Capitulo 4

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Renuncia de derechos: los personajes que aparezcan aquí, les pertenecen a sus respectivos dueños y autores.

La gran nieve precipitó ineludiblemente siguiendo un cadencioso ritmo que culminaba en el gélido suelo.

La gran bola de fuego estaba soplando sus primeros rayos en el reino de dunbroch.

Un nuevo día comenzaba en el reino y con ello la actividad cotidiana se reanudaba.

La temperatura era agradable y la suave brisa que circulaba en aquel lugar movía con ligereza el cabello rojizo de la princesa Mérida; tal céfiro hacía cosquillas en la suave piel de la princesa.

El juego del viento y el sol sobre el cabello de la princesa era uno de los mejores espectáculos que los ojos de un ser humano podían contemplar.

Mérida apoyaba sus codos en el marco de la ventana de su habitación, contemplando con sus azulados ojos el bello amanecer de un día que apenas iniciaba.

Ella se despertó hace tan sólo unos minutos;
dio una vuelta alrededor del gran castillo y resultaba que la familia real estaba durmiendo todavía, incluso los tres mellizos.

"quizás me he despertado demasiado temprano"

Habían pasado tres meses desde que se encontró a un azabache gravemente herido a orillas del lago.

Ella bajaba todos los días a las mazmorras a observar si se despertaba, cosa que no había pasado hasta ahora.

Desde que inició el invierno, ella iba a visitarlo dos veces al día: por la mañana y por la tarde. ella le daba sopa caliente para tratar de mantenerlo en calor, debido a que en aquel cuarto hacía mas frío de lo normal.

Ella lo arropaba con dos sábanas de tela aterciopelada, luego de hacer tal acto, le daba un beso en la frente y se despedía de él, dejándolo solo en aquella habitación.

A veces cuanto tenía tiempo, ella se sentaba al lado del azabache, y le empezaba a hablar sobre los aburridos días que pasaba con su madre aprendiendo y sobre las travesuras que hacían sus hermanos.

Cuando terminaba de hablarle, el joven dibujaba una sonrisa a pesar de estar inconsciente, y la princesa sonreía, pensando que tenía alguien con quien hablar, pero en el fondo sabía que nadie le escuchaba.

-ahh...si tan sólo... estuvieras despierto.-decía la pequeña princesa mientras acariciaba el suave pelo del azabache, exhalando un suspiro de resignación-. así... tendría alguien con quien hablar de mis aburridos días y de mi aburrida vida.-tras decir aquello, se recostaba en el cálido pecho del joven, y se ponía a mirar el techo de la lúgubre habitación, surcando miles de pensamientos en su mente.

-¡Mérida!! Ya está el desayuno!!.

El grito de la reina elinor hizo que lentamente la princesa se desperezara del marco de la ventana, suspirando pesadamente mientras deslizaba con tremenda idoneidad una de las coletas de su rebelde cabello rojo.

-¡Genial! Aquí comienza el nuevo día de la futura reina ¡¡viva!!.

Las palabras que pronunció la princesa heredera al trono reflejaban la reverenda ironía que suponía levantarse cada mañana y hacer todos los días lo mismo de siempre.

Ella salió de su habitación cerrando la puerta con seguro y bajó sin gana alguna las escaleras que separaban su cuarto del resto del gran castillo.

Sus grandes grandes ojos azules atisbaron rápidamente la superficie del considerable comedor del castillo real, en el cual se hallaba la familia entera, entorno a una mesa, esperando a que Mérida descendiese para iniciar con el desayuno.

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