Capítulo 13 Sentimientos a flor de piel✔

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Lord W por fin ha dejado al descubierto sus preferencias. Si hace unos días  dudábamos de a quién estaba cortejando tras los últimos eventos sociales, en los que se le ha visto pendiente de cierta dama, podemos  adivinar que la elección ha sido hecha».

Revista Secretos de sociedad.

Con cada día que pasaba, a Rosalía se le hacía más y más difícil resistirse a Williams. Y aunque una parte de ella se  preguntaba por qué debía hacerlo, otra más racional estaba convencida de que necesitaba más tiempo, ya que él todavía no le había hablado directamente de sus sentimientos. Y eso le hacía dudar hasta por el más profundo de sus sentimientos.

Era la tercera vez esa semana que se escabullía con el Duque al jardín. Él aprovechaba los valses para  escapar por cualquier  balcón que permaneciera abierto, por eso cuando la hizo danzar hacía el lateral de la pista creyó conocer su destino.  Porque lo amaba, aunque él no le hablara de sus sentimientos tenía la certeza de que así era, él la ama.

—¿Otra vez vamos al jardín? —preguntó con picardía, y una sonrisa de absoluta felicidad.

—No, querida, para lo que tengo en mente el jardín no me ofrece la intimidad que busco.

Sus palabras la hicieron estremecer ante la anticipación. Sus anteriores encuentros habían sido deliciosos, pero  gracias  a su amiga casada, Susana, Rosalía  sabía que había más que besos y caricias. 

Acuciada por esa curiosidad, permitió que Williams la llevara a través de la mansión de los  Quensitions hasta la biblioteca. Sin desviarse de su  objetivo, directo a la puerta que correspondía.

—¿Cómo sabías que…? —se detuvo al comprender, de repente, que no deseaba saber el motivo por el que su prometido conocía la ubicación exacta de la estancia. Y pensar que posiblemente había llevado a otras damas ahí, hacia revolver su estómago.

—Lord Quesitions es íntimo amigo de mi padre. He venido aquí en multitud de ocasiones con él. Sobre todo de niño. Somos amigos.

Ella asintió más tranquila y se permitió observar lo que le rodeaba. La habitación estaba en penumbra, apenas un par de velas encendidas junto a la puerta. Rosalía  supuso que los criados las habrían puesto por si algún despistado se  perdía buscando la zona de descanso. 
Regresó su  atención a su prometido, quien la miraba con una intensidad que hizo que la recorriera un escalofrío. 

—Rosa, esta noche deseo mostrarte una parte de lo que te espera cuando seas mi esposa. ¿Quieres que te lo muestre?

—Sí, Williams — susurró presa de ese sentimiento que nunca antes había sentido, aparte de la curiosidad. Era latente, fuerte al igual que su corazón.

—Eres preciosa —la alabó, pensando en que tenía a la mujer más hermosa de todo Londres—. Pero estarías más cómodo en este sillón tan cómodo. ¿No crees?

Rosalía asintió y se sentó con timidez. Espentante. Williams sonrió y se puso en cuclillas frente a ella.

—Ahora voy a besarte —anunció sin darle tiempo a reaccionar.

Rosalía abrió la boca con deseo y, antes de que se diera cuenta de cómo había  sucedido se encontró a sí misma tumbada, cuan larga era, sobre el sofá de un casi desconocido. Y en una situación muy comprometida, pero ahora entre los brazos del duque se sentí amada, protegida.

Williams dejó escapar el deseo que había estado reteniendo en sus breves encuentros en el jardín. En aquella biblioteca podía permitirse ser un poco más osado y mostrarle a su amada todo el placer que podían compartir. 

Por ello, mientras su  lengua exploraba la boca femenina, deslizó  una mano hacia abajo para rodear las redondeadas nalgas de su prometida y estrecharla más contra sí.  Su erección presionó contra la suavidad del cuerpo de Rosalía e, incapaz de detenerse, frotó lentamente su excitación contra ella. No podía controlarse, por mucho que se hubiera jurado y perjurado que podía hacerlo estaba a punto de ponerse en evidencia por lo intensamente que la deseaba. Alzó la mano para acariciar la delicada clavícula y, deslizó los dedos más abajo acariciando la piel satinada justo por encima del corpiño. 

Le ahuecó un pecho, y ella arqueó la espalda, apretando el duro pezón contra su palma. Absorbida por el placer,  Rosalía  alzó los brazos y enredó los dedos en el espeso y sedoso cabello de Williams.

—Separa las piernas.

Sosteniéndole la mirada ella separó los muslos. La primera caricia en su 
centro le arrancó un suave gemido. Estaba mojada y caliente… Williams le acarició con la punta de un dedo mientras con su otra mano seguía jugando con sus pechos. Rosalía  se retorció en el sillón, separando aún más las piernas.

Él deslizó un dedo en su  interior y cerró los ojos. Introdujo con cuidado un segundo, preocupado por su  estrechez y, comenzó a moverlos  con suavidad. Apretó la palma contra el sensible botón y la giró lentamente. 

Otro gemido escapó  de sus labios y se arqueó contra su mano, deseando más, aunque desconociera el qué. Y Williams estaba decidido a dárselo. 

—¿Puedo tocarte? —pidió con la voz llena de deseo. 

—Hoy no, Rosa, Hoy todo es para ti —musitó, sabedor de que no podría  resistirse si ella le tocaba.

Estaba haciendo acopio de toda  su fuerza de voluntad para no tomarla allí mismo. 
Se agachó frente a ella en el sillón y jugó con ella tal y como tantas noches había soñado. Con la boca y la lengua y con los dedos. Penetrando, lamiendo, mordiendo y chupando… Cuando sintió que estaba a punto de llegar al éxtasis introdujo  dos dedos en su interior y lamió el excitado botón que tanto había disfrutado atormentando.

Ella emitió un grito de asombro y se aferró con fuerza a sus hombros mientras palpitaba en torno a su  mano. Williams se quedó sosteniéndola unos minutos. Dándole el tiempo necesario para que su pulso se calmara. 

—Rosalia  —llamó por fin. Necesitaba hacerlo decirlo a todos, que la sociedad se enterará que está hermosa mujer sería su esposa, quería tenerla con él. Vivir. Viajar, pero todo con ella a su lado como su ancla.

—Williams.

—¿Anunciamos esta noche nuestro compromiso?

Ella parpadeó, asombrada por el giro que habían  dado los  acontecimientos.

—Hoy no.  

Y ahora una duda había sido sembrada en el corazón del Duque.

La vio marcharse sin dar un paso en falso, y muchas preguntas pasaban por su cabeza. 

A la Merced Del Duque ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora