ÚNICOS - Parte 4

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El salón comedor era un hervidero a esa hora. Hange entró, cogió una bandeja, llenó su plato y fue a buscar un sitio donde sentarse. A lo lejos, apartado, vió a Levi. Le sonrió y fue hacia él.

Levi prefería comer solo. Después de la muerte de sus amigos, no había seguido en ningún momento el consejo de Farlan. Ahora no tenía sentido. "Socializar" no era lo suyo. Los demás no se sentaban nunca con él, y él estaba muy a gusto espantando a la gente. Aunque a ella, parecía que ese mensaje no le llegaba.

-Levi, menos mal que hay sitio en tu mesa, ¿sabes? Hoy ha sido un día realmente duro, estaba experimentando con un nuevo producto, una mezcla de harinas, ¡y explotó de repente! me asusté mucho, ¡creo que podría haber ocasionado un incendio! Felizmente no pasó nada... Ahora sé que ese producto no lo puedo utilizar, al menos en esa cantidad. ¿Qué tal tu día?... ¡Espera, allí está Mike!-se puso de pie y comenzó a llamar.- ¡Mike, Mike! ¡Aquí hay sitio con Levi! ¡Nanaba, ven, aquí hay lugar!- dijo con aspavientos. Ruidosa, concluyó Levi.

De pronto, su mesa se llenó de personas. Nanaba charlaba, Mike sonreía y Hange explicaba un sinfín de cosas. Ella siempre tenía algo que contar, que explicar, que decir. Levi se sentía verdaderamente incómodo, más de uno significaba demasiada gente.

-¡Erwin ven aquí, tenemos un lugar vacío! –dijo empujando a Nanaba hacia un costado y haciendo un hueco en la banca. Erwin, bandeja en mano, acabó de saludar a unos soldados y se dirigió a sentarse con ellos.

-Hange, cuando quieras hacer experimentos que involucren material potencialmente explosivo, habrás de dirigirte al área oeste de la base. Hoy nos ha ido de poco-dijo Erwin con tono solemne.

-En mi defensa he de decir que no sabía que pudiera ser material explosivo. Además fue una muestra muy pequeña, solo me chamusqué unos cuantos cabellos-dijo con aire cándido.

-No fue como aquella vez de la seta-mencionó Nanaba. Mike y Erwin farfullaron recordando el suceso, y moviendo la cabeza negativamente.

- Nanaba, ¿otra vez recordarás lo de la seta?-dijo Hange fastidiada.

-¡Lo recordaré todas las veces que me dé la gana, y tendrás que aguantarte!-dijo Nanaba-Esta base tuvo un antes y un después, de la maldita seta.

Levi escuchaba, e intrigado preguntó qué era eso de la seta.

A nadie le pasó por alto que era la primera vez que estaba sentado en un grupo y que era la primera vez que participaba en una conversación.

–Pues que Hange –continuó Nanaba- tenía la teoría que quizás disfrazando nuestro olor corporal, los titanes no podrían olernos y por tanto, no podrían encontrarnos. En una de las pocas expediciones sin incidentes que tuvimos, encontramos diversos tipos de setas, pero una en especial, que crece al pie del árbol gigante de Tur, es muy apestosa. A simple vista es una seta normal. Sin embargo, cuando la partes es otra cosa. Su olor es vomitivo, olerla por un tiempo prolongado puede causar desmayos. Hange cosechó una de gran tamaño y no teniendo un pote suficientemente grande para ella, tuvo la genial idea de envolverla en la manta de su equipo de campo. Cuando regresamos, olvidó ese pequeño detalle. La manta y la seta fueron a parar a la lavandería, junto con toda la ropa de la sección de soldados femenina. ¿Resultado? La seta se descompuso rápidamente soltando un líquido nauseabundo e impregnando con ese olor todos los uniformes. Para erradicarlo, Erwin hizo traer especialmente jabón perfumado de Trost. ¡Tuvimos que lavarlos al menos dos veces y los aireamos durante tres días!- dijo fingiendo un estremecimiento.

-Yo me mudé a las caballerizas. Era eso o vivir desmayado -dijo Mike.

Hange escuchaba la historia, mientras daba bocados a una patata que tenía en la mano, con aire despreocupado.

-Eres una exagerada, Nanaba-le dijo haciendo un puchero.

-¿Que exagero? Te recuerdo que el primer día muchas la pasamos en la enfermería. Después de aquello no he vuelto a comer una seta... ni que decir que el cuartel estuvo paralizado esos tres días por la peste. Por cierto, ¿dónde quedó esa manta?

-Se la regalé a Levi-dijo inocentemente. Luego, como dándose cuenta de lo que había dicho, giró los ojos lentamente a Levi.

Erwin estuvo a punto de atragantarse, Mike y Nanaba soltaron la carcajada.

-¿¿¿Me regalaste una manta apestosa???-le dijo furibundo.

-¡Ahora ya no apesta, está bien lavada y desinfectada! Duermes con ella ¿no es verdad? ¿Te ha parecido apestosa?-y comenzó a levantarse lentamente al mismo tiempo que él.

-¡Tú sí que apestas! ¡Ahora mismo vamos a buscar esa maldita manta y haré que te la comas!

Los que quedaron en la mesa reían, reían mucho. A lo lejos, aún se escuchaba a Levi despotricar y a Hange disculparse por enésima vez. Erwin agotaba una última carcajada, y pensó que Levi estaría bien.

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