Capitulo XLIII

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Elsa divide los bosques de Pemberley con ciertas turbaciones, y cuando por fin llegaron a la puerta, su corazón muy fuerte.

La finca era enorme y comprendía gran variedad de tierras. Entraron por uno de los puntos más bajos y pasearon largamente a través de un hermoso bosque que se extendía sobre su amplia superficie.

La mente de Elsa estaba demasiado ocupada para poder conversar; pero observaba y admiraba todos los parajes notables y todas las vistas. Durante la media milla subieron una cuesta que les condujo a una loma considerable donde el bosque se interrumpió y desde donde vieron en seguida la casa de Pemberley, situada al otro lado del valle por el cual se deslizaba un camino algo abrupto. Era un edificio de piedra, amplio y hermoso, bien emplazado en un altozano que se destacaba delante de una cadena de elevadas colinas cubiertas de bosque, y tenía enfrente un arroyo bastante caudaloso que corría cada vez más potente, completamente natural y salvaje. Sus orillas no eran regulares ni estaban falsamente adornadas con obras de jardinería. Elsa se quedó maravillada. Jamás había visto un lugar más favorecido por la naturaleza o donde la belleza natural estuviese menos deteriorada por el mal gusto. Todos estaban llenos de admiración, y Elsa comprendió entonces lo que podría significar ser la señora de Pemberley.

Bajaron la colina, cruzaron un puente y siguieron hasta la puerta. Mientras examinaban el aspecto de la casa de cerca, Elsa temió otra vez encontrarse con el dueño. ¿Y si la camarera se hubiera equivocado? Después de pedir permiso para ver la mansión, les introdujeron en el vestíbulo. Mientras esperaban al ama de llaves, Elsa tuvo tiempo para maravillarse de encontrarse en semejante lugar.

El ama de llaves era una mujer de edad, de aspecto respetable, mucho menos estirada y mucho más cortés de lo que Elsa había imaginado. Los llevó al comedor. Era una pieza de buenas proporciones y elegantemente amueblada. Elsa la miró ligeramente y se sintió a una de las ventanas para contemplar la vista. La colina coronada de bosque por la que habían descendido, una distancia resultante más abrupta y más hermosa. Toda la disposición del terreno era buena; miró con delicia aquel paisaje: el arroyo, los árboles de las orillas y la curva del valle hasta donde alcanza la vista. Al pasar a otras habitaciones, el paisaje aparecido en ángulos distintos, pero desde todas las ventanas se divisaban panoramas magníficos. Las piezas eran altas y bellas, y su mobiliario estaba en armonía con la fortuna de su propietario. Elsa notó,

«¡Y pensar ––se definen–– que podrían ser ser dueña de todo esto! ¡Estas habitaciones podrían ahora ser las mías! ¡En lugar de visitarlas como una forastera, podría disfrutarlas y recibir en ellas la visita de mis tíos! Pero no ––repuso recobrándose––, no había sido posible, hubiera tenido que renunciar a mis tíos; no se me hubiera permitido invitarlos. »

Esto es el reanimó y la salvó de algo parecido al arrepentimiento.

Quería averiguar por el ama de llaves si su amo estaba de veras ausente, pero le faltaba valor. Por fin fue su tío el que hizo la pregunta y Elsa se volvió asustada cuando la señora Reynolds dijo que sí, añadiendo:

––Pero le esperamos mañana. Va a venir con muchos amigos.

Elsa se alegró de que su viaje no se hubiera aplazado un día por cualquier circunstancia.

Su tía la perdió para que viese un cuadro. Elsa se acercó y vio un retrato de Wickham sobre la repisa de la chimenea entre otras miniaturas. Su tía le preguntó sonriente qué le preguntó. El ama de llaves vino a decirles que aquel era un joven hijo del último administrador de su señor, educado por este a expensas suyas.

––Ahora ha entrado en el ejército –––– ejército–– y creo que es un bala perdida.

La señora Gardiner miró a su sobrina con una sonrisa, pero Elsa se quedó muy seria.

Orgullo y Prejuicio ||Jelsa||adaptacion||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora