🐾Primer Omega🐾

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"Mal día, visitas a la farmacia y Alfa estúpido con olor a chocolate amargo"

La fría brisa que pasaba por las calles decoradas de luces en la ya oscura noche apenas cubierta por las estrellas de Seul arremolinaba a las personas a querer acurrucarse bien sea con su pareja o un simple implemento que de calor, ya sea un trapo simple con tela gruesa y cómoda que los ayudase a defenderse y contenerse del clima.

Justo como lo habían pensado y como lo hacían en aquel momento el trio de Omegas que caminaba bajo el tenso ambiente y las constantes brisas que calaban sus huesos y debilitaban sus cuerpos, obligándose a ellos a ellos mismos a apretujarse en una tela casi inexistente de calor.

El frio era dominante, casi perplejo ante la rigidez que empleaba para dar escalofríos, pero por nada del mundo, ni siquiera una tormenta doblegaba el mal humor que contenían aquellos Omegas que caminaban lentamente con una dirección fija.

- ¡N-No me parece justo! – titubeo el joven Omega más pequeños de los tres, con sus manos pequeñas dentro de su cómoda pero no tan cálida chaqueta color beige, el frio lo estaba literalmente matando e incluso podía decir con certeza que sus pies eran dos varillas de hielo y que de sus cabello de hebras rubias habían unas figuras de cono de hielo formarse. Pero para su suerte y mala para el mundo, su enojo lo ponía de mil maneras menos conforme y estaba a gusto de sentir así sea un poquito de calor por sus hormonas.

- Urg, deberás como odio a los Alfas – susurro con el mismo humor de descontento el Omega más alto y mayor de los tres, que tenía sus cabellos negros casi sin verse en la oscuridad del manto de la noche y la mirada ámbar baja, mientras trataba de darse calor con el chaleco rosa pastel que le había regalado su madre en épocas de navidad.

- Todos son unos idiotas con la I mayúscula – susurro el otro entre los tres, que tenía sus cabellos castaños y los acompañaba en sus reproches o en el pequeño (mucho) odio hacia los alfas, con su cara deformada en disgusto y sus ropas enormes molestarle – Espero no volver nunca más a ese lugar – demando bufando a la final.

Los tres continuaron caminando con sus estridentes humores pesados liberando sus aromas combinando con sus feromonas y volviéndolos en si ácidos y poco soportables para las demás personas, que sin pena alguna tapaban su nariz al pasar por su lado, así continuaron hasta parar frente a una farmacia.

La pequeña campana se hizo escuchar en el pequeño local informando que un nuevo cliente había ingresado, dejando a la vista desde la entrada el trio de Omegas enfurruñados ante el dueño, que fruncio un poco su nariz ante la variedad de aromas suaves con el toque acido afligidos al enojo.

Sin una pizca de vergüenza, llevo con remordimiento su mano a su nariz y miro con sus ojos oscuros a los recién llegados.

- ¿En que puero ayurarlos? – cuestionó con un tono de voz graciosa y chillona pero que no logro debilitar en ningún momento la pesadez del humor que yacían los chicos.

- ¿Tiene neutralizadores? – pregunto el omega mayor con un tono arrasador pero sin perder de lado su amabilidad, él no podía ser grosero con desconocidos ni porque estuviera de muy mal humor. Con una débil sonrisa en su rostro hablo con toda la calma y delicadeza que lo caracterizaba.

El joven dueño de aquella farmacia con paredes blancas y vitrinas llenas de medicamentos con utensilios para la salud, removió sus cabellos grises que se sostenían en una pequeña cola que apenas tomaban sus hebras y asintió en su lugar.

- Claro, ¿Cuántos necesita? – cuestiono sacando sus manos de la nariz.

El pelinegro dio media vuelta y centró su vista en el trio de omegas, quienes se encogieron de hombros. No pudo evitar rodar los ojos y darle la espalda nuevamente.

¿𝑸𝒖𝒊𝒆𝒏 𝒏𝒆𝒄𝒆𝒔𝒊𝒕𝒂 𝒖𝒏 𝑨𝒍𝒇𝒂? (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora