellísimo. Y me encantaría quedarme. –

El jodido misterio hecho mujer: Mikasa Ackerman. Nunca podría ganarle en nada. Levi recuperando su aplomo habitual condujo a Mikasa a la mesa en el centro de la bodega, y muy cortésmente le ayudó a tomar asiento. - Chica Ackerman pensé en reponerte esa cena que nunca terminamos, de hecho, para ser justos, ni siquiera iniciamos. Esperó que los platillos que elegí sean de tu agrado. – Levi decía esto mientras se encaminaba donde había platos elegantemente dispuestos protegidos de la vista por finísimos cubreplatos.

Mikasa no pudo evitar reír al ver que Levi se había cambiado su saco de diseñador y corbata de seda por lo que era una corbata de moño y un chaleco idéntico a los meseros del Mitras. - Buenas tardes. Chica Ackerman. Mi nombre es Levi y seré su mesero. – Mikasa sonreía, definitivamente amaba a ese loco. Para la otra Ackerman era un momento para disfrutar, así que decidió seguir el juego de su ogro, haciendo una pésima imitación de lo que ella consideraba el tono que usaban las mujeres de alta alcurnia. - Muy bien... ¿Levi? ¿Cierto? ¿Podrías decirme los especiales?... O y tu nombre no encaja para nada con tu cara así que te diré... ogro. - Ambos se miraron por lo raros que eran juntos y rieron pues en verdad se divertían como hace mucho no lo hacían.

La tarde paso rápidamente y después de brindar un excelente servicio, el mesero Levi dio paso nuevamente al bibliotecario, que miraba con mucha ilusión a la mujer que tenia enfrente que comía de la manera mas tierna su postre de fresas. – Mikasa de verdad necesito saber si aun hay una oportunidad de que tú y yo...- La chica suspendió su actividad y miró a Levi que tenia su vista clavada en ella. - Hay ogro...- Mikasa suspiró y aparto la mirada, que posó en la pequeña cuchara que tenía en las manos. - ¿Ya no sientes más amor por mi Ackerman? - Mikasa nuevamente levantó la vista, los ojos azul acero de su ogro eran tan cristalinos y hermosos, era un tonto, como no podría amarlo. - Al contrario, te amo más que a mi misma. Te amo tanto que casi me muero cuando te fuiste. Te amo tanto que estar aquí teniéndote enfrente me parece un sueño y si ese es el caso no me importaría, preferiría quedarme dormida para estar contigo por siempre... -

Una novela para dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora