➸ᴄᴀᴘíᴛᴜʟᴏ④③

1.2K 92 8
                                    

En la puerta del frente se agacha, agarra mi tobillo, y gentilmente quita primero un zapato, luego el otro. Oh, el alivio. Se endereza y me mira hacia abajo, sosteniendo mis manolos.

—¿Mejor? —pregunta, divertido. Asiento.

—Tengo deliciosas visiones de éstos alrededor de mis oídos —murmura, mirando hacia abajo con nostalgia a mis zapatos. Sacude su cabeza y, tomando mi mano una vez más, me conduce a través de la casa a oscuras, y sube las escaleras hacia nuestra habitación—. Estás destrozada, ¿no? — dice suavemente, mirándome.

Asiento. Empieza a desatar la correa de mi gabardina.

—Yo lo haré —murmuro, haciendo un intento a medias de alejarlo.

—Déjame.

Suspiro. No tenía ni idea de que estaba tan cansada.

—Es la altitud. No estás acostumbrada. Y la bebida, por supuesto —sonríe, despojándome de mi abrigo, y tirándolo sobre una de las sillas de la habitación. Tomando mi mano, me conduce al baño. ¿Por qué venimos aquí?—. Siéntate —dice.

Me siento en una de las sillas y cierro mis ojos. Lo oigo mientras él rebusca entre las botellas del tocador. Estoy demasiado cansada para abrir mis ojos y ver qué está haciendo. Un momento más tarde, echa mi cabeza hacia atrás, y abro mis ojos, sorprendida.

—Ojos cerrados —dice Ruggero. Mierda sagrada, ¡está sosteniendo una bola de algodón! Suavemente, la pasa sobre mi ojo derecho, limpiándolo. Me siento inmóvil mientras metódicamente me quita el maquillaje—. Ah. Ahí está la mujer con la que me casé —dice después de unas pasadas.

—¿No te gusta mi maquillaje?

—Me gusta bastante, pero prefiero lo que hay debajo. —Besa mi frente—. Aquí. Toma esto —pone algunos advil en mi palma y me alcanza un vaso de agua. Miro y hago pucheros—. Tómalos —ordena.

Pongo lo ojos en blanco, pero hago lo que me dice.

—Bien. ¿Necesitas un momento en privado? —pregunta sardónicamente. Resoplo.

—Tan tímido, Sr. Pasquarelli. Sí, necesito hacer pis.

Se ríe.

—¿Esperas que me vaya?

Doy risitas.

—¿Te quieres quedar?

Inclina su cabeza a un lado, su expresión divertida.

—Eres un pervertido hijo de perra. Fuera. No quiero que me veas hacer pis. Eso es ir demasiado lejos.

Me paro y sacudo una mano hacia él para que salga del baño. Cuando emerjo del baño, se ha cambiado a sus pantalones de pijama. Hmm… Ruggero en pijama. Hipnotizada, miro su abdomen, sus músculos, su vello abdominal. Me distrae. Camina hacia mí.

—¿Disfrutando la vista? —pregunta irónicamente.

—Siempre.

—Creo que está un poco bebida, Sra. Pasquarelli.

—Creo que, por una vez, tengo que estar de acuerdo con usted, Sr. Pasquarelli.

CUMPLIENDO TUS REGLAS [TEMP 3] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora