𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 ⑧

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El camarero nos sirve el crème brulée y se retira discretamente.

-¿Por qué siempre trenzas mi cabello? -le pregunto a Ruggero por curiosidad. Estamos sentados el uno frente al otro, mi pierna enroscada en torno a la suya. Se detiene cuando está a punto de levantar su cuchara para postres y frunce el ceño.

-No quiero que tu cabello se enrede con nada -dice tranquilamente, por un instante está perdido en su pensamiento-. Costumbre, creo -reflexiona. De pronto frunce el ceño y sus ojos se abren, sus pupilas se dilatan alarmadas.

¡Mierda! ¿Qué ha recordado? Es algo doloroso, algún recuerdo de su infancia, supongo. No quiero recordarle eso. Inclinándome, pongo mi dedo índice sobre sus labios.

-No importa. No necesito saberlo. Sólo tenía curiosidad-le dirijo una cálida y tranquilizadora sonrisa. Su mirada es cautelosa, pero después de un instante visiblemente se relaja, su alivio es evidente. Me inclino para besar la esquina de su labio.

-Te amo -murmuro, y profesa esa tímida sonrisa de corazón adolorido, y me derrito-. Siempre te amaré, Ruggero

-Y yo a ti -dice suavemente.

-¿A pesar de mi desobediencia? -alzo una ceja.

-Debido a tu desobediencia, Karol -sonríe.

Introduzco mi cuchara a través de la capa de azúcar quemada y sacudo mi cabeza. ¿Alguna vez entenderé a este hombre? Mmm... este crème brulée está delicioso. Una vez que el camarero se ha llevado los platos, Ruggero toma la botella de rosé y llena de nuevo mi vaso. Me aseguro de que estemos solos y pregunto:

-¿Qué pasa con la cosa de no ir al baño?

-¿En serio quieres saberlo? -medio sonríe, sus ojos encendidos con un brillo obsceno.

-¿Lo hago? -lo miro a través de mis pestañas mientras tomo un sorbo del vino.

-Cuanto más llena su vejiga, más intenso será tu orgasmo, Karol-me ruborizo.

-Oh. Ya veo-santa mierda, eso explica un montón. Sonríe, luciendo sabelotodo. ¿Estaré siempre detrás del señor experto en sexo?

-Sí, bueno... -desesperadamente divagando para cambiar de tema. Se compadece de mí.

-¿Qué quieres hacer el resto de la noche? -gira su cabeza y me dirige su sonrisa ladeada.

Lo que sea que tú quieras, Ruggero. ¿Poner a prueba de nuevo tu teoría? Me encojo de hombros.

-Sé lo que quiero hacer -murmura-. Alzando su vaso de vino, levanta su mano y me la ofrece-. Ven-tomo su mano y me lleva al salón principal.

Su iPod está en la base de los altavoces en el vestidor. Lo enciende y escoge una canción.

-Baila conmigo-me toma en sus brazos.

-Si insistes.

-Insisto, Sra. Pasquarelli.

Una seductora y cursi melodía empieza. ¿Es un ritmo latino? Ruggero me sonríe y empieza a moverse, arrastrando mis pies y llevándome con él alrededor del salón. Un hombre con una voz como caramelo derretido caliente canta. Es una canción que conozco pero no puedo reconocer. Ruggero me baja, y grito en sorpresa y luego doy una risita. Sonríe, sus ojos llenos de humor. Luego me levanta y me da una vuelta bajo su brazo.

-Bailas muy bien -digo-, es como si yo pudiera bailar.

Me da una sonrisa de esfinge pero no dice nada, y me pregunto si es porque está pensando en ella... la Sra. Johnson, la mujer que le enseñó como bailar, y como follar. Ella no ha cruzado mi mente por un tiempo. Ruggero no la ha mencionado desde su cumpleaños, y hasta donde sé, su relación de negocios se terminó. Pero, de mala gana, tengo que admitir... que fue una buena maestra. Me baja de nuevo y planta un suave beso en mis labios.

CUMPLIENDO TUS REGLAS [TEMP 3] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora