➸ᴄᴀᴘíᴛᴜʟᴏ③⑤

1.3K 115 15
                                    

—Pensaba que ustedes nacieron aquí en Seattle —murmuro.

Mi mente corrie. ¿Qué tiene esto que ver con Benicio? Ruggero levanta el brazo cubriendo su rostro, llega detrás de él, y toma una de las almohadas. Colocándola bajo su cabeza, se acomoda de nuevo y me mira, su expresión cautelosa. Después de un momento niega con la cabeza.

—No. Michael y yo fuimos adoptados en Detroit. Nos trasladamos aquí poco después de mi adopción. Antonella quería estar en la costa oeste, lejos de la mancha urbana, y ella consiguió un trabajo en el Hospital Northwest. Tengo muy poca memoria de esa época. Luci fue adoptada aquí.

—¿Así que Benicio es de Detroit?

—Sí.

Oh…

—¿Cómo lo sabes?

—Hice una revisión de antecedentes cuando fuiste a trabajar para él.

Por supuesto que lo hizo.

—¿Tienes un archivo de manila sobre él, también? —Le sonreí.

La boca de Ruggero se retuerce mientras él esconde su diversión.

—Creo que es de color azul pálido —sus dedos continúan corriendo a través de mi pelo. Es tranquilizador.

—¿Qué dice en su archivo?

Ruggero parpadea. Estirando la mano acaricia mi mejilla.

—¿Realmente quieres saber?

—¿Es así de malo?

Se encoge de hombros.

—He conocido peores —susurra.

¡No! ¿Se refiere a sí mismo? Y la imagen que tengo de Ruggero como un pequeño, sucio, temeroso, chico perdido viene a la mente. Me enrollo en torno a él, abrazándolo con más fuerza, tirando de la sábana sobre él, y pongo mi mejilla contra su pecho.

—¿Qué? —pregunta, desconcertado por mi reacción.

—Nada —murmuro.

—No, no. Esto funciona en ambos sentidos, Karol. ¿Qué es?

Echo un vistazo evaluando su expresión preocupada. Descansando mi mejilla sobre su pecho una vez más, me decido a decirle.

—A veces te imagino como un niño… antes de que vinieras a vivir con los Pasquarellis.

Ruggero se pone rígido.

—Yo no estaba hablando de mí. No quiero tu
compasión, Karol. Esa parte de mi vida se fue. Paso.

—No es lástima —digo en voz baja, horrorizada—. Es simpatía y tristeza… tristeza de que alguien pueda hacerle eso a un niño —tomo una profunda y estabilizante respiración, mientras mi estómago se retuerce y las lágrimas pinchan mis ojos de nuevo—. Esa parte de tu vida no se fue, Ruggero, ¿cómo puedes decir eso? Vives cada día con tu pasado. Tú mismo me dijiste, Cincuenta Sombras, ¿recuerdas? —mi voz es apenas audible.

Ruggero resopla y corre la mano libre a través de su pelo, aunque se queda callado y tenso debajo de mí.

—Sé que es por eso que sientes la necesidad de controlarme. Mantenerme a salvo.

—Y sin embargo, tú decides desafiarme —murmura desconcertado, su mano aún en mi pelo.

Frunzo el ceño. ¡Santo cielo! ¿Hago eso a propósito? Mi subconsciente, se quita sus gafas de media luna y mastica el final, frunciendo los labios y asintiendo con la cabeza. La ignoro. Esto es confuso, soy su esposa, no su sumisa, no alguna empresa que ha adquirido. No soy la puta drogadicta que era su madre… Mierda. La idea es repugnante. Las palabras del Dr. Flynn vienen de nuevo a mí:

CUMPLIENDO TUS REGLAS [TEMP 3] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora