Capitulo XXXIV

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Cuando todos se habían ido, Elsa, como se propusiera exasperarse más aún contra Jack, se dedicó a repasar todas las cartas que había recibido de Jane desde que se hallaba en Kent. No contenían lamentaciones ni nada que denotase que se acordaba del pasado ni que indicase que sufría por ello; pero en conjunto y casi en cada línea faltaba la alegría que solía caracterizar el estilo de Jane, alegría que, como era natural en un carácter tan tranquilo y afectuoso, casi nunca se había eclipsado. Elsa se fijaba en todas las frases reveladoras de desasosiego, con una atención que no había puesto en la primera lectura. El vergonzoso alarma de Jack por el daño que había sufrido le había sentido más vivamente el sufrimiento de su hermana.

No podría pensar en la marcha de Jack sin recordar que su primo se iba con él; pero el coronel Frost le había dado un entendimiento con claridad que no podía pensar en ella.

Mientras estaba meditando todo esto, la sorprendió la campanilla de la puerta, y abrigó la esperanza de que tenían el mismo coronel Frost que ya una vez las había visitado por la tarde y lo mejor iba a preguntar cómo se vería. Pero pronto desechó esa idea y siguió pensando en sus cosas cuando, con total sobresalto, vio que Jack entró en el salón. Inmediatamente comenzó a preguntarle, muy acelerado, por su salud, atribuyendo la visita a su deseo de saber que se encontró mejor. Ella le contestó cortés pero fríamente. Elsa estaba asombrada pero no dijo ni una palabra. Después de un silencio de varios minutos se acercó a ella y muy agitado declaró:

––He luchado en vano. Ya no puedo más. Soy incapaz de contener mis sentimientos. Permítame que le diga que la admiro y la amo apasionadamente.

El estupor de Elsa fue inexpresable. Enrojeció, se quedó mirándole fijamente, indecisa y muda. Él lo interpretó como un signo favorable y siguió manifestando todo lo que tenía por ella desde hacía tiempo. Se explicaba bien, pero no solo de su amor tenía que hablar, y no era más elocuente en el tema de la ternura que en el orgullo. La inferioridad de Elsa, la degradación que significaba para él, los obstáculos de la familia que el buen juicio le había hecho anteponer siempre a la destrucción. Hablaba de estas cosas con un ardor que reflejaba todo lo que le herían, pero todo eso no era lo más indicado para apoyar su demanda.

A pesar de toda la antipatía tan profundamente arraigada que tuvo, Elsa no pudo permanecer insensible a las manifestaciones de afecto de un hombre como Jack, y aunque su opinión no varió en lo más mínimo, se entristeció al principio por la decepción que iba a llevarse pero el lenguaje que este empleó luego fue tan insultante que toda la comparación se convirtió en ira. Sin embargo, trató de contestarle con calma cuando acabó de hablar. Concluyó asegurándole la firmeza de su amor que, a pesar de todos sus esfuerzos, no había tenido vencer, y esperando que tendría recompensado con la aceptación de su mano. Por su manera de hablar, Elsa aconsejó a JacK no ponía en duda que su respuesta sería favorable. Hablaba de temores y de ansiedad, pero su aspecto revelaba una seguridad absoluta. Esto la exasperaba aún más y cuando él terminó,

––En estos casos creo que se acostumbra a tener cierto agradecimiento por los sentimientos manifestados, aunque no pueden ser igualmente correspondidos. Es natural que se sienta esta obligación, y si usted siente gratitud, le daría las gracias. Pero no puedo; nunca he ambicionado su voluntad, y tú me has otorgado muy en contra de su voluntad. Siento haber hecho daño a alguien, pero he sido inconscientemente, y espero que ese daño dure poco tiempo. Los mismos sentimientos que, según dice, le impidieron darme a conocer sus intenciones durante tanto tiempo, vencerán sin dificultad ese sufrimiento.

Jack, que estaba apoyado en la repisa de la chimenea con los ojos clavados en el rostro de Elsa, recibió sus palabras con tanto resentimiento como sorpresa. Su tez palideció de rabia y todas sus facciones mostraban la turbación de su ánimo. Luchaba por guardar la compostura, y no abrir los labios hasta que creyese haberlo conseguido. Este silencio fue terrible para Elsa. Por fin, forzando la voz para aparentar calma, dijo:

Orgullo y Prejuicio ||Jelsa||adaptacion||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora