𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 ②⑥

2.1K 98 32
                                    

—Cinco personas han sido despedidas por eso, Karol. No sucederá de nuevo.

—¿Cinco?—asiente, su rostro es serio.

¡Maldición!

—Eso me recuerda. Hay un arma en tu escritorio—él frunce el ceño ante mi cambio de tema y probablemente ante mi tono acusatorio, aunque no quiera decirlo de esa manera.

—Es de Ana—dice finalmente.

—Está cargada.

—¿Cómo lo sabes? —su ceño se profundiza.

—La revisé ayer—me mira con el ceño fruncido.

—No quiero que tontees con armas. Espero que hayas puesto el seguro de nuevo—pestañeo, momentáneamente estupefacta.

—Ruggero, no hay seguro en un revólver. ¿No sabes nada de armas?—sus ojos se agrandan.

—Um… no—Robert tose discretamente en la entrada. Ruggero le ofrece un asentimiento.

—Tenemos que irnos —dice Ruggero. Se pone de pie, distraído y se coloca la chaqueta gris. Lo sigo hacia el corredor.

Tiene el arma de Ana. Me sorprenden las noticias y brevemente me pregunto qué le ha sucedido a ella. ¿Todavía está en… dónde es? Algún lugar en el este. ¿New Hampshire? No puedo recordarlo.

—Buenos días, Robert —dice Ruggero—. Buenos días, Sr. Pasquarelli, Sra. Pasquarelli—nos da un asentimiento, pero se cuida de no mirarme a los ojos. Lo agradezco, recordando mi estado de desnudez cuando nos encontramos anoche.

—Sólo voy a lavarme los dientes —murmuro. Ruggero siempre se lava los dientes antes del desayuno. No entiendo por qué.

—Deberías pedirle a Robert que te enseñe a disparar —digo mientras bajamos en el elevador. Ruggero me da un vistazo, divertido.

—¿Debería? —dice secamente.

—Sí.

—Karol, desprecio las armas. Mi madre ha cosido a muchas víctimas de crímenes con armas, y mi padre es vehementemente anti armas. Crecí con sus valores. Apoyo al menos dos iniciativas de control de armas aquí en Washington.

—Oh. ¿Robert lleva un arma?—la boca de Ruggero se afina.

—A veces.

—¿No lo apruebas? —pregunto, mientras Ruggero me conduce fuera del elevador en la planta baja.

—No —dice con los labios apretados—. Digamos que Robert y yo tenemos visiones muy diferentes con respecto al control de armas. —Estoy con Robert en esto—Ruggero sostiene la puerta del vestíbulo abierta para mí y me dirijo al coche.

No me ha dejado conducir sola a AIPS desde que descubrió que Charlie Tango fue saboteado. Sawyer sonríe amablemente, sosteniendo la puerta abierta para mí a la vez que Ruggero y yo subimos al coche.

—Por favor—extiendo mi mano y tomo la de Ruggero.

—¿Por favor qué?

—Aprende a disparar—él pone los ojos en blanco.

—No. Fin de la discusión, Karol—de nuevo soy una niña regañada. Abro la boca para decir algo mordaz,
pero decido que no quiero comenzar mi día de trabajo de mal humor.

En su lugar, me cruzo de brazos, y veo a Taylor mirándome por el espejo retrovisor. Él aparta la mirada, concentrándose en el camino frente a
nosotros, pero sacude la cabeza un poco, en obvia frustración. Hmm... Ruggero también lo vuelve loco a veces. La idea me hace sonreír, y mi humor es salvado.

CUMPLIENDO TUS REGLAS [TEMP 3] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora