Capitulo XVII

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Comienza a escribir tu historia

Al día siguiente Elsa le contó a Jane todo lo que habían hablado Wickham y ella. Jane escuchó con asombro e interés. No podía creer que Jack podría ser tan indígena de la experiencia de Bingley; y, sin embargo, no se atrevía a dudar de la veracidad de un hombre de apariencia tan afable como Wickham. La posibilidad de que podríamos tener la misma crueldad era suficiente para avivar sus sentimientos más tiernos; de modo que no tenía más remedio que no pensar mal ni del uno ni del otro, defender la conducta de ambos y atribuir a la casualidad o al error lo que de otro modo no podía explicar.

––Tengo la impresión ––decía–– de que ambos han sido defraudados, son personas, de algún modo decepcionado por algo que nosotras no podemos adivinar. Quizá haya sido gente interesada en tergiversar las cosas la que los enfrentó. En fin, no podemos conjeturar las causas o las circunstancias que han separado sin que ni uno ni otro sean culpables.

––Tienes mucha razón; y dime, mi querida Jane: ¿Qué tienes que decir en favor de esa gente interesada que probablemente tuvo que ver en el asunto? Defiéndelos también, si no nos veremos obligados a hablar mal de alguien.

––Ríete de mí todo lo que quieras, pero no me harás cambiar de opinión. Querida Elsy, diez en cuenta en qué lugar tan deshonroso está ubicado al señor Frost; tratar así al favorito de su padre, alguien a quien él había prometido darle un porvenir. Es imposible Nadie medianamente bueno, que aprecie algo el valor de su conducta, es capaz de hacerlo. ¿Es posible que sus amigos más íntimos estén tan comprometidos respecto a él? ¡Oh no!

––Creo que es más fácil que la amistad del señor Bingley sea impuesta que el señor Wickham haya inventado semejante historia con nombres, hechos, y que la cuente con tanta naturalidad. Y si no es así, que sea el señor Frost el que lo niegue. Además, había sinceridad en sus ojos.

––Es realmente difícil, es lamentable. Uno no sabe qué pensar.

––Perdona; uno sabe exactamente qué pensar.

Las dos jóvenes charlaban en el jardín cuando fueron avisadas de la llegada de algunas de las personas de las que estaban hablando justamente. El señor Bingley y sus hermanas venían para invitarlos personalmente al tan esperado baile de Netherfield que había sido fijado para el martes siguiente. Las Bingley se alegraron mucho de ver a su querida amiga, les había parecido que había pasado un siglo desde que habían estado juntas y continuamente le preguntaban qué había sido de ella desde su separación. Al resto de la familia les presté poca atención, a la señora Bennet la evité hacer todo lo que les fue posible, con Elsa habla muy poco ya las demás ni siquiera les dirigí la palabra. Se fueron en seguida, levantándose de sus asientos con una rapidez que dejó pasmado a su hermano,

La perspectiva del baile de Netherfield resultó extraordinariamente apetecible a todos los miembros femeninos de la familia. La señora Bennet lo perdió como un cumplido dedicado a su hija mayor y se consideró especialmente halagada por haber recibido la invitación del señor Bingley en persona y no a través de una ceremoniosa tarjeta. Jane se imaginaba una feliz velada en compañía de sus dos amigas y con las atenciones del hermano, y Elsa pensaba con delegar en bailar todo el tiempo con el señor Wickham y en ver confirmada toda la historia en las miradas y el comportamiento del señor Frost. La felicidad que Catherine y Lydia anticipaban depender menos de un simple hecho o de una persona en particular, porque, aunque las dos, como Elsa, pensaban bailar la mitad de la noche con Wickham, no era ni mucho menos la única pareja que podría satisfacerlas, y, al fin y al cabo, un baile era un baile. También Mary llegó a ayudar a su familia que tampoco a ella le disgustaba la idea de ir.

––Mientras pueda tener las mañanas para mí ––dijo––, me basta. No me supone ningún sacrificio aceptar ocasionalmente compromisos para la noche. Todos nos debemos a la sociedad, y confieso que soy de los que consideran que los intervalos de recreo y esparcimiento son recomendables para todo el mundo.

Elsa estaba tan animada por la ocasión, que a pesar de que no solía hablarle a Collins más que cuando era necesario, no podía evitar preguntarle si tenía la intención de aceptar la invitación del señor Bingley y si así lo hacía, si le parecía haber asistido a fiestas nocturnas. Elsa se quedó sorprendida cuando le contestó que no tenía ningún reparo al respecto, y que no temía que el arzobispo ni lady Catherine de Bourgh le censuraron por aventurarse al baile.

––Le aseguro que en absoluto creo ––dijo–– que un baile como este, organizado por hombre de categoría para gente respetable, pueda tener algo de malo. No tengo ningún inconveniente en bailar y espero tener el honor de hacerlo con todas mis bellas primas. Aproveche ahora esta oportunidad para pedirle, posiblemente a usted, señorita Elsa, los dos primeros bailes, preferencia que confío que mi prima Jane sepa atribuir a la causa debida, y no a un desprecio hacia ella.

Elsa se quedó totalmente desilusionada. ¡Ella que se había propuesto dedicar esos dos bailes tan especiales al señor Wickham! ¡Y ahora tenía que bailarlos con el señor Collins! Hemos elegido mal momento para ponerse tan contenta. En fin, ¿qué puedes hacer? No le queda más remedio que dejar su dicha y la de Wickham para un poco más tarde y aceptar la propuesta de Collins con el mejor ánimo posible. No le hizo ninguna gracia su galantería porque detrás de ella se escondía algo más. Por primera vez se le tendrá que pensar que era ella la elegida entre todas las hermanas para ser la señora de la casa parroquial de Hunsford y para asistir a las partidas de cuatrillo de Rosings en ausencia de visitantes más selectos. Esta idea no tardó en convertirse en convicción cuando detectó las crecientes atenciones de Collins para con ella y oyó sus frecuentes tentativas de elogio su ingenio y vivacidad. Aunque a ella, el efecto que causaban sus encantos en este caso, más que complacerla la dejaba atónita, su madre pronto le dio un sentido que la posibilidad de aquel matrimonio le agradaba en exceso. Sin embargo, Elsa prefirió no darse cuenta por aludida, porque estaba segura de cualquier réplica requerida como consecuencia una discusión seria. Probablemente el señor Collins nunca le haría semejante proposición, y hasta que lo hiciese era una pérdida de tiempo discutir por él. su madre pronto le dio a entender que la posibilidad de aquel matrimonio le agradaba en exceso. Sin embargo, Elsa prefirió no darse cuenta por aludida, porque estaba segura de cualquier réplica requerida como consecuencia una discusión seria. Probablemente el señor Collins nunca le haría semejante proposición, y hasta que lo hiciese era una pérdida de tiempo discutir por él. su madre pronto le dio a entender que la posibilidad de aquel matrimonio le agradaba en exceso. Sin embargo, Elsa prefirió no darse cuenta por aludida, porque estaba segura de cualquier réplica requerida como consecuencia una discusión seria. Probablemente el señor Collins nunca le haría semejante proposición, y hasta que lo hiciese era una pérdida de tiempo discutir por él.

Si no hubiesen tenido que hacer los preparativos para el baile de Netherfield, los Bennet menores habían llegado a un estado digno de compasión, ya que desde el día de la invitación hasta el baile de la lluvia no cesó un momento, impidiéndoles ir ni una sola vez a Meryton. Ni tía, ni oficiales, ni chismes que cuentan. También los centros de rosas para el baile de Netherfield tuvieron que hacerse por encargo. La misma Elsa viola su paciencia puesta a prueba con aquel mal tiempo que suspendió totalmente los progresos de su amistad con Wickham. Sólo el baile del martes pudo hacer soportable a Catherine ya Lydia un viernes, sábado, domingo y lunes como esos.

Orgullo y Prejuicio ||Jelsa||adaptacion||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora