Ruggero alza una mano con una expresión de "deshaz esto ahora" y su boca se retuerce en esa forma totalmente sexy y desafiante que tiene.
Oh, gemelos. Tomo su muñeca y libero el primero, un disco de platino con sus iniciales grabadas en caligrafía sencilla, y luego quito el otro. Cuando
termino lo miro, y su mirada de diversión ha desaparecido, remplazada por algo más caliente... mucho más caliente. Me estiro y le quito la camisa de los hombros, dejándola caer al piso.-¿Listo? -susurro.
-Para lo que quieras, Karol.
Mis ojos pasan de los suyos a sus labios. Abiertos para que pueda respirar mejor. Esculpidos, rellenos, lo que sea, es una boca hermosa y él sabe
exactamente qué hacer con ella. Me encuentro inclinándome para besarlos.-No -dice, y pone ambas manos en mis hombros-. No, si lo haces, jamás me cortarás el pelo.
¡Oh!
-Quiero esto-continúa. Y sus ojos están muy abiertos por algún motivo. Es desesperante.
-¿Por qué? -susurro.
Me mira un segundo, y abre más los ojos.
-Porque me hará sentir querido.
Mi corazón se salta un latido. Oh, Ruggero... mi Cincuenta. Y antes de saberlo lo envuelvo en mis brazos y le beso el pecho antes de acariciar con mi mejilla en vello de su pecho.
-Karol. Mi Karol-susurra. Envuelve sus brazos a mí alrededor y nos quedamos inmóviles, sosteniéndonos en el baño. Oh, como amo estar en
sus brazos. Incluso si es un imbécil, insoportable y megalomaníaco, es mi imbécil, insoportable y megalomaníaco que necesita una dosis de por vida
de TLC. Retrocedo sin soltarlo.-¿Realmente quieres hacer esto?-asiente y me sonríe tímidamente. Le devuelvo la sonrisa y me libero de su abrazo.
-Entonces sentado-repito. Dudosamente obedece, sentándose de espaldas al lava manos. Me quito
los zapatos y los dejo cerca de su camisa en el piso. Saco su champú Chanel de la ducha. Lo compramos en Francia.-¿Le gustaría este señor? -lo sostengo con ambas manos como que estoy vendiendolo en QVC11-. Entregado en sus manos desde el Sur de Francia. Me gusta el olor de este... huele a ti-añado en un susurro, olvidándome de la voz de locutora.
-Por favor-sonríe. Tomo una toalla del toallero. La señora Jones sí que sabe mantenerlas suaves.
-Inclínate hacia delante-ordeno y Ruggero obedece. Dejando la toalla en sus hombros, me vuelvo hacia el lava manos y lo lleno con agua tibia.
-Recuéstate.
Oh, me gusta estar a cargo.
Ruggero se reclina, pero es demasiado alto. Lleva la silla más adelante y luego se reclina hasta que su
cabeza toca la mesada. Distancia perfecta. Ladea su cabeza hacia atrás. Sus ojos audaces me miran, y sonrío. Tomando uno de los vasitos que dejamos junto al lava manos, lo lleno de agua y la dejo caer en la cabeza de Ruggero, mojando su cabello. Repito el proceso, inclinándome sobre él.-Hueles tan bien, señora Pasquarelli -murmura y cierra los ojos. Mientras mojo metódicamente su cabello, lo miro libremente. Santa vaca.
¿Alguna vez me cansaré de esto? Largas oscuras pestañas que hacen sombras en sus mejillas; labios levemente abiertos, formando una hermosa forma de diamante, e inhala suavemente. Hmm... cómo ansío
meter mi lengua... Le entra agua en los ojos.¡Mierda!
-¡Lo lamento!-agarra la esquina de la toalla y rie mientras seca el agua en sus ojos.