Capítulo 1

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Abrió los ojos con lentitud en la penumbra de la estancia. Su cabeza dolía horrores y sus muñecas, al igual que su cuello estaban rodeados con argollas de metal sujetas a la pared con una fuerte cadena. En lo primero en lo que su mente se detuvo fue en su desnudez y en cómo la paja que cubría el suelo de la estancia se le clavaba en los muslos. Lo segundo, en el suave vaivén que mecía el lugar donde se encontraba y el penetrante aroma a salitre y humedad. Estaba en un barco. Eso seguro. Pero ¿por qué...? Recordaba vagamente que su tío le había llamado por algo de la fiesta de celebración de su mayoría de edad,cumplía dieciocho. Ambos habían salido de la sala del trono, hablando con tranquilidad hasta que unos hombres los habían atacado. ¿Habían tomado de rehén a su tío también? Ojalá hubiera podido escapar...

Oyó la puerta abrirse de un golpe. Un hombre de negra barba espesa y piel morena, supuso que debido a su trabajo en alta mar, hizo su aparición seguido por otro hombre, alto y desgarbado, cuyo rostro parecía una máscara de cera.

_¿Esto es lo que querías mostrarme? - intervino el alto, acercándose al desnudo muchacho que, intentó por todos los medios protegerse de su lasciva mirada. - Será un delicioso esclavo, quizá para la cama de algún noble. Por esa piel pálida pagarán mucho dinero.

Lo tomó del mentón con sus huesudas manos. El muchacho gruñó antes de golpear con una de sus piernas al hombre.

_¡Mi nombre es Karam Siddhartha! ¡Futuro rey de Aryam y exijo una explicación de porqué me encuentro en este lugar!

El de la barba se adelantó, volviéndole el rostro de un soberano puñetazo que dejó al muchacho viendo las estrellas. Él volvió a levantar el puño, sin embargo el otro hombre le detuvo.

_No jodas la mercancía. Sabes que en Kumaria se da mucha importancia al envoltorio. Aunque, si deberías enseñarle que ya no es futuro rey de nada.

_¿Qué...?

El muchacho intentó hacer alguna pregunta coherente. Su cabeza cada vez dolía más.

_¿Por qué...? ¿Qué hago aquí...? No...

*****

Tuvo la sensación de pasarse inconsciente, o casi, el resto del tiempo que duró el viaje. A su intenso dolor de cabeza se había sumado el de la marca de un hierro a fuego en la zona baja de su espalda, al igual que en su cuello. Karam se temía lo peor. Estaba en un barco de esclavos, incluso puede que hubiera más lugares como en el que él se encontraba. De todas formas, pronto lo sabría.

El barco había detenido su marcha y el hombre de rostro de cera le tendió a Karam lo que parecía ropa, aunque dado el tejido tan transparente estaba casi dudando que lo fuera.

_Póntelo. - ordenó con voz firme.- Has de estar presentable en el mercado.

El chico obedeció sin rechistar. Un mercado de esclavos. Kumaria era famosa por tener el más grande, con esclavos de todas partes del mundo conocido e incluso alguna joya de más allá. Iban a venderlo,como habían dicho anteriormente. En el fondo de su corazón esperaba que su tío irrumpiera allí para salvarle. Siempre habían estado muy unidos, probablemente estaría buscándole como un loco. Se subió aquella especie de pantalón. Sin duda era peor de lo que se imaginaba. La tela opaca en la parte delantera para tapar sus partes era lo único que no dejaba algo a la vista.

Dos fuertes hombres entraron tras el chasquido de dedos del hombre delgado y desengancharon las cadenas de la pared, arrastrándolo al exterior. El muchacho trastabilló por las escaleras de subida a la cubierta y alzó la mano para ocultar sus ojos de la clara e intensa luz del sol. Pudo vislumbrar aquel enorme puerto. Había por lo menos treinta barcos y cientos de personas entraban y salían de ellos, muchos eran esclavos. Los hombres dieron un tirón de la cadena sujeta a su cuello para hacerle caminar. Como había supuesto, al ver la fila de mujeres y hombres que salian de un camarote al otro lado del barco, él no era el único. Todos llevaban aquellas prendas horribles, en el caso de las mujeres se incluía una pieza para el pecho. Aunque Karam lo encontraba absurdo, al fin y al cabo, seguía dejando todo lo que pretendía tapar a la vista. Fueron guiados entre la muchedumbre hasta un edificio de forma redondeada que al muchacho le recordó muchísimo al coliseo donde se entrenaba en la batalla. Traspasaron la puerta principal, donde los recibió un hombre tras una mesa.

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