6.- ¿El más sexy?

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Conforme pasaban los días de clases las jovencitas se inventaban historias de amor entre ellas y los dos maestros más sexies de la escuela.

-Yo digo que es el Profesor de Física, Ban.-
Mencionaba una chica.

-¿Eres ciega? El maestro Meliodas es el mejor.-
Mencionaba otra.

Elizabeth, Diana y Elaine solo se limitaban a escuchar al mar de hormonas discutir por quién era el más sexy.

Sinceramente a ellas no les interesaba meterse en ese tipo de platicas, pero en el fondo ellas tenían a su favorito.

El de Elizabeth claramente era Meliodas, pronto descubrió que él vivía en la colonia donde ella vivía y eso la hizo ilusionarse de cierta manera.

Mientras que Elaine vivía cerca de la casa del profesor Ban, de hecho ellos tenían un romance en secreto, pero ella no le había dicho absolutamente nada a ninguna de sus amigas por miedo a que la juzguen o el salga perjudicado, por eso al iniciar su relación ellos se prometieron no mencionar nada.

Diana no tenía un favorito, ella más bien solo se deleitaba con la figura de los maestros.

Los días pasaban sin ninguna novedad, las chicas babeando por los maestros cada vez que los veían, realizando tareas, y cosas rutinarias de todo estudiante cualquiera.

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Cierto día lluvioso Elizabeth corría hacia su hogar, estaba por cruzar la calle cuando notó que su maestro llegaba a la puerta de los departamentos.

Ella alentó su paso.

Meliodas la miró caminar hacia el, estaba mojada.

Abrió rápido su departamento y entró, se quitó la chamarra que tenía y sacó un paraguas.

Lo abrió y se acercó rápido a la chica de ojos azules quien ya estaba muy cerca de su departamento.

-Ten, puedes llevarlo a casa, o te mojaras más.-

Elizabeth estaba atónita, inmóvil, sin habla, era la primera vez que estaban tan cerca uno del otro, y él estaba siendo caballeroso con ella.

Estiraba su mano lentamente para tomar el paraguas y mencionó muy bajo un "gracias".

El ruido de un relámpago retumbó en la calle seguido de unos rayos.

Elizabeth por inercia gritó y se acurrucó al pecho del rubio, quien seguía de pie cerca de ella.

Meliodas se sonrojo un poco.

La lluvia arreciaba, y ellos estaban ahí de pie en la calle.

Sin separarse de ella, la jaló hacia su departamento entrando ambos.

La ojiazul reaccionó al notar que estaba dentro del departamento de su profesor.

-La lluvia aumenta, será mejor que esperes unos minutos para que continúes caminando.-

Ella se tensó mucho.

Estar a solas con su profesor en su departamento definitivamente era como una fantasía que jamás creyó posible.

-Sientate, ponte cómoda, ¿Te gusta el café? Haré un poco.-

-Si, gracias.-
Contestó suavemente.

Meliodas se dirigió a la pequeña cocina.
Mientras que ella dejó el paraguas a un lado sobre el piso mientras veía su ropa toda mojada.

Afortunadamente la parte trasera de su falda no estaba muy mojada, se sentó un poco dudosa, miraba a los alrededores, era un departamento sencillo pero cómodo y tenía todo en orden y limpio.

Se acercó a ella con dos tazas de café, ella tomó una y le agradeció con una leve sonrisa tímida.

Meliodas se sentó cerca de ella y le dio un sorbo a su café.

Otro relámpago retumbó y ella cerró los ojos con fuerza mientras el rubio la miraba, era como si fuera una niña aún.

Sonrió ante sus reacciones tiernas e infantiles.

Se mantuvieron en silencio algunos segundos tomando lentamente de sus tazas de café.

-¿No esta muy mojada tu ropa?-
Preguntaba el rubio viéndola.

-No, estoy bien, gracias.-
Contestó aún apenada.

Ella se armó de valor y pregunto de nuevo.

-Profesor Meliodas, es usted muy joven, ¿Cuántos años tiene?-

El la miró, a pesar de que había hablado, su mirada denotaba timidez e incomodidad.

-Bueno, digamos que no soy tan joven, apenas tengo 24 casi 25 años.-

Elizabeth se animó a verlo.

Su mirada esmeralda estaba fija en ella.

Un leve sonrojo apareció en sus mejillas.

-Si es joven aún.-
Respondió sin tanta timidez ya.

-Y dime Elizabeth. ¿Tienes hermanos? Cuéntame de ti, así hacemos más amena la espera ¿No crees?-

Ella sonrió ya más tranquila.

-Si, bueno tengo una hermana mayor, me gusta el color rosado y el azul, tengo un perro de mascota y me gusta mucho leer, usted profesor ¿Que es lo que le gusta hacer?-

Meliodas sonrió, ella se abría por fin a él, y dejaba la pena atrás.


-Bueno, tengo un hermanito menor, me gusta el color rojo, negro y el azul, no tengo mascotas aunque me gustaría, y también leo mucho.-

Elizabeth sonreía un poco más sincera.

Las palabras comenzaron a fluir rápido entre ellos, tenían muchas cosas en común, que sin darse cuenta la lluvia había parado y ellos continuaban su plática.

El sonido del móvil de Elizabeth la hizo darse cuenta de la hora.

-¡7 de la noche! Mamá me va a matar, lo lamento profesor pero debo irme ya.-

Se puso de pie rápido y comenzó a caminar junto a él hasta la puerta.

-Te veo mañana en clases Elizabeth. Cuídate.-

Le menciono antes de abrir la puerta, ella asintió con la sonrisa más bella que pudo.

Salió del departamento y corrió hasta su casa.

El cerró la puerta y sentía su corazón palpitar rápido.

Sacudió su cabeza.

No sé podía permitir pensar en ningun sentimiento hacia aquella chica.

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Elizabeth parecía flotar sobre una nube. Estaba tan feliz, había platicado tan amenamente con Meliodas, el era tan amigable y caballeroso. Sin duda el hombre ideal para cualquier chica del mundo.

Le explicó a su madre el porqué llego tarde. Omitiendo el que quedó en casa de su profesor.
Solo mencionó que estaba resguardada en un lugar esperando a que la lluvia pasará.

Entró a su hogar se quitó la ropa y se dio un rápido baño.
Salió envuelta en una toalla y se dejó caer en pijama a su cama.
Abrazo la almohada imaginando que era su tan sexy profesor

Esos minutos junto a él sin duda los atesoraria siempre.

* Mi querido Profesor *Donde viven las historias. Descúbrelo ahora