EPISODIO 1 ✔️

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El sol se coloca en lo más alto del cielo dando inicio a un nuevo día, los cálidos rayos que este emite se asoman sutilmente por mi ventana y acarician con gentileza mis parpados; o eso es lo que me gustaría decir, pero la realidad es totalmente d...

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El sol se coloca en lo más alto del cielo dando inicio a un nuevo día, los cálidos rayos que este emite se asoman sutilmente por mi ventana y acarician con gentileza mis parpados; o eso es lo que me gustaría decir, pero la realidad es totalmente distinta.

Mis mañanas siempre son terriblemente caóticas, por dos cosas: uno, siempre cierro mal mis cortinas y los rayos del sol terminan cayéndome en la cara fastidiando mi sueño, y dos: por los gritos desesperados de la hermosa mujer que me dio la vida, ¿para que un despertador si tengo a mi madre?

—¡Claryssa despierta de una vez! —grita mi madre abriendo totalmente mis cortinas para luego moverme un poco— ¡Llegaras tarde!

—Solo cinco minutos más. —escondo mi cara en la almohada.

Escucho como sus pasos se van alejando poco a poco de mi habitación, instantáneamente relajo mi cuerpo y vuelvo a acomodarme entre las sabanas, lo más probable es que mi madre se haya dado por vencida en su intento de levantarme temprano, sé que no es tarde, mamá no me dejaría tranquila tan rápido si fueran más de las siete, así que puedo dormir unos minutitos más.

Cuando estoy a punto de retomar mi perfecto sueño, las presurosas pisadas de mi madre vuelven a invadir mi habitación, la escucho detenerse frente a mí y tengo un mal presentimiento, está tramando algo, no abro mis ojos estoy demasiado somnolienta como para hacerlo, aunque debí, ya que posteriormente a eso siento un chorro de agua helada bajando por mi rostro. Esto definitivamente te quita el sueño y se lleva todo el buen humor.

—¡Mamá! —me alejo rápidamente de ella, estoy un poquito enojada— ¡Podías intentar levantarme de otra manera! —le reclamo.

—Si no entiendes con palabras, ¿Qué quieres que haga? —deja el vaso que tenía en las manos a un lado para jalar las sabanas que tenía enredadas entre mis piernas— Ahora anda a bañarte, te quiero en el comedor en menos de treinta minutos.

—¡Apuesto a que no son ni las siete!

La veo irse de mi cuarto rápidamente, no sin antes llevarse con ella mis sabanas, una buena táctica para que no pueda dormir nuevamente. Me levanto a regañadientes de la comodidad de mi cama, coloco los mechones ondulados de cabello, que se me pegaban a la cara, en el intento de cola de caballo que tenía en la cabeza, ayer antes de irme a dormir era un peinado decente, lo juro.

Doy un pequeño vistazo a mi celular, el reloj marca las seis y treinta.

—Ya es tarde decía, tan tarde que ni siquiera son las siete —suspiro.

Me lo esperaba, mi madre siempre agregándole horas al reloj. Lo ha hecho tantas veces que ya no me sorprende, al comienzo si caía en su trampa, pero ahora ya no.

Coloco un poco de música en mi teléfono, estiro mi cuerpo y suelto un gran bostezo. Agarro la toalla celeste que siempre uso, ropa interior, lógicamente mi teléfono y con mucha pereza empiezo mi camino hacia el cuarto de baño. Ya ahí, me siento en el inodoro a hacer mis necesidades, me limpio, bajo la palanca y empiezo a cepillar mis dientes. Tarareo la música usando el cepillo como micrófono, cuando termina la canción, doy por finalizado mi pequeño concierto, y termino mi lavado bucal.

Destinada A Él || EN EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora