ÚNICOS - Parte 13 Erótico

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Él atacó su cuello, lamiendo lentamente toda su extensión. Aspiró su aroma con avidez, mientras ella gemía hondamente. Ella lo apartó un segundo con un movimiento suave pero firme y lo contempló. Oh, sí, esos ojos son los que ella deseaba. Esos ojos le decían que él ya no podría detenerse.

Él quiso acercarse otra vez y ella mantuvo la distancia retrocediendo un paso. Luego se acercó a él y comenzó a desabotonar su camisa. Él quiso besarla otra vez, y ella esquivó el beso. Lo volvió a mirar. Su desesperación la excitaba aún más si era posible. Mientras deslizaba la camisa de su cuerpo, acarició sus fuertes brazos. Se mordió el labio inferior y lo volvió a mirar. Él se dejaba hacer. Las manos de ella recorrían cada segmento de su torso, ahora desnudo.  No había nada de más ni de menos en ese cuerpo, gracias a las intensas horas de entrenamiento.

Ella se acercó como queriendo por fin darle ese beso que tardaba y él abrió la boca, para recibirla. Pero ese beso no llegó.

Ella giró hacia su cuello besándolo, hambrienta, haciendo que él lanzara un gemido. Lo volvió a mirar y lanzó un suspiro de desahogo. Lentamente comenzó a besarlo otra vez: primero su mentón, luego siguió la línea vertical de su pecho y la línea de su vientre, besos intensos y pequeñas mordidas. Se arrodilló ante él, y él sintió que desfallecía.

Ella desabrochó su pantalón y lo deslizó hacia abajo de un tirón hábil. Y sonrió. Alzó la vista para mirarlo. Él la miraba ansioso, cada movimiento de ella le provocaba un placer indescriptible y quería más. Ella abrió la boca para recibirlo erecto, al principio suave, palpando su extensión con la lengua. Él se estremeció y tuvo que mantener el equilibrio. Ella ahora era incontenible, como si le hubieran entregado un dulce y tuviera que acabarlo antes que se lo quitaran.

"Esa boca, maldición, esa boca" pensó él. Quería esa boca siempre.

Ella lo dejó de improviso. Se irguió y lo contempló. Mientras pasaba la lengua por sus labios, como una invitación, desabotonó su camisa y se la quitó, dejando a la vista la venda que comprimía sus pechos. Poco a poco la fue desenrollando. Él la contemplaba hipnotizado. El último giro de la tela le reveló, lo que tantas noches fue su fantasía preferida para aliviarse. Sus pechos firmes, esbeltos, desafiantes. Él no podía dejar de mirarlos.

Lentamente, ella deslizó sus pantalones, moviendo las caderas sensualmente y sin perder el contacto visual con él. Por fin, allí estaba ella en todo su esplendor, solo para él. Y ella le sonreía, con esa sonrisa que lo trastornaba.

Desnudos, frente a frente, jadeaban contenidos. Con un fuego abrazador quemando sus vientres.

-Ahora-dijo ella.

Como si de una orden se tratara, él se abalanzó sobre ella y ella lo recibió en un abrazo apasionado. Se besaron con ansia animal. Él la levantó en vilo y la llevó a la cama. Y extendida sobre ella, la contempló lascivo. Sus lenguas se entrelazaban y se volvían a soltar, para comenzar otra vez, profundamente. Cada uno exploró a su antojo. Las manos de él eran fuertes y rugosas, manos de batalla, y ella sentía que moría cuando la recorría, arqueando su cuerpo, ahora totalmente a disposición de él.

La boca y las manos de él atraparon sus pechos. La succión y el jugueteo de su lengua en sus pezones la mojó aún más. Él miró su rostro y vio que estaba a punto. Mientras deslizaba sus labios con pequeños toques por su vientre se dirigió hacia abajo, abrió sus piernas suavemente y la besó en profundidad. Su lengua la recorría sin miramientos, entrando y saliendo, besando y lamiendo. Ella se estremecía, sin punto de retorno. Se asió a las sábanas, desesperada, y en medio de la tensión de sus músculos, llegó el primer orgasmo.

-Entra... ¡Entra ya, te lo suplico!-dijo, mientras se sentía en la antesala del segundo.

Él se enfiló sobre ella y su humedad le abrió paso sin dificultad. Ella se encorvó gruñendo. Él sintió como lo abrasaba. Sus miradas se encontraron otra vez, y sonrieron. Allí estaban piel con piel. Sudorosos. Extasiados. Él comenzó a moverse y ella a seguir su ritmo, y los movimientos se hicieron más profundos, más rápidos. Él enterraba sus gemidos en el cabello de ella. Ella no podía evitar estrujar sus nalgas apremiando el contacto. Ambos sintieron que explotaban juntos. Abrazados, acogían los espasmos de las réplicas.

-No salgas aún-le pidió ella.

Y rodeando la cintura de él con su pierna derecha, lo empujó suavemente, cambiando de postura. Ahora ella estaba sobre él.

Ella lo observó, arrebatada

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Ella lo observó, arrebatada.

-Te dije que te veías bien desde esta posición-y le sonrió.

Él lo recordó. Entrelazó sus manos a las de él, manteniéndolas sobre su pecho como punto de apoyo. Ella comenzó a hacer movimientos circulares profundos con sus caderas, hacia atrás y hacia adelante, luego hacia arriba y hacia abajo. Ella sintió como él volvía a crecer dentro y le plació. Él observaba encandilado el vaivén de sus pechos, su rostro lleno de lujuria con los ojos entrecerrados y la boca abierta por las sensaciones, con pequeños quejidos de placer. Estiró una mano para asir su rostro y con el dedo pulgar recorrió su labio inferior. Ella lo atrapó y lo introdujo completamente en su boca, succionándolo voluptuosamente.

Él enloqueció.  

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