El sábado por la mañana Elsa y Collins encontraron a la hora del desayuno unos minutos antes de que aparecieran los demás; y aprovechó la oportunidad para que los cumplidos de la despedida que consideraba absolutamente necesarios.
––Ignoro, señorita Elsa ––le dijo––, si la señora Collins le expresó cuánto agradeció su amabilidad al haber llegado; pero estoy seguro de lo que hará antes de que abandone usted esta casa. Hemos apreciado enormemente el favor de su compañía. Sabemos lo poco tentador que puede ser para nadie el venir a nuestra humilde morada. Nuestro sencillo modo de vivir, nuestras pequeñas habitaciones, nuestros pocos criados y nuestro aislamiento, han de hacer de Hunsford un lugar extremadamente triste para una joven como usted. Pero espero que cree en nuestra gratitud por su condescendencia y en que hemos hecho todo lo que estaba a nuestro alcance para evitar que se aburriera.
Elsa le dio las gracias efusivamente y dijo que estaba muy contenta. Hemos pasado seis semanas muy felices; y el placer de estar con Charlotte y las amables atenciones que había recibido, la habían dejado muy satisfecha. Collins lo famoso y con solemnidad, pero más sonriente, repuso:
––Me proporciona el mayor gusto saber que ha pasado usted el tiempo agradablemente. Se ha hecho, realmente, todo lo que se ha podido; hemos tenido la suprema suerte de haber podido presentarla a usted a la más alta sociedad, y los frecuentes medios de variación el humilde escenario doméstico que nos han facilitado nuestras relaciones con Rosings, nos permitimos esperar que su visita le hemos sido grata. Nuestro trato con la familia de lady Catherine es realmente una ventaja extraordinaria y una bendición de los pocos que pueden alardear. Hemos visto en qué situación estamos en Rosings, muchas veces hemos sido invitados allí. Debo reconocer sinceramente que, con todas las desventajas de esta humilde casa parroquial, nadie que aquí venga podrá compadecerse mientras puedan compartir nuestra intimidad con la familia de Bourgh.
Las palabras eran insuficientes para la evolución de sus sentimientos y se vio obligado a pasearse por la estancia, mientras que Elsa experimentaba la combinación de la verdad con la cortesía en frases breves.
––Así, pues, puedes llevarte buenas noticias nuestras a Hertfordshire, querida prima. Al menos esta es mi esperanza. Ha sido testigo diario de las grandes atenciones de lady Catherine para con la señora Collins, y confió en que no le parecería que su amiga no es feliz. Pero en lo que se refiere a este punto mejor será que me calle. Permítame solo asegurarle, querida señorita Elsa, que le deseo de todo corazón igual felicidad en su matrimonio. Mi querida Charlotte y yo no tenemos más que una sola voluntad y un solo modo de pensar. Entre nosotros existen en todo muy notables semejanzas de carácter y de ideas; parecemos hechos el uno para el otro.
Elsa pudo decir de veras que era una gran alegría que así fue, y con la misma sinceridad controlada que lo creía firmemente y que se alegraba de su bienestar doméstico; pero, sin embargo, no lamenté que la descripción del mismo fue interrumpida por la llegada de la señora de quien se vio. ¡Pobre Charlotte! ¡Era triste dejarla en semejante compañía! Pero ella lo había elegido conscientemente. Consideró claramente que le dolía la partida de sus huéspedes, pero no parecía querer que la compadeciesen. Su hogar y sus quehaceres domésticos, su parroquia, su gallinero y todas las demás tareas anexas, todavía no habían perdido el encanto para ella.
Por fin llegó la silla de posta; se cargaron los baúles, se acomodaron los paquetes y se les avisó que todo estaba listo. Las dos amigas se despidieron afectuosamente, y Collins acompañó a Elsa hasta el coche. Mientras atravesaban el jardín le encargó que saludase afectuosamente de su parte a toda la familia y que les repitan su agradecimiento por las bondades que le dispensaron durante su estancia en Longbourn el último invierno, y la encareció que saludase también a los Gardiner a pesar de que no los conocía. Le ayudó a subir al coche y tras ella, a María. A punto de cerrar las portezuelas, Collins, consternado, les grabé que se habían olvidado de cargar algo para las señoras de Rosings.
––Pero ––añadió–– probablemente desearán que les transmitamos sus humildes respetos junto con su gratitud por su amabilidad para ustedes.
Elsa no se opuso; se cerró la portezuela y el carruaje partió.
--¡Dios mio! ––Exclamó María al cabo de unos minutos de silencio––. Parece que fue ayer cuando llegamos y, sin embargo, ¡qué cosas han sucedido!
––Muchas, es cierto ––contestó su compañera en un suspiro.
––Hemos cenado nueve veces en Rosings, y hemos tomado el té allí dos veces. ¡Cuánto tengo que contar! Elsa mecánicos para sus adentros: «¡Y yo, muchas cosas que tengo que callarme!»
El viaje transcurrió sin mucha conversación y sin ningún incidente ya las cuatro horas de haber salido de Hunsford llegaron a la casa de los Gardiner, donde iban a pasar unos pocos días.
Jane tuvo muy buen aspecto, y Elsa casi no tuvo lugar de examen de su estado de ánimo, pues su tía les preparó un sinfín de invitaciones. Pero Jane iba a regresar a Longbourn en compañía de su hermana y, una vez allí, tenía tiempo de sobra para observarla.
Elsa se contuvo a duras penas para no contar hasta las proposiciones de Jack. ¡Qué sorpresa se iba a llevar, y qué gratificante sería para la vanidad que Elsa todavía no era capaz de dominar! Era una tentación tan fuerte, que no podríamos resistir resistir a un ser por la indecisión en que se hallaba, por la extensión de lo que tenía que comunicar y por el temor de que si empezaba a hablar se vería forzada a Bingley, con lo que solo conseguiría entristecer más aún a su hermana.
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Orgullo y Prejuicio ||Jelsa||adaptacion||
Storie d'amoreJack y Elsa representan los sentimientos que dan lugar al título del libro. Por un lado Jack encarna el orgullo , que no le permite reconocer durante un tiempo que lo que realmente lo inclina a Elsa es amor versadero . Elsa en cambio , está llena d...