Capítulo 4 Tengo algo que decirte ✔

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Tras diez minutos de charla, Rosalía se dio cuenta de dos cosas: la primera fue que su amiga estaba profundamente enamorada de su prometido, cosa que ya sabía. Lo que le sorprendió fue que él sintiera el amor con esa misma intensidad por ella, dado el carácter voluble de Henry que siempre había hecho gala; la segunda cosa que descubrió fue que el amor le sentaba estupendamente a Susan. Sin duda ahora, sentía un poco de envidia.

Estaba radiante, por dentro y por fuera y, a pesar de sus propias circunstancias, debía de reconocer que ese optimismo era contagioso. Estaba totalmente ansiosa que llegara el día de sus nupcias con el Duque de Manchester.

—Pero ya es suficiente de hablar de mí. ¡Cuéntame! ¿Por qué has regresado antes de tiempo? ¿Está tu mamá bien de salud? —preguntó, visiblemente preocupada. Susam siempre fue así, a veces se preocupaba por los otros que por ella misma. Por eso se habían hecho grandes amigas.

—No ella está bien, no es que no sé, ¡Dios, Susan! Estoy echa un lío, pero promete que no te enojaras.

—Me asustas, Rosa. ¿Qué sucede? No me digas que te enamoraste de tu maestro

—No eso no—digo rápidamente agitando las manos—. Hay algo que no te he contado, realmente no le he dicho nadie, sé que tal vez hice mal en ocultartelo, pero decírtelo a ti era como saber que realmente estaba pasando, y ahora Susan estoy perdiendo eso que tanto espere. Decírtelo a ti le habría dado algo del empuje así la realidad que necesitaba que se quedara como en un sueño por unos meses más.  Y tal vez fue egoísta no decirte, pero como te he dicho decírtelo fuera hecho realidad.

—¿De qué estás hablando? —preguntó preocupada, Rosalia no solía alterarse de esas maneras.

—Estoy prometida.  Bueno, ahora no sé.

Susan parpadeó varias veces, la miró con intensidad y, después, con lentitud, fue estirando los labios hasta convertirlos en una sonrisa genuina. No le veía nada malo, su amiga se iba a casar, eran un par de muchas afortunadas.

—¡Eso es maravilloso, Rosalia! ¿Pero como qué ahora no sabes? ¿Quién es el afortunado?

Rosalía estaba sorprendida, pensó que se enojaría por haberlo ocultado, sin embargo, estaba feliz por ella. Eso la hizo sentir mejor, al menos Susan no se había molestado.

—¿No te importa que te lo haya ocultado?

Ella nego con la cabeza sin borrar la sonrisa del rostro.

—Entiendo que me lo ocultaras y no es necesario que te pregunte porque ya sé de quién se trata. —Tardó un segundo en comprender la gravedad de la situación, pero cuando lo hizo abrió los ojos desmesuradamente y exclamó preocupada, emtendiendo claramente por que había vuelto,— ¡oh, Dios mío! Estás de vuelta por mi culpa —sentecio.

—No fue tu culpa sino la de él. Pensé que me esperaría, no que estaría por ahí buscando una esposa.

—Creía que ya no sentías nada por él. De haberlo sñ sabido no te habría escrito con el chisme. De un día para otro dejaste de hablar de él. Y yo supuse… Solo pensé... Supuse que lo habías superado.

—No fue tu culpa.

—Tampoco fue culpa de él. No tienes que preocuparte por nada. Fue una de las locuras de Alice. No tuvo mayor importancia. Sabes cómo es, solo fue un comentario que dijo y yo solo...

—Por favor, explícate.

Su amiga la miró con los ojos entrecerrados. Aunque también se sentía un poco culpable.

—No lo haré hasta que no me cuentes hasta el último detalle de tu compromiso. ¿Cómo se te declaró? ¿Cuándo?

—De acuerdo —accedió y sonrió al recordarlo—, fue precioso, y creo que nunca había leído algo como eso y sentido.

Durante el siguiente cuarto de hora Rosalía puso al tanto a Susana de todo lo que había sucedido entre ella y el Duque.

De cómo este se había decidido a hablar de sus sentimientos cuando le había hecho creer que estaba a punto de aceptar la mano de otro pretendiente.

—¿Celos? —Rio sin poder creerlo—, eso fue muy ingenioso. ¿Cómo sabías que él reaccionaría?

—Creo que de tanto leer, solo lo intenté—confesó.

Siguieron hablando del tema hasta que la anfitriona le habló de sus planes más inmediatos. Necesitaba pensar que haría ahora, en Francia era diferente, ya había empezado la temporada y estaba segura que su madre la haría asistir.

—No deseo que nadie sepa que he regresado hasta el día de tu boda. No obstante, después de lo que me has contado, no voy a pedirte que se lo ocultes a tu prometido.

—Gracias. Puede parecer una tontería, pero no deseo comenzar mi matrimonio mintiendo, aunque sea por omisión. Además no sé me da bien mentir o omitir, pero por ti lo intentaré.

Rosalía le cogió la mano y la apretó con afecto.

—Lo entiendo. Ahora cuéntame por qué Lady Annabel trató de pescar a mi prometido.

Notó que los ojos de Susana se encendieron con una sonrisa. Y alegremente comenzó a hablar.

—¡Oh!, Anabel es tan divertida, tan directa y original —se detuvo para explicarse viendo la clara molestia en las facciones de su amiga—, puede que no sea original en el sentido que la sociedad le da a la palabra, pero créeme que lo es. Es una persona maravillosa. Tienes que conocerla.

Le produjo un nudo en el estómago a la anfitriona, no sabía cómo sentirse ante la evidente amistad entre ambas pero tenía que ser sensata la pobre Susana no sabía que estaban prometidos.

—¿Debería estar celosa de tu amistad con ella? ¿O solo debo estarlo por su interés en Williams? —inquirió, tratando de esconder su malestar.

—No tendrías que estar celosa en ningún caso.

Rosalía arrugó el ceño.

—Me estás confundiendo.

La aludida suspiró, resignada a hablar más de la cuenta. No era su vida, y no tenía porque entrometerse, pero sin embargo, lady Rosalía era su amiga de la vida. Pero traicionaría la confianza que Anabell había depositado en ella.

Lady Susan esperaba que Anabel solo lo fuera dicho por sus padres, y que retrocediera al llegar Rosalía.

—Solo desea desesperadamente casarse. Lo que menos le preocupa es con quién hacerlo.

—¿Está embarazada? —pregunto horrorizada.

—No.Es mucho peor.

—¿ Qué puede ser peor que caer en desgracia entre la alta sociedad?

Rosalia seguí sin caer por completo en la palabra de Susan no es que no confiara en ella, pero tenía esa pequeña duda en su corazón. Y como decía su madre Cara vemos corazones  no sabemos.

—Tener unos padres que te desprecian —zanjó su amiga sorprendiendo a Rosalía y a cierto caballero que escuchaba la conversación tras la puerta entreabierta.

Y esto sería una gran noticia, y nada como la sociedad no amará y los chisme eran uno de ellos. Pero sin duda aquello no le caía todavía, y menos pensar lo cercana de Susan parecía ser de Anabel.

A la Merced Del Duque ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora