➸ᴄᴀᴘíᴛᴜʟᴏ③④

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Pero me mira, implacable. Sólo va a continuar. ¿Durante cuánto tiempo? ¿Puedo jugar este juego? No. No. No. No puedo hacer esto. Sé que no va a parar. Va a continuar para torturarme. Su mano viaja hacia abajo por mi cuerpo una vez más. No… y la presa explota, toda la aprehensión, la ansiedad, y el miedo del último par de días abrumándome otra vez mientras las lágrimas brotan de mis ojos. Le doy la espalda. Esto no es amor. Es venganza.

—Rojo —susurro—. Rojo. Rojo.

Las lágrimas fluyen por mi cara. Se queda quieto.

—¡No! —jadea, asombrado—. Jesucristo, no.

Se mueve rápidamente, desenganchando mis manos, sujetándome por la cintura e inclinándose para desabrochar mis tobillos, mientras pongo mi cabeza en mis manos y lloro.

—No, no, no. Karol, por favor. No.

Levantándome, se mueve a la cama, sentándome y acunándome en su regazo mientras sollozo inconsolablemente. Estoy abrumada… mi cuerpo está tenso hasta el límite, mi mente en blanco, y mis emociones diseminadas por el viento. Él se estira detrás de mí, arranca la sábana de satén de la cama de cuatro postes y me cubre con ella. Las frías sábanas se sienten extrañas y no bienvenidas contra mi sensibilizada piel. Me envuelve con los brazos, abrazándome, meciéndome suavemente hacia delante y atrás.

—Lo siento. Lo siento —murmura Ruggero, su voz cruda. Besa mi cabello una y otra vez—. Karol, perdóname, por favor.

Girando mi cara hacia su cuello, continúo llorando, y es una liberación catártica. Ha pasado tanto en los últimos días, fuegos en salas de ordenadores, persecuciones de coches, carreras planeadas para mí, arquitectas cachondas, lunáticos armados en el apartamento, discusiones, su enfado, y Ruggero ha estado fuera. Odio que Ruggero se vaya… Uso la esquina de la sábana para sonarme la nariz y poco a poco me doy cuenta de que los tonos clínicos de Bach todavía están resonando alrededor de la sala.

—Por favor apaga la música —me sorbo la nariz.

—Claro, por supuesto —Ruggero cambia de postura, sin dejarme, y saca el mando de su bolsillo trasero. Presiona un botón y la música del piano cesa, para ser reemplazada por mis sacudidas respiraciones—. ¿Mejor? —pregunta.

Asiento, mis sollozos disminuyendo. Ruggero seca mis lágrimas suavemente con su pulgar.

—¿No eres fanática de las Variaciones Goldberg de Bach? —pregunta.

—No de esa pieza.

Me mira, intentando y fracasando en esconder la vergüenza en sus ojos.

—Lo siento —dice otra vez.

—¿Por qué has hecho eso? —mi voz es apenas audible mientras trato de procesar mis pensamientos y emociones confundidas. Sacude la cabeza tristemente y cierra los ojos.

—Me perdí en el momento —dice poco convincentemente. Le frunzo el ceño, y suspira.

—Karol, la negación del orgasmo es una herramienta estándar en… Tú nunca… —para.  Cambio de postura en su regazo, y se estremece.

Oh. Me sonrojo.

—Lo siento —murmuro.

Pone los ojos en blanco, entonces se echa hacia atrás de repente, llevándome con él, para que estemos los dos tumbados en la cama, yo en sus brazos. Mi sujetador es incómodo, y lo ajusto.

—¿Necesitas ayuda? —pregunta en voz baja.

Sacudo la cabeza. No quiero que toque mis pechos. Cambia de postura para mirarme desde arriba, y tentativamente levantando su mano, pasa los dedos suavemente por mi cara. Lágrimas en mis ojos otra vez. ¿Cómo puede ser tan cruel un minuto y tan sensible al siguiente?

CUMPLIENDO TUS REGLAS [TEMP 3] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora